“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.”
Uno de los grandes desafíos por los cuales atraviesa la sociedad hoy en día es el divorcio. Parece ser que ya no se ve mucho eso de “fueron felices para siempre”. Algunos datos nos dicen que en Estados Unidos se separa una de cada dos parejas, y en Europa y en América Latina una de cada cuatro. Lo más triste es que es una tendencia que va en aumento.
No es el caso tratar ahora las causas de divorcio, o si se puede o no divorciar. La posición primaria es no al divorcio, hay que salvar el matrimonio, pero se debe entender que hoy en día muchas personas no tienen las herramientas adecuadas, ni buscan la ayuda necesaria para poder rescatar su matrimonio del “fuego”, y terminan separados o en divorcio. En otras ocasiones, y no se trata de justificarlo, no queda otra que el divorcio. En todos los casos, el matrimonio no es fácil, requiere compromiso, trabajo y dedicación diaria de los dos, no de una persona.
Muchos piensan que al divorciarse su vida se acabó, que todo se ha derrumbado y su vida nunca será igual, y esta última sí es segura, su vida nunca será la misma. Indudablemente nadie se casa para luego divorciarse, todos soñamos con ser felices en el matrimonio, y al acabarse lo que piensas es que hasta allí llega tu vida y que no vas a poder rehacerla. Comienzas a ver el vaso medio vacío, en vez de verlo con optimismo y pensar que ahora tu vida puede ser mejor, porque ahora tienes la oportunidad de decidir cómo quieres que sea.
Del dolor podemos aprender para no volver a pasar por situaciones que no nos gustan o no queremos ¿Qué puedes aprender del fracaso? ¿Qué cosas no harías nuevamente? ¿Qué sí harías a la hora de establecer una nueva relación?