lunes, 22 de junio de 2015

Gracia y perdón suficientes

“A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque él ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo.”
Hebreos 7:27 (Nueva Versión Internacional).
En Levítico capítulo 16 se describe la ceremonia del día del perdón. Lo que el pueblo judío llama “Yom Kippur”. Esta ceremonia se realizaba una vez al año y en ella, todo el pueblo confesaba los pecados que había cometido en el año que había transcurrido y eran perdonados. Los pecados del pueblo eran confesados sobre un chivo expiatorio que era enviado al desierto, lejos, y en ese momento el pecado era disipado ante los ojos de DIOS. Y según la tradición judía, los nombres de aquellos que eran perdonados se incluían un año más por el SEÑOR en el libro de la vida. No obstante, esos sacrificios no acababan con el pecado de ellos porque año tras año debían volver a hacer lo mismo. Fue en parte por eso, que DIOS lo hizo. Él envío a Jesucristo a la humanidad para ofrecer el perdón de pecados definitivo, razón principal, a todo aquel que crea en Él.
A diferencia de los sacrificios de animales que no satisfacían la justicia de DIOS, Jesucristo se entregó a sí mismo para lavar la culpa y maldad de toda la humanidad y salvar a aquellos que crean en Él. Jesús es DIOS mismo, y hecho hombre, con Su sangre, compró la expiación y plenitud de todo el que crea en Él. Borró la mancha del pecado de los suyos y no existe necesidad de ningún otro sacrificio, solo creerle.
Si tú has aceptado a Jesús como Señor y Salvador, nadie puede condenarte por tus pecados. El enemigo no tiene potestad para echarte en cara tus pecados, porque él fue derrotado en la cruz. Jamás te condenes por algo que DIOS ya perdonó y olvidó. Por el contrario, vístete a diario de la justicia que Jesús te ha regalado por medio de Su sacrificio (Romanos 5:17).
Si has sido perdonado por DIOS, nadie puede deshacer lo que Él ha hecho. (Isaías 43:13).

En Cristo se recibe el perdón y gracia suficientes. Él es la fiesta del perdón. Valóralo.

El Plan de Dios tras nuestras Adversidades

¡No es fácil entender la adversidad pero Dios siempre tiene un plan!
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". Romanos 8:28
Seguramente más de una vez te has preguntado "¿por qué me tocan vivir tantas adversidades?" 
 Es una pregunta difícil de responder, y la mayoría de las veces nadie nos puede ayudar con una respuesta medianamente acertada. Comparemos la manera en que Dios usa nuestras adversidades con un hombre paseando un perro. Si el perro enreda su correa alrededor de un poste y trata de seguir caminando hacia adelante, no lo logrará, porque la correa tirará de él hacia atrás. Tanto el perro como el dueño buscan el mismo objetivo, que es moverse hacia adelante, pero el amo debe resistir al perro que tira de la misma correa y en la misma dirección pero su fuerza va en sentido opuesto. Y aunque el hombre comparte el mismo deseo que el animal, entiende mejor que éste, en qué dirección se debe ir, y entonces toma una acción opuesta a la de la voluntad del perro. Es, más o menos, el ejemplo de como El Señor usa nuestras adversidades.
A nadie le gusta ser corregido (tirado) por Dios, pero cuando comprendemos que hay un propósito superior tras cada adversidad, podemos pasar a través de ellas con esperanza, expectativa y firmeza porque sabemos que esas circunstancias son necesarias para nuestro bien.

No eres un accidente

Yo soy tu Creador. Te cuidé aun antes de que nacieras. Isaías 44:2 (PAR)
Dios no juega a los dados.
No eres un accidente.
Tu nacimiento no fue un error o infortunio, tu vida no es una casualidad de la naturaleza. Tus padres no te planificaron; Dios lo hizo. A Él no le sorprendió tu nacimiento, es más, lo estaba esperando.
Mucho antes de que fueras concebido por tus papás, fuiste diseñado en la mente de Dios. Él pensó en ti primero. No es a causa del destino, ni de la casualidad, ni de la suerte, ni tampoco es una coincidencia que en este mismo instante estés respirando. ¡Tienes vida porque Dios quiso crearte! La Biblia dice: “El Señor cumplirá en mí su propósito”.
Dios diseñó cada característica de tu cuerpo. Eligió tu raza a propósito, el color de tu piel, tu cabello y cualquier otro detalle. Hizo tu cuerpo a la medida, tal y como Él lo quería. 


También dispuso todos los talentos naturales que posees y la singularidad de tu personalidad. La Biblia dice: “Me conoces por dentro y por fuera. Conoces cada hueso de mi cuerpo; sabes cómo fui hecho, parte por parte, cómo fui esculpido”.
Puesto que Dios te hizo con un propósito, también decidió cuándo habías de nacer y cuánto has de vivir. Él pensó de antemano en los días de tu vida, escogió tu momento exacto de nacer y de morir. La Biblia afirma: “Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la tierra; ¡aún cuánto tiempo viviría! ¡Lo habías anotado en tu libro!”.

Dios planificó también tu lugar de nacimiento y dónde vivirías para su propósito. Tu raza y nacionalidad no son un accidente. Dios no dejó nada al azar. Todo lo planificó para su propósito. “De un solo hombre hizo él todas las naciones, para que vivan en toda la tierra; y les ha enseñado el tiempo y el lugar en que debes vivir”. Nada en tu vida es arbitrario. Todo tiene un propósito.
Aún más impresionante es el hecho de que Dios decidió cómo nacerías. Planeó crearte con las circunstancias particulares de tu nacimiento, y quiénes serían tus padres. Daba igual si tus padres eran buenos, malos o indiferentes. Él sabía que a través de esas dos personas poseías la hechura genética exacta y necesaria para crearte a “ti” a la medida, tal y como Él pensaba. Ellos tenían el ADN que Dios quería para crearte.
Espiritualmente, aunque haya padres ilegítimos, no hay hijos ilegítimos. Los hijos no son planeados por sus padres, sino por Dios. El propósito divino tuvo en cuenta el fallo humano, inclusive el pecado.
Dios nunca hace nada por casualidad ni tampoco comete errores. Él tiene un propósito para cada cosa que crea. Todo, animales y plantas, fue pensado por Dios; incluso cada persona fue creada con un propósito en mente.
Y el motivo de Dios para crearte, y crearnos, fue su amor. La Biblia destaca: “Mucho antes de la fundación del mundo, Él estaba pensando en nosotros, y se había predispuesto para que fuésemos el enfoque de su amor”.


Dios pensó en ti antes de crear el mundo. En efecto, ¡por eso mismo lo hizo! Dios creó el medio ambiente de este planeta para que pudiéramos vivir en él. Somos el centro de su amor y lo más valioso de todo lo creado. “Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación”. ¡Así es como Dios te ama y te aprecia! 

Dios no hace las cosas al azar; todo lo pensó con gran precisión. Cuanto más sepan del universo los físicos, los biólogos y los demás científicos, mejor entenderemos que todo fue creado específicamente para nuestra existencia, con los requisitos exactos para que fuera posible la vida humana.

Un Regalo de Dios

Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él. Colosenses 2:6
La vida de fe está representada por una acepción, el acto de aceptar la gracia de Dios, que implica todo lo contrario a ser acreedores de un mérito. Se trata simplemente, de la aceptación de un regalo. Como la tierra recibe el agua bajo la lluvia, como el mar recibe las corrientes, o como la noche recibe la luz de las estrellas, por lo que, sin dar nada, nos hacemos partícipes libremente, de la gracia de Dios. 
No somos santos por naturaleza, como tampoco los pozos por donde pasan las corrientes son por naturaleza; estos no son más que cisternas en las que fluye el agua viva, y nosotros somos como recipientes vacíos en los que Dios derrama su salvación. La idea de recibir implica el sentimiento de sentirse realizado por la realidad de la materia; no se puede recibir una sombra, recibimos lo que es importante en la vida de fe, Cristo, que se hace real para nosotros. 
Mientras estamos sin fe, Jesús es un solo un nombre para nosotros, una persona que vivió hace mucho tiempo; hace mucho tiempo que su vida es solo una historia, pero para nosotros, ahora, por un acto de fe, Jesús se convierte en una persona real en nuestro corazón. Pero recibir también significa agarrar o tomar posesión de... Lo que recibo se convierte en mio. Cuando recibo a Jesús, se convierte en mi Salvador, así que ni la vida ni la muerte podrán apartarme de Él. Todo se trata de recibir a Cristo tomándolo como un don gratuito de Dios, dejándolo entrar en nuestro corazón y apropiándonos de su vida como si fuera nuestra.