jueves, 13 de agosto de 2015

Querer, Creer Y Lograr

Cuando leí el enunciado “Usted tiene el potencial de ser lo que quiere ser…. si está dispuesto a pagar el precio…” que destacaba en la portada de aquel primer libro de superación personal que cayó en mis manos, confieso que me produjo angustia, ansiedad y más preguntas:
¿Contaría yo con potencial?, ¿qué era eso?, ¿qué significaba pagar el precio?
Estaba yo detenida precisamente, en el punto en que el ser humano adolece de discernimiento, madurez y claridad de metas. Parada en la etapa en que lo rosa se vuelve oscuro. En la que hasta lo más viable parece imposible.
Había llegado la hora de iniciar el ascenso de la montaña existencial, y solo tenía dos alternativas: quedarme como estaba, o arriesgarme y atreverme a cambiar mi vida, mi manera de pensar y de hacer.
Hoy por hoy, afirmo,...que ha valido la pena el esfuerzo.
“Porque con el corazón se cree”.
La mente sueña y anhela, pero es en el corazón donde anida la fe, la confianza de haber sido dotado por Dios de talentos, habilidades y capacidad para realizar aquello que arde en su interior y le impulsa. Nada se logra sin acción. “No ser solo oidores sino hacedores”. Poner manos a la obra: leer, escuchar, ver, asistir,... y hacer cambios, desechar lo desechable, abandonar aquello susceptible de abandono y adquirir lo adquirible.

Un requisito para entrar al cielo…

Recuerdo una grata anécdota que me contó un amigo, que me gustaría compartir con ustedes:
“En cierta ocasión, mi familia (la suya) y otros parientes habíamos planeado hacer una excursión fuera de la ciudad para pasar el día juntos al aire libre, pero grande fue nuestra sorpresa al ver que ese día amaneció lloviendo.
Mi hijo, de cuatro años, se levantó entusiasmado pero al ver que estaba lloviendo comenzó a desilusionarse. Y le preguntó a mi esposa: mamá, ¿por qué no para de llover?, y ella le respondió: pídele a Dios orando y Él va a hacer que deje de llover.
Mi hijo así lo hizo, oró y luego fue a vestirse para salir al paseo. Mi esposa, entonces, le preguntó: ¿por qué te vistes, a dónde vas? A lo que él respondió: “¡al paseo!, ya oramos y Dios no tarda en contestar”. Un rato después dejó de llover, salió el sol, y todos pudimos salir al paseo. Desde entonces, los parientes y abuelos le pasan sus peticiones para que mi hijo ore.”
En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 18:1-3

La Fusión que hace el Complemento

Frecuentemente pensamos que todo sería mejor para nosotros, si no existieran los problemas ni las dificultades en la vida; si siempre pudiéramos sonreír, si la tristeza y el dolor no estuvieran en el vocabulario de nuestro lenguaje.
Nos sentimos infelices porque invertimos mucho tiempo y energías pensando y añorando lo que consideramos que carecemos. Sin embargo, aún de las cosas que sentimos y percibimos como negativas, o que carecemos de ellas, podemos aprender, crecer, cambiar y salir hacia adelante. Porque cada paso que caminamos nos puede acercar o alejar de la meta dependiendo de lo que escojamos; de las buenas o malas decisiones que tomemos.
No se puede vivir la vida solo analizando y pensando en ella, sino que hay que vivirla actuando, construyendo presentes que consecuentemente, traigan un buen mañana y que despierten en nosotros, deseos de enfrentar los retos que trae cada nuevo día.
Las cosas no nos pueden cambiar, sino al contrario, nosotros debemos cambiar las cosas que intentan detenernos en nuestro camino, y que quieren entristecernos, para que desistamos de luchar en la realización y el cumplimiento de nuestras aspiraciones más profundas.
Así como es necesaria la puesta de sol, la culminación de la tarde que da inicio a la noche; así como necesitamos de la lluvia y la neblina,… de la misma forma se entremezclan la risa y el lloro; la angustia y la esperanza; el calor y el frío; la primavera y el otoño, el verano y el invierno. Las cosas buenas y las malas también.

¿Puede Dios usarme a mi?

Mucho antes de que usted naciera, Dios diseñó y preparó específicamente buenas obras para que usted las realizara. Esto concuerda con los planes de Él para su vida, y ahora su responsabilidad es descubrirlas y llevarlas a cabo. Ningún cristiano debe sentarse a disfrutar de los beneficios del regalo de la salvación del Señor, y no mover un dedo nunca para servirle. Porque hemos sido comprados con la sangre de Cristo, y ahora le pertenecemos a Él (1 Pedro 1.18-19).
A pesar de ello, muchos cristianos piensan que servir al Señor es opcional. Pero la Biblia dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2.10). Nuestras características físicas, nuestras personalidades, habilidades y temperamentos fueron creados con este propósito. Estamos hechos perfectamente para realizar las tareas que el Señor ha querido para nosotros.
Si alguien le ha dicho a usted que no vale nada y que nunca llegará a ser alguien en la vida, debe saber que, a los ojos de Dios, eso no podría estar más lejos de la verdad, porque Dios le creó con aptitudes y capacidades para que lo glorifique con lo que hace. No se dé por vencido, no importa cómo haya sido su pasado. Con Dios, hay siempre un futuro.
Cuando el Señor asigna una tarea, da también su poder para cumplirla (1 Pedro 4.11). Fue por eso por lo que Jesús prometió enviar al Espíritu Santo a sus discípulos (Juan 14.16). Y el mismo Consolador o Ayudador que les dio el poder para esparcir el evangelio, vive dentro de cada creyente, también de usted. Su deseo es seguir guiándole en todo momento, dándole la fuerza para que realice cualquier tarea a la cual Dios le haya llamado. Una vez que usted acepte la dirección del Señor, Sus propósitos se harán cada vez más evidentes. Lo único que usted tiene que hacer es obedecerlo y dejar las consecuencias en sus manos.
¿Qué hace vacilar al creyente?
Entre las muchas razones para que un cristiano rehuya servir, estas son los las más habituales:
- Una autoestima deficiente. Algunos cristianos se valen de ciertos sentimientos, como el de tener una baja autoestima como excusa: "El Señor no podría usar nunca a alguien como yo." Generalmente, esta manera de pensar proviene de comentarios humillantes durante la infancia. Sin embargo, debemos entender que las percepciones ajenas nunca coinciden con las de Dios. Cada persona es hechura de Dios, y Él tiene como propósito usarnos. No podemos vivir instalados en el pasado, ya que caso de ser así, desperdiciaremos los buenos planes que Dios tiene para nosotros.
- Sentimientos de incompetencia. Si usted se siente incapaz de servir al Señor, únase a la multitud. Nadie es plenamente competente para cumplir con el llamado de Dios, y esto es bueno, porque cada vez que somos desafiados a hacer algo por el Señor que está más allá de nuestras capacidades, somos invitados a depender de su poder. De hecho, así es como crece nuestra fe. Cada reto nos enseña a creer que Él nos dará lo que necesitemos para realizar su obra.