Si alguna iglesia lo celebra, tradicionalmente lo hace con la observación de un día de reflexión sombría, contemplando el mundo de oscuridad que existiría sin la esperanza de la resurrección de Cristo.
La única referencia bíblica a lo que sucedió el sábado entre la muerte y resurrección de Jesús se encuentra en Mateo 27:62-66. Después de la puesta del sol del sábado, al final del día de reposo, los sumos sacerdotes y fariseos fueron a Poncio Pilato y le pidieron que un guardia se colocara en la tumba de Jesús, para evitar que sus discípulos sacaran y se llevaran el cuerpo. Se acordaban de que Jesús dijo que resucitaría en tres días (Juan 2:19-21) y querían hacer todo lo posible para evitar que desapareciera el cuerpo. Sabemos, de los siguientes relatos, que los guardias romanos se sabían totalmente insuficientes para impedir un prodigio de esa índole, y los que regresaron a la tumba la mañana del domingo la encontraron vacía. El Señor había resucitado.