viernes, 22 de mayo de 2015

Obediencia y Reposo

En una expedición de caza una familia de cazadores se detuvo para almorzar.
Los niños jugaban a la sombra de un árbol, distantes de sus padres y del resto de los adultos del grupo. De repente, el padre de uno de ellos dio un respingo y gritó a su hijo: “Échate al suelo” y éste lo hizo inmediatamente.
Los otros del grupo quedaron impactados al saber que una serpiente venenosa se arrastraba por el árbol, lista para atacar al niño. Si lo hubiese mordido, habría muerto. Solo el padre del infante vio la serpiente.
Causó asombro la respuesta instantánea del chico ante la orden del padre. Este último explicó el amor permanente que disfrutaban y que cada vez era mayor, tomando como base importante la verdad que había en cada uno.
El muchacho no vaciló ante la orden de su padre, confió en él y respondió en consecuencia a ello. El padre también esperaba que ese fuera el proceder de su hijo.
El reposo que ambos disfrutaron más tarde, ese mismo día, fue un paralelismo del descanso perdurable que Dios tiene para cada uno de sus hijos, a medida que aprendemos a confiar en Él.

Ni siquiera soy digno de ser su esclavo

Yo bautizo con agua a los que se arrepienten de sus pecados y vuelven a Dios, pero pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de ser su esclavo y llevarle las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Mateo 3:11 NTV
Juan el Bautista era un hombre que se dio a conocer por predicar para que las personas se arrepintieran de sus pecados, y la gente venía de diferentes ciudades para ser bautizados por él. En su posición podía dejarse dominar por el orgullo y la altivez, ya que incluso doctos en la ley iban a ver lo que hacía; sin embargo, recordaba a cada momento que no era digno y que servía a alguien superior.
Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. Lucas 7:6-7
Se llamaba “Centurión” a un oficial del ejército que tenía a su mando cien soldados, y por eso mismo este hombre podría ser prepotente y altivo. Sin embargo, demostró su temor a Dios al pedirle ayuda, y reconoció su indignidad de tenerlo bajo su techo, ni siquiera de estar en su presencia. Sabía quién era Él y por esto mismo recibió su milagro.
Pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Romanos 5:8 NTV

El gigante vencido

De la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Colosenses 2:6-7
Inline image 1Probablemente en la región del Colorado se encuentran los árboles más grandes del planeta, pero algunos yacen en el suelo. Uno de ellos, un magnífico árbol en el pasado, fue especialmente estudiado. Los botánicos creen que ya había alcanzado el tamaño de un árbol adulto cuando Cristóbal Colón descubrió a América. Los científicos pudieron verificar que había sido azotado más de catorce veces por los rayos, y que a lo largo de los siglos había soportado múltiples tormentas. Siempre había resistido victoriosamente a los impetuosos vientos de esta región. Entonces, ¿qué lo destruyó? Simplemente, unos minúsculos insectos que, año tras año, habían carcomido sus raíces y la base de su tronco. Y un día el gigante cayó, vencido por enemigos casi invisibles.
Igual que algunos cristianos que de repente se desploman, moral y espiritualmente. Las causas reales de su caída no son grandes pruebas o dificultades especiales, sino la acción lenta y repetida de pequeñas cosas aparentemente insignificantes: búsqueda de popularidad, un mal carácter, rencores, negarse a perdonar, pequeñas faltas a la verdad, a la honestidad, negligencia en la lectura de la Biblia, en la oración…
Pero a diferencia de ese árbol que cayó definitivamente, un creyente siempre puede confesar a Dios lo que lo ha alejado de Él y así, volver a encontrar el gozo de su relación con el Señor. Recordemos que la vida cristiana está formada por detalles en los cuales somos llamados a serle fieles.

Abre tus ojos

La niña salió de casa y se sentó en una piedra en la parte alta de la estancia. Era una bella noche estrellada. Puso su cabecita entre sus rodillas mientras las rodeaba con sus brazos. Gruesos lagrimones caían de sus ojos.
Estaba sumida en la más profunda de las tristezas. No había consuelo posible para el intenso dolor que laceraba su joven corazoncito. La pérdida de su madre, además de dejar un vacío imposible de llenar, había trastocado toda su vida.
Hoy cambiaba amigos, colegios de categoría, viajes por el mundo, por su estadía con su madre en una zona rural del país. Su padre la amaba profundamente, pero su vida había dado un giro trascendental. Hace una semana disfrutaba de las luces nocturnas de una gran ciudad. Hoy estaba bajo una hermosa vía láctea vista desde la inmensidad del campo en la noche… pero su alma estaba quebrantada. Sus ojos cerrados y apretados.
“Abre tus ojos”, le susurró un ángel, mientras tiernamente tocaba su hombro. Sobresaltada, se incorporó; pero no vio a nadie. Puesta de pie y con sus ojitos muy abiertos y aún llenos de lágrimas, miró hacia el cielo.
Veía un espectáculo increíble, un cielo profusamente estrellado como nunca viera en sus jóvenes once años, que pareció infundir nueva vida a su alma quebrantada. “En esa estrella está mi mamá” pensó. “¡Y cómo brilla! ¡Me parece que me está mirando!”

Siempre

Siempre habrá momentos difíciles y días complicados en nuestra vida.
Tenemos la impresión de que ciertas cosas no estaban destinadas a pasar y que algunos proyectos, simplemente no estaban destinados a funcionar. Aunque siempre enfrentaremos decepciones también recibiremos bendiciones.
Todo lo que se nos pide es que nos elevemos por encima de nuestros infortunios. Deja que Dios te muestre nuevas maneras de encarar viejos problemas. Deja que te ofrezca nuevos descubrimientos. 
Deja que los días desplieguen ante ti nuevas posibilidades que hasta ahora desconocías, nuevos sueños que nunca tuviste, y que te regale las semillas de nuevas ideas que nunca antes sembraste.
Deja que Dios module tus convicciones y te muestre todo lo que está oculto detrás de cada escena: la profunda paz del cambio de estaciones, la majestad de lo que significa tener y ser un amigo, la alegría que se descubre al comprender que nunca es tarde para volver a empezar.
Deja que Dios brinde abundancia a tu alma y a tu corazón.
Deja que te ayude a alcanzar todo lo que deseas para ser todo lo que eres.
Se trata de una regla muy sencilla: Cuanto más das, más recibes. Y cuanto más lo hagas, más te gustará hacerlo.
Eres una persona maravillosa que merece tener una bella vida. Y si alguna vez sobreviene la dificultad, seguro que puedes elevarte por encima de ella. ¡Con Dios todo es posible!