lunes, 18 de mayo de 2015

De Ejecutivo a Conserje

El pasillo está en silencio excepto por las ruedas del balde y los pies que va arrastrando el viejo. Ambos suenan cansados.
Ambos pies conocen estos pisos. ¿Cuántas noches los ha limpiado Hank? Siempre cuidando de limpiar los rincones. Siempre cuidadoso de colocar su letrero amarillo de advertencia debido a los pisos mojados. Siempre se ríe al hacerlo. "Cuidado todos", se ríe para adentro, sabiendo que no hay nadie cerca. No a las tres de la mañana.

Pero mi salud ya no es la de antes. La gota siempre me mantiene despierto. La artritis me hace resquebrajar. Mis gafas son tan gruesas que los globos oculares aparentan ser el doble de su tamaño real, y mis hombros están caídos.... Pero realizo el trabajo. Empapo el suelo con agua jabonosa, friego las marcas de los tacones que han dejado los abogados de paso firme. Acabaré mi tarea una hora antes de la hora de irme. Siempre acabo temprano. Así ha sido durante veinte años.
Cuando acabe guardaré mi balde, me sentaré afuera de la oficina del socio de mayor antigüedad y esperaré. Nunca me voy temprano aunque podría hacerlo, y nadie lo sabría. Pero no lo hago.
Una vez recuerdo que quebranté las reglas. Nunca más.
A veces, si la puerta está abierta, entro a la oficina. No por mucho tiempo. Sólo para mirar. La oficina es más grande que mi apartamento. Paso el dedo por el escritorio, por el polvo, acaricio el sofá de suave cuero, me quedo de pie ante la ventana y observo, mientras el cielo gris se vuelve dorado. Y recuerdo que,
Una vez tuve una oficina como esta....

En paz descanse ¿En serio?

Todos hemos leído o escuchado la frase “En Paz Descanse” o sus iniciales E.P.D. También hemos escuchado lo mismo pero en inglés “Rest In Peace (R.I.P.)”. Cuando una persona fallece esta frase siempre se pone. Muchas veces, en las condolencias que se dan a los familiares se desea que la persona fallecida descanse en paz. Pero, ¿sucede realmente así? Esta frase no siempre está en lo correcto. Veamos por qué:
La Palabra de Dios dice en Salmos 5:1-12 “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. Porque Tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti. Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová. Mas yo, por la abundancia de tu misericordia, entraré en tu casa; adoraré hacia tu santo templo en tu temor. Guíame, Jehová, en tu justicia, a causa de mis enemigos; endereza delante de mí tu camino. Porque en la boca de ellos no hay sinceridad; sus entrañas son maldad, sepulcro abierto es su garganta, con su lengua hablan lisonjas. Castígalos, oh Dios; caigan por sus mismos consejos; por la multitud de sus transgresiones échalos fuera, porque se rebelaron contra Ti. Pero alégrense todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque Tú los defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre. Porque Tú, oh Jehová, bendecirás al justo; como con un escudo lo rodearás de tu favor”. 
También dice en Salmos 37:34-38 “Espera en Jehová, y guarda su camino, y Él te exaltará para heredar la tierra; cuando sean destruidos los pecadores, lo verás. Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado. Considera al íntegro, y mira al justo; porque hay un final dichoso para el hombre de paz. Pero los transgresores serán destruidos a una; la posteridad de los impíos será exterminada”. 
Además, dice en Juan 3:16-18 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.

Jesús es el único camino

Me encontraba perdido, tan perdido que la salvación no era una opción para mí. Caí en el abismo debido a la desordenada vida que había vivido. La opresión de las tinieblas me hacía creer que no existía salida. Había desperdiciado mi vida, y el pecado solamente estaba cobrando su factura. El rey alcohol se había apoderado de todo, había reinado durante siglos en mi familia. Devastó todas las familias, cada mente, cada voluntad, y ahora estaba tomando mi vida.
solo-jesusDurante el día miles de pensamientos demenciales me encendían en ansiedad, y por las noches el terror atormentaba mi cansada alma. Descubrí que no es necesario esperar a la muerte para experimentar el infierno,... 8 meses en tinieblas y tormento cada día. Hasta en ocasiones el enemigo se aparecía en mis sueños y me decía, ¡no hay salida!
Todos los días rogaba al cielo que escuchara mis oraciones y me sacara de las tinieblas. Pero no podía ver ni un rayo de luz. Solía decir, ¡si hay alguien allá arriba, por favor detén mi sufrimiento y quítame la vida!
Fue entonces cuando hubo esperanza, y el creer en la salvación me mantuvo con vida. Un amigo me compartió su testimonio, me habló acerca de una etapa de su vida en la no podía ver luz en las tinieblas y era presa del terror. Y gozoso me dijo, ¡hay una salida, mi Salvador te puede salvar si tú crees!
Fue entonces, cuando le entregué mi vida a Jesús y todo cambió. Me liberó, restauró mi mente, sanó mis heridas y me dio un nuevo comienzo….pero no pasó hasta que, de todo corazón, creí que Jesús es el único camino de salvación
Siempre hay esperanza porque Jesús es para siempre. Nunca dejes de creer pues el Señor siempre pondrá una luz en tu camino que alumbrará tu caminar, si le llamas. Aquello cambió mi vida, ¡siempre hay una salida, y su nombre es Jesús!

El cristiano y sus ofrendas

No hay empresa sobre la faz de la tierra que marche correctamente, sin tener ingresos suficientes para cubrir sus gastos y que tenga ganancias. Hasta un club social funciona a base de las contribuciones de sus miembros, y la Iglesia del Señor no es ninguna excepción.
A través de los siglos, y especialmente desde el siglo XIX, cuando las grandes iglesias institucionales comenzaron a extender sus actividades en el campo social, nació la idea de la iglesia como un cuerpo dadivoso e instructivo al cual se podía recurrir para el oportuno auxilio. Desde luego, no se trata de debatir si la iglesia ha de cumplir con obras benéficas o no, pero si algo se ha de sacar de una iglesia, es preciso que primero se meta algo en su cofre, pues de otra manera no podría funcionar.
Veamos: la iglesia del Señor tiene también sus funciones ordenadas por Jesús: a) la evangelización; b) el adiestramiento de predicadores; c) obras de caridad; y d) administración y gastos generales (alquiler, luz, gas, agua, etc.).
En el pueblo de Israel, Dios estableció un sistema obligatorio de pago del diezmo y otras contribuciones claramente establecidas en la ley de Moisés. Pero el Señor ya no obliga, sino que Él espera de los cristianos madurez y una conducta responsable en cuanto a las finanzas requeridas para la buena marcha de su iglesia (Hechos 20.35; 2 Corintios 8 y 9). La mente de Cristo, que ha de prevalecer en los hijos de Dios, es de carácter dadivoso y responsable, y se entiende que la obra del Señor no se financia por sí misma, como por arte de magia; sino que necesita del sacrificio permanente de todos los creyentes en Cristo.
No es correcto echar la carga financiera sobre otros, pensando que “esos tienen más dinero que yo”. Hay una misma responsabilidad para todos. Es muy fácil estar "ausente" por mezquindad, y luego uno se avergüenza por su mala conducta (2 Corintios 9.4). Pero Dios ama la generosidad de su pueblo (verso 5).
Todo “céntimo” que retengo con fines egoístas para atender primero mis cosas, es una oportunidad menospreciada de servir a Jesús. La obra del Señor necesita hombres y mujeres dispuestos a sostener tan noble tarea de forma generosa y permanente.
Hay que sostener a evangelistas, pagar los locales de reunión de la congregación; hay que imprimir y distribuir literatura evangélica, instruir a futuros predicadores, financiar viajes de evangelización y campañas, etc.
Todo ello cuesta mucho dinero y es la obligación del pueblo de Dios el sostenerla voluntariamente, con buena disposición y con corazón generoso, a fin de que la iglesia sea edificada en la fe, el mundo pueda ser evangelizado, y los necesitados sean ayudados.

¿Cuál es la clave para conocer verdaderamente a Dios?

Dentro de todos nosotros existe el deseo de ser conocidos y conocer a otros. Aún más importante es que todo el mundo desea conocer a su Creador aunque no crea en Dios. En la actualidad estamos siendo bombardeados con anuncios, que prometen muchas formas de satisfacer nuestros deseos de saber, tener y ser cada día más. Sin embargo, no dejan de ser promesas vacías que vienen del mundo, que nunca podrán satisfacer de la misma manera en que nos puede satisfacer conocer a Dios. Jesús dijo, “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan 17:3).

Así que, “¿cuál es la clave para conocer verdaderamente a Dios?” Primero, es imperativo entender que el hombre, por sí mismo, es incapaz de conocer verdaderamente a Dios debido a su pecado. Las Escrituras nos revelan que todos somos pecadores (Romanos 3:11-20) y que ninguno alcanza el estándar de santidad requerido para tener comunión con Dios. También se nos dice que la consecuencia de nuestro pecado es la muerte (Romanos 6:23) y que pereceremos eternamente sin Dios, a menos que aceptemos y recibamos la promesa y realidad del sacrificio de Jesús en la cruz. Así que, a fin de conocer realmente a Dios, ante todo, debemos recibirlo en nuestras vidas. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). Nada es más importante que entender esta verdad cuando se trata de conocer a Dios. Jesús deja en claro que solo Él es el camino al cielo y al conocimiento personal de Dios: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6).