martes, 18 de agosto de 2015

Milagros y Fe

Es, pues, la fe… la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1.
Bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Juan 20:29.
Al aludir al primer milagro de Jesucristo en unas bodas en Caná (Juan 2:1-11), alguien ironizaba diciendo: –¿Piensan ustedes que verdaderamente se puede cambiar agua en vino?
El ser humano desearía comprender todo, que todo tuviera su explicación, y ante todo, no ser tomado por un ingenuo. Pero lo que caracteriza a los milagros es precisamente su falta de explicación.
Los milagros de Jesús demostraban su poder y amor divino. Jesús, quien “sabía lo que había en el hombre”, no se fiaba de los que habían contemplado sus milagros sin que sus corazones fuesen tocados (Juan 2:23-25). Pero la fe no se apoya en las cosas visibles, aunque sean sobrenaturales, sino en la Palabra de Dios, en lo que el Señor dice. Los discípulos creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho(Juan 2:22). 
Hoy Jesús quiere cumplir el milagro más grande de su vida: la transformación radical de su ser interior.No seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27). “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
Por último tenemos que saber que no todos los milagros son de origen divino; existen “señales y prodigios mentirosos, por obra de Satanás” (2 Tesalonicenses 2:9). En el día del juicio algunos dirán al Señor: En tu nombre hicimos muchos milagros. Y entonces les declarará: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23).

Señor, cámbiame la vida

El que te salvó te dice: “por acá quiero que camines”. Él es el que te ama, y te dice: “Sal de la aldea, del apego, del dolor, de la vieja mentalidad, de los pecados, de la crítica”. “Sal de la aldea y vuelve al hogar, que estaré en ese hogar. Te bendeciré, te honraré y te levantaré”.
-“¡Señor, cámbiame la vida!” dijo un hombre mientras andaba en camino, y Dios se le apareció y el hombre se quedó sorprendido porque le contestó tan rápido la oración. 
-Señor yo te pedí que me cambiases la vida ¿y tan rápido apareciste? 
-¿Qué quieres que haga?
-“Que me cambies la vida”.
Señor cambiame la vida-“Bueno, dame todo lo que tengas en tu billetera”.
-“Tengo $20”.
-“Dame los $20, ¿estás seguro que no tienes más que ese dinero”?
-“No, no tengo más que eso y era todo lo que tenía para darle de comer a mi familia”.
-Ah, ¿tienes familia?, entonces dame también tu familia.
-“Bueno Señor, te doy toda mi familia pero ahora voy a estar solo en mi casa”.
-“Ah, ¿tienes casa?, entonces también dame la casa”.
– “Bueno Señor, pero entonces voy a tener que dormir en el coche.”
-“Ah, ¿tienes coche?,  dámelo también”.
El hombre reflexiona y dice: bueno Señor, te pedí que me cambiases la vida, te di todo el dinero, mi familia, la casa y el automóvil, ahora no me queda nada.
Entonces el Señor le dice: ahora que no tienes nada y que todo es mío, toma el dinero porque ahora es mío y lo vas a administrar como yo lo administraría, vas a invertir en lo que yo invertiría y vas a ofrendar como yo ofrendaría. Toma la familia, porque ahora es mía y la vas a cuidar como yo la cuidaría, y vas a hacer por ellos lo que yo haría, también toma la casa, porque tú me la diste y ahora es mía, la vas a usar como yo la usaría, la vas a limpiar como yo la limpiaría, vas a vivir en ella como yo viviría, y va a entrar la gente que yo permitiría que entre. Y toma el coche que es mío, y lo vas a cuidar como yo lo cuidaría, lo vas a mantener y vas a llevar en él a las personas que yo llevaría.

Ojos brillantes

Tuve la posibilidad de ver un vídeo que en medio de un día común y corriente, transformó algo dentro de mí. El vídeo lo he vuelto a ver una y otra vez y sigue teniendo el mismo efecto increíble.
benjamin zanderBenjamin Zander es director de orquesta de la filarmónica de Boston y, con una sencillez y entusiasmo sin igual, logra transmitir tantas ideas de una manera tan locuaz, que es imposible quedar igual después de verlo. Dentro de sus míticas frases, él señala que cada uno de nosotros puede saber si está haciendo bien su trabajo o relacionándose bien con las personas, si a éstas les brillan los ojos después de conversar o pasar tiempo con ellas. Pero esto también es para todos nosotros, ¿cuánto tiempo hace que no se nos iluminan los ojos al hablar sobre algo a alguien? 
Tal pareciera ser que la vida se trata un poco de esto: de ojos brillantes. De encontrar una pasión, un sueño, una meta que queramos alcanzar. Que cuando encontremos “eso” que buscamos, podamos pasar horas y horas hablando de ello como si no existiese el tiempo, como si las palabras no se acabaran, como si fuera lo mejor que nos ha pasado. A la primera persona que le brillaron los ojos con tal magnitud fue a Jesús, y con esa luz brillante que se proyectaba en su mirada fue capaz de envolvernos e iluminarnos.

Preocupación Innecesaria

“y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
Una vez, quien fuera capellán del Senado de los Estados Unidos, abrió la sesión del Senado con esta oración: “ayúdanos, Señor, a hacer lo mejor hoy, de forma que no pidamos un préstamo para las dificultades del mañana. Sálvanos del pecado de la preocupación, para que no nos vengan daños como señal de nuestra falta de fe.”
Solemos dejar de disfrutar momentos de placer y felicidad, solo por el hecho de que estamos preocupados por luchas que solo afrontaremos en el porvenir. Y¿dónde está nuestra confianza en el Dios a quién servimos? ¿Por qué dudamos de la promesa de que siempre nos dará la victoria? ¿Por qué ignorar el hecho de que Él está y siempre estará a nuestro lado?
Es preciso que estemos preparados para vivir el hoy. Mañana será un nuevo día, y muchas cosas pueden acontecer hasta allí... o no acontecer nada. La preocupación anticipada a causa de las posibles dificultades, apaga nuestra sonrisa, empaña nuestro brillo, encubre nuestra esperanza, agravia nuestra fe. Yo no debo estar preocupado por el mañana porque creo en mi Señor, porque amo a mi Salvador, porque lo llevo en el corazón.

La lucha de la fe

Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día. Y exclamó Job, y dijo: Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido… ¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré al salir del vientre?… Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría; dormiría, y entonces tendría descanso. Job 3:1-3, 11-13.

Job, llevado ya hasta los límites de su sufrimiento físico y mental, empieza a sentir una gran amargura de alma, y comienza a expresar, sincera y abiertamente, todo su dolor. No despotrica contra Dios, no blasfema contra Él, ni le da la espalda ni lo rechaza, pero expresa delante de sus amigos, y hasta ante Dios, su incomprensión de los caminos del Eterno.
Es un hombre sincero. No habla solamente lo que se espera que un creyente diga, sino que es capaz de expresar verdaderamente, sus sentimientos, inclusive los negativos.

En toda esta sección central, en la que Job discute con sus amigos, y hasta con Dios, puede parecer, al lector superficial, que él pierde la fe. Job parece enojarse con Dios, lo reprocha por “ensañarse” con él, le pregunta por qué está sufriendo, defiende su justicia ante Él, y pide que le quite la vida. Pero en todas estas expresiones, lo que hace es remitirse a Dios sabiendo que en Él está la respuesta. Lo contrario de la fe no es discutir con Dios sobre lo que nos duele y no entendemos, sentirnos mal con Dios, incluso enojados con Él, sino rechazarlo, abandonarlo, ser indiferentes. Eso es lo que hacen el ateo y el escéptico. El creyente, por el contrario, siempre busca a Dios, incluso para manifestarle su disgusto, porque tiene la firme esperanza de que en algún momento vendrá su respuesta.

Es la lucha de la fe. La fe no es, entonces, un “estado”, un sentimiento, sino una batalla por acercarse a Dios, remitirse a Él a pesar de los signos aparentes de su ausencia en el mundo. Es luchar por atravesar las nubes que nos ocultan el sol; los densos nubarrones de nuestros estados de ánimo, de nuestras emociones, que nos engañan y nos hacen sentir que no existe el sol del amor de Dios. La fe sabe que detrás de las nubes está el sol, y lucha por llegar hasta él.