martes, 16 de junio de 2015

Galardón

HEBREOS 11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
galardonLa Biblia nos anima a buscar a Dios y su poder; a buscarle a Él y no olvidarnos de sus beneficios. El pasaje anterior menciona una palabra clave: Galardonador.
El Señor siempre quiere bendecir a su pueblo. La palabra galardón significa “premio”, “recompensa”. Ahora bien, los premios del cielo vienen a la vida de aquellos que buscan a Dios en la tierra. Buscar a Dios significa tener interés en conocerlo y conlleva hacer su voluntad. Es como la búsqueda de un tesoro. Tú estás dispuesto a invertir tiempo, dinero, esfuerzo y en fin, hacer todo lo que sea necesario para tener en tus manos el valioso tesoro.
Transpolándolo a la vida cristiana, esta es mucho más que una religión fría y distante, ¡es una relación personal con el Señor!. Entablar una relación con alguien implica el deseo de conocerlo más, tener una mayor intimidad.
Cuando Dios ve que lo buscamos para conocerlo más, Él, por ser tan generoso, nos premiará y bendecirá. Lamentablemente, muchos solo quieren la bendición de Dios y no al Dios que bendice.

Por Gracia

“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios”
Efesios 2:8 (Nueva Versión Internacional)
Entendamos el concepto de gracia. Es un acto de amor unilateral e inmerecido de Dios hacia nosotros. Unilateral, porque Dios no espera recibir nada a cambio de nosotros. E inmerecido, porque no es algo que podamos conseguir por medio de nuestras obras. En la medida que comprendamos este concepto tendremos mayor sosiego. 
Imaginemos esto: un hombre indigente se encuentra en la esquina de una calle mendigando, pensando en cómo conseguirá comida para sobrevivir ese día, esperando juntar unas cuantas monedas para poder dormir esa noche en una posada y no en la calle. En esto llega un hombre vestido elegantemente, – ¿es usted el Sr. Juan García?- pregunta. El pobre hombre responde –sí, soy yo-. Entonces el mensajero dice -permítame informarle que un hermano que usted no conoció, ha fallecido y le ha dejado una herencia-. A partir de ese día el Sr. García jamás volvió a preocuparse de qué iba a comer o en dónde iba a dormir, sino que sus nuevas prioridades se convirtieron en el golf y decidir cómo invertir su fortuna. El Sr. García no merecía lo que recibió. Fue un regalo unilateral, el cual su hermano no esperaba que se lo pagase. Y aunque hubiese mendigado el resto de su vida, jamás hubiera estado cerca de pagar la fortuna que recibió.

Creer en Cristo es tener vida

¡Den gracias al Señor! ¡Proclamen su nombre! Cuenten a los pueblos sus acciones. Canten himnos en su honor. Hablen de sus grandes hechos. Siéntanse orgullosos de su santo nombre. Siéntase alegre el corazón de los que buscan al Señor. Recurran al Señor, y a su poder; recurran al Señor en todo tiempo. Él es el Señor, nuestro Dios; él gobierna toda la tierra. Ni aunque pasen mil generaciones se olvidará de las promesas de su alianza. Salmo 105,1 – 4; 7 – 8).
La ley nos dice lo que hemos de hacer, pero no nos da vida (Gálatas 3,21)La vida nos viene de Cristo Jesús. Al creer en Él y ser bautizados en Él, recibimos su Vida y su Espíritu, somos revestidos de Él, y desaparecen de nosotros todas las disensiones provenientes de raza, de condición social o de sexo. Unidos a Cristo, todos, la humanidad entera se hace una en Cristo para presentarse como hija de Dios en el único Hijo amado del Padre. Unidos a Cristo, nuestra pretensión única es hacer la voluntad del Padre Dios (Lucas 11,28), y la voluntad de Dios es que creamos en Aquel que Él nos ha enviado, pues no nos quiere solo como fieles cumplidores de preceptos, aunque estos vengan directamente de Él. Nos quiere unidos a Él mediante el único camino que nos lleva al Padre: Cristo Jesús; buscar otros caminos equivale a despreciar la salvación que Dios nos ofrece en su Hijo, hecho uno con nosotros y constituido en Salvación nuestra.   
No solo hemos de aceptar sentir la Palabra de Dios, debemos hacerla viva en nosotros, porque la Palabra es el mismo Hijo de Dios que toma posesión de nuestra vida y nos transforma en Él, para que su encarnación se prolongue en su iglesia, nosotros, a través de la historia. Hemos de pedir al Señor que nos conceda su gracia para que no volvamos a la esclavitud de la ley; ella ya cumplió su función de conducirnos a Cristo (Gálatas 3, 23 – 27). Ahora hemos de vivir no bajo el régimen de la ley sino bajo el régimen de la gracia; y si cumplimos la ley no es porque por eso vayamos a salvarnos, sino porque se ha convertido en una norma de comportamiento moral que nos auxilia, a que permanezcamos fieles al amor a Dios y al amor al prójimo conforme a la voluntad del Señor. 
Jesús oró a su Padre Dios, pidiendo la unidad de todos los que creemos en Él para hacer creíble su doctrina, sus obras y su persona ante el mundo. Todos nosotros somos hijos de Dios por haber sido incorporados a Cristo Jesús; sin embargo tenemos muchas divisiones entre nosotros. Dentro del seno de la iglesia, se hace cada vez más distante y profunda la brecha entre ricos y pobres. También las ideologías sobre Cristo nos alejan a unos de otros, es decir, su Espíritu ha sido encadenado para que muchos sectores trabajen desde un aspecto meramente humanista, temporal, terrenal, sin la visión de eternidad. Se hace más la voluntad del hombre que la voluntad de Dios.

La mejor de las decisiones

Las consecuencias, resultados inesperados, efectos desfavorables o como quiera que se les llame, nos hacen darnos cuenta cuando tomamos una mala decisión, de otras opciones que en cierto momento se nos presentaron de una manera diferente a la que hoy vemos, y guiados por algún impulso, emoción o la misma impaciencia, seguimos la primera.
A todos, sin excepción, nos llega a suceder que no vemos más allá de lo que tenemos delante, nos enfrentamos a situaciones en las que tenemos que elegir forzosamente entre dos o más opciones, y el sentimiento que estas nos provocan, a veces es lo que nos hace equivocarnos o precipitarnos.
Puede que, sin darte cuenta, el camino elegido fue el incorrecto o el más largo, o el que influenciado por la emoción de probar algo diferente, te pudo haber llevado a tomar una decisión a la ligera con la que hoy el resultado te afecta, te confunde, te hace sentir que perdiste el rumbo, o que estuviste dando vueltas sin llegar a ningún lado.
Bueno, la verdad es que como seres humanos somos más emocionales que pensantes, y la emoción nos lleva a tomar una decisión sin pensar, hasta que nos encontramos con algún problema, y pasamos de la emoción... a la decepción.
A pesar de que puede haber algo que podamos hacer para saber cómo no equivocarnos, contamos con una mejor opción, y esta es la ayuda y dirección de Dios. Él sabe qué es lo mejor y más conveniente para nosotros, pues ve mucho más allá de lo que nosotros podamos ver.