Cuando leí el enunciado “Usted tiene el potencial de ser lo que quiere ser…. si está dispuesto a pagar el precio…” que destacaba en la portada de aquel primer libro de superación personal que cayó en mis manos, confieso que me produjo angustia, ansiedad y más preguntas:
¿Contaría yo con potencial?, ¿qué era eso?, ¿qué significaba pagar el precio?
¿Contaría yo con potencial?, ¿qué era eso?, ¿qué significaba pagar el precio?
Estaba yo detenida precisamente, en el punto en que el ser humano adolece de discernimiento, madurez y claridad de metas. Parada en la etapa en que lo rosa se vuelve oscuro. En la que hasta lo más viable parece imposible.
Se dice que el éxito requiere disciplina, una actitud mental positiva y, lo más importante, creer en uno mismo para lograr todo: posición económica, poder, felicidad y bienestar.
Había llegado la hora de iniciar el ascenso de la montaña existencial, y solo tenía dos alternativas: quedarme como estaba, o arriesgarme y atreverme a cambiar mi vida, mi manera de pensar y de hacer.
Hoy por hoy, afirmo,...que ha valido la pena el esfuerzo.
“Porque con el corazón se cree”.
La mente sueña y anhela, pero es en el corazón donde anida la fe, la confianza de haber sido dotado por Dios de talentos, habilidades y capacidad para realizar aquello que arde en su interior y le impulsa. Nada se logra sin acción. “No ser solo oidores sino hacedores”. Poner manos a la obra: leer, escuchar, ver, asistir,... y hacer cambios, desechar lo desechable, abandonar aquello susceptible de abandono y adquirir lo adquirible.