sábado, 20 de junio de 2015

Titanic

El naufragio del Titanic dejó una imborrable huella en la memoria humana.
El descubrimiento de los restos, hace unos cuantos años, permitió a los expertos emitir una hipótesis que explicaría cómo ese espléndido transatlántico, maravilla de la técnica de entonces, zozobró en tres horas, después de chocar con el iceberg.
Muchas fueron las causas secundarias, pero una de las explicaciones de los expertos, después de haber examinado algunas muestras de los restos del buque, fue la poca resistencia de los remaches de ensamblaje del casco. Unos cuantos de ellos parecían haberse soltado, abriendo unas vías de agua que inevitablemente, condenaron al naufragio al palacio flotante, reputado como insumergible.
“Dios mismo no lo podría hundir”, repitieron algunos, desafío que en verdad impresiona. Pero bastaron unos remaches defectuosos para que ese 15 de abril de 1912, la humanidad recibiera una severa y magistral lección de humildad, al ver que su obra de arte se hundía en las heladas aguas del Atlántico.
En total contraste con el primer “gigante de los mares”, el arca, construida por Noé y dirigida por Dios mismo. Navegó cerca de un año en medio de un diluvio sin parangón en la historia, y preservó a todos los pasajeros.
A los que quieren vivir sin Dios se les dice: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban… vino el diluvio y los destruyó a todos” (Lucas 17:26-27).
Esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.
1 Pedro 3:20

¿Tengo resentimiento?

EFESIOS 4.31, 32 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia.  Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como DIOS también os perdonó a vosotros en Cristo.” (RV 1995)
resentimientoUna de las actitudes más destructivas, si no la más destructiva que puede exhibir un cristiano es el odio. ¿Cómo es posible que la luz salvadora de Jesucristo pueda brillar en una vida repleta de odio, ira y malevolencia? ¿Y qué imagen de Cristo proyecta este tipo de persona al mundo incrédulo?
El odio es un fallo absoluto en nuestra actitud cristiana, la cual estamos llamados a demostrar. Sin embargo, incluso en las iglesias, no es muy difícil encontrar personas que rebosan hostilidad. ¿De dónde viene ésta?
Una de las razones clave para que algunos creyentes sean propensos al odio es su incapacidad de perdonar a quienes los han herido, especialmente cuando ese trato fue inmerecido.

Lo viejo persigue a lo nuevo

Todo cambio que no varíe nuestra manera de pensar, no es un cambio. De la misma forma que no podemos usar un traje sobre otro, tampoco podemos incorporar ideas nuevas si antes no sacamos las viejas. Remendar no sirve, no cambia la situación. Un cambio, aunque sea pequeño, trae detrás de sí un sinfín de variaciones. 
Jeroboam, era un rey muy malo que hacía lo que quería; levantó un altar, puso dos becerros de oro, puso como sacerdotes a toda clase de gente y empezó a decirle a todos que ahí estaba el dios que los había sacado de Egipto.
Siempre habrá gente que querrá confundirte, y no cualquier gente, tendrán autoridad, pero Dios se encargará de enviarte a alguien con un mensaje de su parte para que no caigas en el lazo del diablo.
En otra ciudad, había un profeta joven, a quien Dios le había dado una palabra para que se la llevara a Jeroboam. Este joven profeta habló al altar diciendo: “Altar, altar, vas a ser destruido, va a nacer un hombre llamado Josías y toda la gente que se sacrificó en este altar, sus huesos serán esparcidos por él”. El profeta siguió diciendo que como señal de que así ocurriría, el altar explotaría.
Lo interesante es que Dios le reveló el nombre, al joven profeta, de quién destruiría ese altar, pues Josías nació trescientos años después.
Dios te hablará con claridad, te revelará con nombre y apellido las cosas que sucederán, y tendrás poder para romper los altares falsos, aquellos donde está la droga, el alcohol, la mentira y cualquier tipo de venda, y esos altares explotarán en el Nombre de Jesús de Nazaret.

¿Qué es el Domingo de Ramos?

El Domingo de Ramos es el día en que recordamos la "entrada triunfal" de Jesús en Jerusalén, exactamente una semana antes de su resurrección (Mateo 21:1-11). Unos 450-500 años antes, el profeta Zacarías había profetizado: "Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna."(Zacarías 9:9). Mateo 21:7-9 registra el cumplimiento de esta profecía: “y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” 

Este evento tuvo lugar el domingo antes de la crucifixión de Jesús, y en recuerdo del mismo celebramos el Domingo de Ramos. Es conocido como el Domingo de Ramos debido a las ramas de palma que fueron puestas en el camino, cuando Jesús entró en Jerusalén montado sobre el asno. El Domingo de Ramos fue el cumplimiento de la profecía de los “setenta sietes“ del profeta Daniel: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos."(Daniel 9:25). Juan 1:11 nos dice: "A lo suyo vino (Jesús), y los suyos no le recibieron." Las mismas multitudes que gritaban: “¡Hosanna!” gritaban "¡Sea crucificado!" cinco días más tarde (Mateo 27:22-23).