martes, 30 de junio de 2015

Es necesario que el frasco de alabastro sea quebrado

La Biblia habla del ungüento de nardo puro (Juan 12:3). La Palabra de Dios usa intencionadamente el adjetivo puro. Ungüento de nardo puro se refiere a algo verdaderamente espiritual. No obstante, a menos que el frasco de alabastro fuera quebrado, el ungüento de nardo puro no podía ser liberado. Extraña que mucha gente valore más el frasco de alabastro que el ungüento. De la misma manera, muchos piensan que su hombre exterior es más valioso que su hombre interior. 

Este es el problema que afronta la iglesia en la actualidad. Es posible que valoremos demasiado nuestra propia sabiduría y pensemos que somos superiores. Unos pueden estimar sobremanera sus emociones y creer que son personas excepcionales. Y otros se valoran exageradamente a sí mismos y creen que son mejores que los demás. Piensan que su elocuencia, sus capacidades, su discernimiento y juicio, son mejores que los de otros. Pero debemos saber que no somos coleccionistas de antigüedades, ni admiradores de frascos de alabastro, sino que buscamos otra cosa, el aroma del ungüento. Si la parte exterior no se quiebra, el contenido no puede salir. Ni nosotros ni la iglesia podremos seguir adelante. No debemos seguir estimándonos en demasía a nosotros mismos.

El Espíritu Santo nunca ha dejado de obrar en los creyentes. De hecho, muchos pueden dar testimonio de la manera en que la obra de Dios nunca se ha detenido en ellos. Ellos se enfrentan a una prueba tras otra, un incidente tras otro, mientras el Espíritu Santo tiene una sola meta en toda Su obra de disciplina: quebrantar y deshacer al hombre exterior, para que el hombre interior encuentre salida. Pero nuestro problema es que en cuanto enfrentamos una pequeña dificultad, murmuramos, y cuando sufrimos alguna pequeña derrota nos quejamos. El Señor ha preparado un camino para nosotros y está dispuesto a usarnos, pero en cuanto Su mano nos toca, nos sentimos tristes. Alegamos a favor de Él o nos quejamos ante Él por todo. Desde el día en que fuimos salvos, el Señor ha estado obrando en nosotros de muchas formas con el propósito de quebrantar nuestro yo. Lo sepamos o no, la meta del Señor siempre es la misma: quebrantar nuestro hombre exterior.

El Sacerdote que encontró a Cristo

Nací en Venecia, al norte de Italia, el 22 de marzo de 1917. A la edad de 10 años fui enviado a un seminario católico romano, en Piacenza; después de 12 años de estudio, recibí la ordenación al sacerdocio el 22 de octubre de 1939.
Dos meses después, el Cardenal R. Rossi, mi superior, me envió a América como sacerdote asistente de la nueva iglesia italiana. Mi único anhelo y ambición, entonces, era complacer al papa.
Mas fue un domingo, en febrero del año 1944, cuando por casualidad, sintonicé un programa religioso. Mi teología fue violentada por un texto que oí. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.” ¡Así que, pensé, ¡vaya!, ¡no es pecado contra el Espíritu Santo creer que uno es salvo!
Recientemente me había convertido, y mi mente ya estaba albergando dudas en cuanto a la religión romana. Comencé a preocuparme más de las enseñanzas de la Biblia que de los dogmas y bulas del papa. Entre tanto, personas pobres me pagaban cada día de 5 a 30 dólares por 20 minutos de Misa, porque prometía librarles las almas de sus familias del fuego del Purgatorio. 

Pero cada vez que yo veía el crucifijo grande sobre el altar, me parecía que Cristo me reprendía diciéndome: “Tú estás robando dinero de gente pobre y trabajadora por medio de falsas promesas. Enseñas doctrinas contra mis enseñanzas. Las almas de los que creen no van a un lugar de tormento, porque Yo he dicho: “Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante, mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen” Apocalipsis 14:13.  Y continuaba, “yo no necesito repeticiones del sacrificio en la cruz porque mi sacrificio fue completo. Mi obra de salvación fue perfecta, y Dios la sancionó levantándome de entre los muertos. “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” (Hebreos 10:14) “Si vosotros los sacerdotes y el Papa tenéis poder para librar las almas del purgatorio con misas e indulgencias, ¿por qué esperáis hasta recibir una ofrenda? Si veis a un perro quemándose en el fuego, ¿esperáis a que el dueño os traiga 5 dólares para sacar el perro de allí?”...
En esos momentos, en  misa, no podía debatir, ni tenía argumentos para ello, con el Cristo en el altar.

Cambie el rumbo de sus hijos hacia Dios

Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos. Isaías 54:13
Hoy día, hay muchos padres cristianos que están perdiendo el tiempo preocupándose por sus hijos.
Hace años, mi esposa y yo notamos una influencia diabólica tratando de tomar posesión de la vida de nuestros hijos, así que un fin de semana acordamos tomar cuatro o cinco versiones de la Biblia, y comenzamos a escudriñar las escrituras y a escribir oraciones de paz con respecto a ellos. "Desnudamos" al diablo con la Palabra de Dios, y comenzamos a decir: “Gracias a Dios nuestros hijos no van para el infierno. Gracias a Dios a ellos se les enseña del Señor y grande es su paz”. En vez de preocuparnos por el problema, alabamos a Dios por la solución.
Las cosas no cambiaron al instante. Pasamos por tiempos difíciles, pero la Palabra comenzó a cambiar las cosas. Hoy, nuestros hijos le sirven a Dios de todo corazón.
Si sus hijos están en problemas, no pierda el tiempo en preocuparse, empiece a hacerles creer. Haga que la Palabra obre en sus vidas. Ate al diablo con ella y dígale que él no puede adueñarse de ellos. Siga las instrucciones de Mateo 9:38: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”, para que los envíe al campo donde les puedan ministrar a sus hijos. Dios sabe a quién oirán ellos, y también cómo llevar a esas personas a la vida de sus hijos en el momento preciso.

Sigamos Soñando

Cuando todo pase, ¿cuál será el legado que habrás dejado a la siguiente generación? ¿Habrás hecho algo realmente relevante en tu vida que trascienda más allá de lo que tu mente finita pueda imaginar?
¿Qué ocurrió con todas esas metas y sueños que una vez tuvimos pero que por diferentes motivos, como inexperiencia, falta de motivación o de recursos, hemos optado por dejarlos?, ¿por colgar los guantes en plena pelea?
Si me pudiera definir en una sola palabra yo escogería: “SOÑADOR”, pues es exactamente lo que he sido toda mi vida, y aunque me he estrellado muchas veces con la cruda verdad del fracaso, también he podido ver muchos de mis sueños cumplirse, incluso aquellos que yo pensé que eran imposibles.
Muy posiblemente no todos tus sueños se lleven a cabo, quizá algunos de ellos sí, pero esto nunca lo sabrás si no lo intentas… Si no te arriesgas a cruzar el río jamás sabrás lo que te espera en la otra orilla.
Quien se atreve a seguir soñando nunca envejece sino que se mantiene entusiasmado con sus mañanas. De hecho, la falta de sueños es, en última instancia, sinónimo de muerte en vida.
El problema con muchos de nosotros es que hemos dejado de soñar, probablemente a consecuencia de los obstáculos que impidieron la realización de algún sueño en particular.
Sin embargo, muchos de nuestros sueños sí se habrán de cumplir si ponemos ganas y nos aferramos al Señor.