viernes, 19 de junio de 2015

DIOS salva por medio de Jesucristo

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Juan 3:16 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Cuando tenía veinticinco años estuve en la encrucijada más grande de mi vida. Seguir el camino de perdición o el de salvación. La vida desordenada que había llevado comenzó a pasarme factura, mi mente estaba caótica y mi sistema nervioso dañado por mi alcoholismo. Entonces, mi conciencia despertó y comenzó a acusarme del mal que había cometido contra DIOS, mi prójimo y contra mí mismo. Y por ello no podía encontrar descanso en ningún momento. El peso de la culpa no me permitía vivir, pero unos hermanos compartieron conmigo sus testimonios de vida. Me mostraron que existía un camino de salvación llamado Jesucristo. Sin importar las fechorías que hubiera cometido, ellos dijeron que existía salvación y perdón para mí.
En aquel entonces recibí a Jesucristo en mi corazón. Él fue el anhelado descanso que necesitaba mi alma. Con su poder, Jesucristo sanó mi cuerpo y mi mente librándome de las consecuencias del alcoholismo. DIOS, por medio de su Hijo, me dio un nuevo y fresco comienzo. El Todopoderoso tenía planeada una vida llena de bendiciones para mí y solo tuve que creerle.

También los demonios creen en Dios

“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. Santiago 2:19
Tiemblan, porque lo conocen, saben de su poder, saben que es el Creador de todo y saben de su ira. Y saben que también nosotros los cristianos sabemos todas esas cosas y no temblamos; hasta lo consideramos normal.
Cuando Dios hablaba con Moisés, el pueblo temblaba y no quería estar cerca, al saber de la santidad y poder de un Dios tan grande.
Cuando Jesús se transfiguró, y se le aparecieron Moisés y Elías, los discípulos que acompañaban a Jesús, se postraron y tuvieron un gran temor. Siempre que la gloria de Dios apareció, hubo temor; porque la pecaminosidad de la carne no resiste a la santidad de Dios, y así debe ser el verdadero cristiano.
¿Tú tiemblas y tienes temor de Dios?, ¿tu corazón palpita más aceleradamente cuando lo alabas y te arrodillas ante su presencia?, ¿sientes el temor reverencial a su nombre?
Cada uno tendrá una repuesta sincera, no excusa porque la excusa es pecaminosa, pero un gran porcentaje de los cristianos en el mundo de hoy, ni tiembla, ni teme a Dios; y es importante no solo para el cristiano en sí, sino mucho más para los líderes y pastores, porque su congregación será lo que ellos son.
Hoy se escuchan quejas de que el cristianismo no progresa, que no produce frutos, ni siquiera se acerca a aquel cristianismo relatado en el libro de los Hechos, y ¿cuál es la diferencia?, somos hombres y mujeres iguales a aquellos pioneros, y tenemos muchas más posibilidades tecnológicas de conocer a Dios y su poder; además, Dios sigue siendo el mismo ayer que hoy y que siempre, y sigue realizando milagros; pero sigue faltando algo.

Amanecer con Dios

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino” Salmo119:105. (BDLA).
Una mujer confesó a una amiga su confusión y duda sobre la toma de una decisión importante. Profesaba creer en Dios pero no asimilaba que apoyarse en su fe le ayudaría a elegir su camino. ¿Cómo sé que estoy haciendo lo correcto? ¿Cómo puedo creer que mi decisión será la precisa si ni siquiera veo el mañana?”, preguntaba.
Su amiga reflexionó y por último le dijo: “Así es como yo lo veo: Imagínate que conduces cuesta abajo por una oscura carretera de campo y no hay luces que te den noción alguna de tu ubicación. Es algo espeluznante. No obstante, confías en tus luces delanteras. Ahora bien, éstas solo te permiten visualizar diez metros del camino frente a ti y eso te es suficiente para ver por donde te diriges. Y mientras viajas por esa senda con apenas diez metros de visión, los focos delanteros, de vez en cuando, te muestran otros diez metros más, hasta que al fin alcanzas tu destino sana y salva”.
Comparable a ello es vivir por fe. No somos capaces de ver el mañana, la semana próxima o el año por venir, pero sabemos que Dios nos proporcionará la luz para encontrar el camino, cada vez que necesitemos de ello.
Cuando estés al borde de toda luz, o a punto de dar un paso en falso hacia las sombras de lo desconocido, tener fe es saber que ocurrirá una de dos cosas: Encontraremos algo sólido donde sostenernos, o aprenderemos a volar.

La Belleza de la Modestia

La belleza ha sido y será un tema de gran importancia para la humanidad, especialmente para el género femenino. Diariamente hacemos un esfuerzo y gastamos tiempo y dinero para hacernos a nosotras, a nuestras casas, coches y otros accesorios de nuestras vidas, tan bellos y atractivos como sea posible. No hay, por supuesto, nada de malo con querer ser bella, e incluso debemos ser cuidadosas en aprender lo que es precisamente belleza. Lo crean o no, las Escrituras tienen mucho que decir sobre la belleza, su fuente, y cómo se refleja en la vida y la persona de una mujer cristiana. Centraremos nuestra atención en solo dos versículos del tercer capítulo de 1 de Pedro.
En el versículo 3, Dios hace, quizás, la más profunda declaración sobre la auténtica belleza, centrándose en Dios.
VUESTRO ATAVÍO NO SEA EL EXTERNO,… (1 Pedro 3:3)
Esto no significa que debamos lucir lo peor posible para que, de esa manera, la belleza de Dios pueda brillar, o que todo lo concerniente a la belleza sea vanidad. No, Dios simplemente está diciendo que la auténtica Belleza no viene de afuera. De hecho, los adornos externos son más un estorbo para la verdadera Belleza que una ayuda. ¡Estamos demasiado preocupadas por nuestra ropa, cabello, maquillaje y accesorios! Sin embargo, esas cosas no guían más a una vida espiritual que a una atracción sensual de la carne.¡Con cuánta frecuencia nos vestimos para atraer las miradas! ¿No entendemos que “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”? (1 Juan 2:16) Y “si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1 Juan 2:15). Debemos dejar de llamar la atención sobre nosotras mismas y buscar irradiar una Belleza tal, que dirija todos los ojos hacia Dios.
Nuestro atavío no debe ser el externo, sino
SINO EL INTERIOR, EL DEL CORAZÓN, EN EL INCORRUPTIBLE ADORNO DE UN ESPÍRITU AFABLE Y APACIBLE, QUE ES DE GRANDE ESTIMA DELANTE DE DIOS. (1 Pedro 3:3)
El “ser interior” es esa parte de nosotros sobre la que Dios está verdaderamente interesado. Como le dijo Dios a Samuel años atrás,
“…Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.”  1 Samuel 16:7
Si de verdad queremos ser hermosas, nos debemos preocupar por nuestra condición espiritual. Estar envuelta en un vestido delicado no es tan importante como estar cubierta con un delicado y apacible espíritu. Estar vestida con la última moda no es comparable con ser llenas del Espíritu Santo y estar investidas del Señor Jesucristo.
…antes bien sed llenos del Espíritu, (Efesios 5:18)
…sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne. (Romanos 13:14)
Llevar puestas joyas de oro cuesta bastante menos que llevar joyas de virtud.