jueves, 18 de junio de 2015

La Gran Muralla de Nieve

Cuando el año 1814 empezó, tropas de suecos, cosacos, alemanes y rusos estaban a media hora de marcha de la ciudad de Sleswick. Unas noticias terribles del frente de los soldados venían todos los días. Se pensaba que el ataque final llegaría la medianoche del 5 de enero, día que se acercaba.
En las afueras de la ciudad, en el lado por donde vendrían los enemigos, había una casa solitaria, y en ella había una anciana creyente que oraba con fervor, con las palabras de un antiguo himno, para que Dios levantase una muralla alrededor de ellos, y así el enemigo no pudiera atacarles. En esa misma casa vivían su hija viuda, y su nieto, un joven de 20 años. Este oyó la oración de su abuela, y no pudo evitar decirle que no comprendía cómo podía pedir algo tan imposible, como que un muro se construyera alrededor de la casa para librarlos del enemigo. La anciana dijo:
– “Sin embargo, ¿crees que si fuera la voluntad de Dios construir una muralla alrededor de nosotros, sería imposible para Él?
Llegó la terrible noche del 5 de enero, y a la medianoche los soldados empezaron a entrar por todos lados. La casa de la que hablábamos estaba cerca de la carretera, y era mayor que las casas que estaban cerca que eran muy pequeñas. Sus habitantes miraban con ansias y temor, cómo los soldados entraban en una y otra casa para coger lo que quisieran; pero todos pasaron de largo de su casa.

Como ciegos

La ceguera mencionada en la Biblia, hace referencia a la condición física pero también a la espiritual, pues no es suficiente tener nuestras vista en las mejores condiciones fisiológicamente, dado que muchas veces omitimos ver la verdad al no quitarnos la venda de los ojos. Pero qué bueno que tenemos a Jesús, quien está dispuesto a quitarnos esa venda y guiarnos por el camino correcto.
ceguera espiritualVino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo.  El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. Marcos 8:22-24 (Reina-Valera 1960).
De esta pequeña historia podemos aprender varias cosas:
  1. Dejarnos guiar: las personas que tienen limitaciones visuales necesitan a alguien que las lleve de su mano, que las guíe por donde deben andar para que no tropiecen ni se hagan daño. Lo mismo pasa a nivel espiritual, ya que cuando no conocemos a Dios y su verdad andamos como ciegos, y necesitamos de alguien que nos guíe y nos dé las instrucciones correctas; en este caso, vemos que Jesús tomó de la mano al ciego para hacer en él un milagro.
  2. Salir de la aldea: Debemos movernos del lugar donde estamos estancados; es necesario salir de esa oscuridad, y dejarnos llevar al lugar de bendición en donde Dios quiere que estemos, lo que también puede simbolizar salir de la comodidad.
  3. Dejar que Dios trate con nosotros: Esto se refiere a que pasaremos dificultades, humillaciones, situaciones adversas nada agradables, pero es necesario que todo lo pasemos para poder ver la gloria de Dios, o ¿acaso, como ser humano, es agradable que alguien nos escupa a los ojos?, para nada, pero el ciego en ningún momento se quejó, pues a él no le importaba lo que tuviera que soportar siempre y cuando Jesús lo sanara.
  4. Tener una fe firme: En cada uno de nosotros Dios tiene un propósito diferente. Ese ciego no recibió la vista de inmediato, NO era que Jesús hubiera orado mal o que lo fuera a sanar a medias, sino que quería probar su fe; al ver que su visión no era totalmente restaurada, este ciego pudo haberse desanimado y dejar de creer, pero en ningún instante dejó de hacerlo. Nosotros, muchas veces, tenemos un panorama difuso, situaciones que no podemos entender, nos suceden cosas ilógicas, y pensamos que solo nos pasan a nosotros; y otras veces nos llegan las bendiciones incompletas, pero no es porque Dios no quiera, sino porque puede que no sea el tiempo, y porque además le demostremos en realidad nuestra fe.

En las manos de Dios

Aunque no se tiene ningún antecedente del origen de Egipto, muchos historiadores concuerdan en que comenzó con el establecimiento de algunas familias a orillas del río Nilo.
Se cree que en un tiempo muy lejano, todo lo que ahora es desierto era un lugar fértil, pero el cambio drástico en aquella tierra y en el clima, hizo que muchas personas migraran en distintas direcciones, y algunas llegaron a orillas del río para aprovechar sus aguas.
El oficio principal en aquellos tiempos era la agricultura y la crianza de ganado, que en un principio, sólo estaba destinada al aprovechamiento familiar. Pero con el tiempo, se fueron perfeccionando las técnicas de cultivo y ganadería, atrayendo a más personas para comprar alimentos, y la gran mayoría para solicitar trabajo.
Los egipcios observaron que había algunas semillas que crecían mejor con un riego mesurado pero constante, y otras tenían que estar inundadas de agua.
Las leyendas de los egipcios atribuían la técnica del sembrado del grano de arroz a un hombre que fue tomado como un loco, y fue sometido a torturas hasta morir debido a que cogía las semillas y las depositaba en el Nilo.
Sin duda, esa acción a simple vista, parecía un desperdicio, pero la semilla crecía tranquilamente estando todo el tiempo inundada de agua; y la marea, constante, empujando las semillas a la orilla evitaba que se perdieran, y cuando la marea bajaba dejaba extensiones inmensas de lodo, que guardaban en su interior granos de arroz que continuaban aprovechando la humedad.
Eclesiastés 11:1 dice: “Echa tu pan al agua; después de algún tiempo lo encontrarás.” Versión Dios Habla Hoy.

Estudia la Biblia, la palabra de Dios

“ÁBREME LOS OJOS, PARA QUE CONTEMPLE LAS MARAVILLAS DE TU LEY” (Salmos 119:18)

Veamos algunos consejos prácticos para sacar provecho al estudio de la Biblia:

  1.  Organízate; si no, no te quedará tiempo. Aprende a decir “no” a lo banal. Para muchos, el mayor obstáculo para el estudio de la Biblia es la televisión. Una persona media la ve cuatro horas diarias. Si echamos cuentas, son sesenta y un días al año, o sea, ¡dos meses! A los dieciocho años de edad, el individuo medio ha visto 200.000 actos de violencia, incluidos 16.000 asesinatos. A los sesenta y cinco años de edad, se ha pasado nueve años y medio viendo la televisión. En cambio, si vas al culto dominical desde que naces hasta que alcanzas los sesenta y cinco años, sólo acumulas ocho meses de enseñanza bíblica. No es de sorprender, entonces, que nos quedemos tan cortos en el ámbito espiritual.
  2. Disciplínate disponiendo un tiempo concreto cada día para estudiar la Biblia y no dejes que nada se interponga. Hazlo cuando mejor te encuentres física, emocional e intelectualmente, no cuando estés distraído y con prisa. Tú ya sabes si rindes más por la mañana o por la noche, así que elige el momento en el que estés más fresco. Puede que el espíritu tenga ganas pero la carne sigue siendo débil; si no quieres que te entre el sueño en el momento de estudio, no lo hagas cuando estés cansado o inmediatamente después de una comida abundante. Utiliza un cuaderno para apuntar lo que aprendas y anota lo que Dios te vaya diciendo. Al escribir haces tres cosas: aclaras, refuerzas y personalizas. Asimismo pregúntate: ‘¿Qué puedo deducir de este pasaje?’ Te ayudará a grabar la Palabra de Dios en tu mente y te refrescará la memoria para saber qué hacer con lo aprendido.

“…LAS ENSEÑANZAS QUE NOS DISTE… ME HACEN MÁS FELIZ…” (Salmo 119:14 TLA)
3. Antes de estudiar la Biblia ponte a orar un rato. Pídele al Señor que te limpie de todo pecado y que te llene del Espíritu Santo para estar en comunión con Él durante el tiempo que dediques al estudio. Recordemos que el fin de estudiar las Escrituras no es recibir nuevas revelaciones y normas, sino estrechar tu relación con el Autor de la Biblia. El salmista dijo: “¿Con qué limpiará el joven su camino? ¡Con guardar Tu palabra!” (Salmo 119: 9). El pecado no corta tu relación con Cristo, pero sí dificulta tu comunión con Él. Y tienes que estar en comunión con Él para poder entender y poner en práctica Su Palabra. Así que antes de escudriñar las Escrituras, pídele a Dios que escudriñe tu corazón.