viernes, 7 de agosto de 2015

Cristianos y homofobia

Actualmente muchas leyes exigen la no discriminación por razones de género, sexo u orientación sexual. Está bien el avance de los derechos personales. En una sociedad pluralista deben respetarse los derechos de cada integrante de la comunidad, pero no se tiene, por norma, que aceptar el comportamiento homosexual como moralmente bueno; esto no es homofobia, es disensión pluralista. La tolerancia debe ser en ambos sentidos.
Convivimos en una sociedad que frente a cada tema defiende distintas posturas, según qué grupo o colectivo se exprese. Los que confesamos a Jesucristo como nuestro Señor, vivimos conforme a lo que dice la Biblia, es un derecho personal que debe ser resguardado.
No debería existir problema en que expresemos nuestra opinión frente al tema de la homosexualidad. No podemos ver al matrimonio homosexual como una opción viable al matrimonio heterosexual, porque no está contemplada en la definición enciclopédica del matrimonio y además, porque la Biblia no lo presenta en absoluto, de esa manera. Nosotros, al igual que cualquier otro grupo, tenemos el derecho de expresar nuestra postura, aunque los grupos pro-gay disientan con la misma. Por lo tanto, no tengas ningún temor ni permitas que te tilden de ‘discriminador’ u ‘homófobo’ cuando digas que no estás de acuerdo con la unión de personas del mismo sexo. Es simplemente una opinión tan válida como la que tienen ellos.
Si no podemos decir que, de acuerdo a los principios bíblicos, consentimos solamente en el matrimonio monogámico y heterosexual, estaríamos siendo nosotros mismos los discriminados.

El verbo de vida

La vida y la palabra de Dios son una y la misma esencia. En cambio, las palabras que pronunciamos nosotros son palabras recibidas de otros.
Lectura Bíblica Juan 1:1-14
Meditemos, por un instante, en el significado de la palabra "verbo" (que significa palabra por sí misma) o "logos", según el griego. Es por medio de palabras como logramos situarnos en la vida para la cual fuimos creados. Somos seres llamados a tener comunión con nuestros semejantes y con el Creador. Las palabras nos ofrecen la oportunidad de darnos a conocer y de que otros nos conozcan, de manera que se rompa la ordenación que impone el pecado. Las palabras son el puente por el cual conseguimos acortar la distancia que nos separa a unos de otros.
Sí, pero, ¡cuanto más poder existe, éste procede de la palabra que sale de la boca de Dios! No es como ninguna otra palabra pronunciada en el universo, pues ella procede de la fuente misma de la vida. Por esto, la vida y su Palabra son una y la misma esencia. En cambio, las palabras que pronunciamos nosotros son palabras recibidas de otros. Sus palabras engendran vida porque Él mismo "sostiene todas las cosas con la palabra de su poder" (Hebreos 1.3).
Esta palabra reprende, corrige, limpia, purifica, y orienta, pues es viva y eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos.
Esta palabra es indispensable, pues la vida misma está contenida en ella. Sin ella los hombres estamos condenados a transitar por este mundo sin destino alguno, llevados y seducidos por todas las palabras que no son más que una pobre imitación de esta santa palabra. Esta palabra reprende, corrige, limpia, purifica, y orienta, pues es viva y eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos: penetra hasta dividir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4.12).
En el comienzo de la aventura de caminar con Jesús nos resulta provechoso, entonces, adoptar, como si fuese nuestra, la afirmación de Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (Juan 6.68). Que Dios, en su bondad, nos conceda ir más allá de las palabras para arribar a los pies de la Palabra. ¡En Él está la vida que tan desesperadamente anhelamos! 
Señor, crea en nosotros hambre y sed por la palabra que vivifica.

El Poder De La Sangre de Cristo

“…LA SANGRE DE CRISTO… LIMPIARÁ VUESTRAS CONCIENCIAS…” (Hebreos 9:14)

El Señor planeó la sangre para dar oxígeno y nutrición a tus células; sin ella, tus extremidades y órganos morirían. Las células blancas están cualificadas de una manera única, para actuar como un ejército que ataca a las bacterias dañinas que de otro modo, podrían matarte. Y tu cuerpo sirve como ejemplo para la función de la sangre de Jesús en la congregación, que es su cuerpo. Pablo dijo: “…así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:4-5). Independientemente de nuestra ética, madurez o “categoría”, todos necesitamos el poder de la sangre que quita el pecado y nos da vida, y sin ella no tendríamos ninguna prueba de que somos hijos de Dios. Tal y como un médico puede sacarte sangre para comprobar quién es tu padre terrenal, la sangre de Jesús nos hace hijos y herederos, herederos de Dios por medio de Cristo (Gálatas 4:7)¡Fuerza, nutrición, toda promesa y bendición fluyen hoy hacia nosotros por medio de la sangre de Jesús! Y Satanás lo odia, porque ella no sólo nos redime, sino que “…limpia nuestras conciencias… para que sirvamos al Dios vivo…” (Hebreos 9:14). Un docente seguidor de Cristo escribió:
“Hemos menguado la enseñanza sobre la Sangre… Hemos aprendido acerca del Espíritu, pero hemos fallado a la hora de impartir enseñanza con respecto a la Sangre. Por consiguiente, hemos producido una generación de creyentes que tienen poder por medio del Espíritu pero no se sienten perdonados… Están ejerciendo los dones espirituales pero están viviendo con culpabilidad… Es preciso que se predique enfatizando la Sangre, porque sin ella no tenemos vida. Así que, acentuemos su poder, porque “…sin derramamiento de sangre no hay remisión” (Hebreos 9:22).

¿Es bíblica la deidad de Cristo?

Además de las reivindicaciones específicas de Jesús acerca de Sí mismo, sus discípulos también reconocieron la deidad de Cristo. Ellos demandaban que Jesús tenía el derecho de perdonar pecados, algo que solo Dios lo puede hacer puesto que es Él quien está ofendido por el pecado (Hechos 5:31;Colosenses 3:13; compare con Salmos 130:4Jeremías 31:34). En relación a esta última demanda, se dijo que Jesús era el que “juzgará a los vivos y a los muertos” (2ª Timoteo 4:1). Tomás clamó a Jesús, “¡mi Señor y mi Dios!” (Juan 20:28). Pablo llamó a Jesús “nuestro gran Dios y Salvador” (Tito 2:13), y señala que previo a Su encarnación, Jesús existió en la “forma de Dios” (Filipenses 2:5-8). El escritor a los Hebreos, con referencia a Jesús dice que “Tu trono, oh Dios, por los siglos de los siglos” (Hebreos 1:8). Juan formula que, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo (Jesús) era Dios” (Juan 1:1). Los Ejemplos de la Escritura que enseñan la deidad de Cristo podrían verse multiplicados (Apocalipsis 1:17;2:822:131ª Corintios 10:41ª Pedro 2:6-8; compare con Salmos 18:2: 95:1; 1ª Pedro 5:4Hebreos 13:20), aún así, uno de estos es suficiente para demostrar que Cristo fue considerado deidad por Sus seguidores.
A Jesús también se le dieron títulos que son únicos para Yahvé (el nombre formal de Dios) en el Antiguo Testamento. El título “redentor”, del Antiguo Testamento (Salmos 130:7Oseas 13:14) es usado para describir a Jesús en el Nuevo Testamento (Tito 2:13Apocalipsis 5:9). Jesús es denominado Emmanuel (“Dios con nosotros” en Mateo 1). En Zacarías 12:10, es Yahvé quien dice, “Y mirarán a mí, a quien traspasaron”. Y el Nuevo Testamento aplica esto a la crucifixión de Jesús (Juan 19:37Apocalipsis 1:7). Si es Yahvé quien es traspasado y mirado, y Jesús fue a quien traspasaron y miraron, entonces Jesús es Yahvé. Pablo interpreta Isaías 45:22-23, como que se lo aplica a Jesús en Filipenses 2:10-11. Adicionalmente, el nombre de Jesús es usado al lado de Yahvé en la oración “Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 1:3Efesios 1:2). Esto sería blasfemia, si Cristo no fuera deidad. El nombre de Jesús aparece con el de Yahvé en el mandato de Jesús para bautizar “…en el nombre (singular) del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19; vea también 2ª Corintios 13:14). En Apocalipsis, Juan dice que toda la creación alaba a Cristo (el Cordero). De este modo, Jesús no es parte de la creación (5:13).