viernes, 15 de mayo de 2015

Hazte cargo de lo mío, que yo me hago cargo de lo tuyo

Hace tiempo oí: “Señor, hazte cargo de lo mío, que yo me hago cargo de lo tuyo”.
Declaración que viene a significar algo así como: “Señor, te entrego mis problemas en tus manos para que Tú te ocupes de ellos, y yo me ocupo de tu obra.” Bien intencionado. Parecía “sonar” bien. En un principio me gustó el “intercambio”… hasta que en medio de una de esas intensas meditaciones a solas con el Señor, comencé a percibir que algo no estaba bien, que algo no encajaba.
Sucedía que el autor de la reflexión original, con esas mismas palabras, lo que había querido decir, en realidad, tenía un sentido diferente. Lo que estaba proponiendo era un cambio de sentido de la puesta en escena de la situación delante de Dios. No hablaba de un intercambio, sino de centrarse más en Dios y menos en nuestros problemas. Darte la vuelta, encarar, enfrentarte cara a cara con el problema, pero con el motivo de dejar de mostrarle a Dios cuán grande es y declarar a tu problema cuán grande es Dios.
O lo que es lo mismo, libre con mentalidad de esclavo, contra libre con mentalidad de libre. Cuando, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, los movimientos anti-esclavitud tomaron forma, y en diversos países comenzaron a dictarse leyes y normativas a favor de la abolición de la esclavitud, muchos esclavos recibieron su libertad. Sin embargo, hubo quienes a pesar de ser personas legalmente libres, tuvieron la opción de continuar trabajando en donde habían permanecido toda su vida como esclavos. Ahora se les pagaba un salario, podían gozar de mejores condiciones laborales, pero no conocían otra cosa y prefirieron continuar al servicio de quienes, toda su vida, habían sido sus amos.

No Le Hagas Caso A Tu Corazón

“Haz lo que te dicta tu corazón” es un proverbio que mucha gente usa. Pero, ¿tendrá el corazón más razón que Dios en lo que debemos o no hacer?
Por hacerle caso a nuestro corazón hemos cometido muchos errores. Por haberle hecho caso a nuestro corazón emprendimos relaciones nocivas, porque creíamos que lo que nos decía el corazón era lo que debíamos hacer, olvidándonos de que Dios y su palabra es mayor, mucho más fiable, que nuestro corazón.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Jeremías 17:9
¿Confiarías en alguien que quiere hacerte daño? ¿Te dejarías guiar por alguien que tiene como propósito destruirte? 
Eso es lo que hace el corazón del ser humano, guiarlo a la desdicha nunca antes deseada. Ya es hora de que dejes de hacerle caso a tu corazón y empieces a obedecer a Dios, quien conoce tu pasado, tu presente y tiene el diseño de tu futuro.

A la imagen de Dios

A la imagen de Dios nos creó el Señor, 
con el fin divino de Su gloria mostrar; 
mas por senda del mal escogimos andar, 
despreciando el amor del divino Señor. 
Desde la eternidad nos vio Jesús, y
su vida ofreció, ¡murió en la Cruz! 
Jesucristo escogió a este mundo venir.
Con poder nos transformó 
a la imagen de Dios.
Ahora creo en Jesús, mi bendito Señor. 
Él la culpa del mal con Su sangre quitó. 
Con amor serviré a Jesús nuestro Rey; 
¡oh, qué gran Salvador, a su nombre loor! 
Nunca comprenderé su gran amor; 
de carne se vistió, por mi sufrió. 
¡Oh, qué gran salvación ofreció mi Señor! 
Con poder nos transformó 
a la imagen de Dios.



Cuando Dios creó al hombre lo hizo a su imagen; el pecado posterior cometido por el ser humano, hizo que se desvirtuase esa fantasía creada, y hasta hoy sufrimos las consecuencias de tan fatídica decisión por nuestra parte. 

La expresión de amor del mismo Dios en la persona de Jesucristo, fue para restaurar esa fantasía de ser como Él es. Como dice la segunda estrofa de esta melodiosa canción de John W. Peterson: "nunca comprenderé Su gran amor". Yo confieso que nunca lo termino de comprender, pero me maravilla poderlo compartir a través de esta sencilla web. Me resulta totalmente incomprensible cómo Jesucristo ha podido morir por mí en mi lugar. Pero el hecho de que no lo entienda no significa que no lo disfrute. Por la misericordia del Creador, disfruto de haber sido creado a su imagen. ¿Vives tú la misma realidad?

La historia de Nancy

Nancy era una cristiana de cuna; se les llama popularmente así a aquellos que nacen en hogares cristianos y a los que desde pequeños se les enseña la Palabra de Dios, personas que crecen en ambientes llenos de enseñanzas bíblicas, lo cual no significa que realmente vivan lo que desde pequeños han aprendido.
Nancy estaba tan acostumbrada al lenguaje cristiano que para ella era muy normal escuchar mensajes de la Biblia, cantar en la Iglesia, servir en algún Ministerio, orar, etc, todo era normal para Nancy. Aunque a veces lo normal puede convertirse en monótono y dejar de tener la importancia que realmente debe tener.

Nancy ya era una mujer de veinticinco años cuando se le detectó una enfermedad terminal. Casi nadie podía imaginar cómo una mujer tan joven podía padecer una enfermedad fatal. Hasta ese entonces Nancy nunca había puesto a prueba su fe, sino que viviendo su "vida religiosa” (aparente), se había conformado con llevar a cabo todas las actividades que desde niña había aprendido. Y ahora le tocaba, por primera vez, utilizar la fe que desde niña le habían enseñado.
El hecho de que Nancy jamás hubiera experimentado tener un problema tan serio, había hecho en ella que su fe no fuera “tan buena”, es decir, no sabía cómo tenía que creer o cómo tener fe. Como nosotros, que nos quejamos muchas veces de los problemas que nos acontecen, sin darnos cuenta de que cada uno de ellos nos enseña a tener fe y a confiar en Dios. Nancy no había afrontado ningún problema serio en toda su vida, y a pesar de que tenía bases cristianas desde su nacimiento, la realidad es que no tenía la fe que se necesitaba en esos momentos.

La desesperación de Nancy por la enfermedad detectada, provocó por primera vez en ella, que comenzara a ver la relación con Dios no como algo monótono o mecánico, sino como algo más íntimo. Ahora a Nancy se le podía ver más entregada, comenzó a forjar una mejor relación con Dios, se le veía orar como nunca antes, con una postura quebrantada, rendida totalmente a Dios, se le podía ver adorándole con lo mejor que tenía, ahora leía más la Biblia, y aquellas historias que escuchaba de niña ahora cobraban un verdadero sentido al motivarla a tener fe. Aquellas historias que escuchaba y memorizó, ahora tenían un significado para ella; aquello de escuchar acerca de la fe ya no solo lo consideraba teoría, ahora se había convertido en algo que tenía que llevar a la práctica.

A través, y como consecuencia de su enfermedad, Nancy aprendió a creer, comenzó ver a Dios no como algo común, sistemático y monótono; ahora ella entendía, de primera mano, lo que significaba confiar o depender totalmente de Dios, pues su vida estaba amenazada por esa enfermedad terminal. Sin embargo, depositó su fe renovada en Dios a esperas de un milagro.
Su salud comenzó a empeorar cada día, sin embargo, podía verse en su débil cuerpo, cómo su fe se fortalecía cada día más y más. Sus familiares y amigos cercanos llegaron a pensar que la perderían, pero en Nancy siempre existía una sonrisa de seguridad que consolaba a sus íntimos al decirles: “Yo sé en quién he creído”. Lejos de recibir apoyo o ánimo, ella animaba a sus allegados para que confiaran en que Dios haría un milagro.

Carta de presentación

Pablo compartiría con los corintos las dificultades y privaciones que pasarían, a causa de la obediencia de predicar la Salvación en Jesús, pero también es cierto que éstas se presentarían en su vida libremente.
En 2 Corintios 6:3-6 (NTV) dijo: “Vivimos de tal manera que nadie tropezará a causa de nosotros, y nadie encontrará ninguna falta en nuestro ministerio. En todo lo que hacemos, demostramos que somos verdaderos ministros de Dios. Con paciencia soportamos dificultades, privaciones y calamidades de toda índole. Fuimos golpeados, encarcelados, enfrentamos a turbas enfurecidas, trabajamos hasta quedar exhaustos, aguantamos noches sin dormir y pasamos hambre. Demostramos lo que somos por nuestra pureza, nuestro entendimiento, nuestra paciencia, nuestra bondad, por el Espíritu Santo que está dentro de nosotros y por nuestro amor sincero.“
Sin ninguna duda, lo que somos y lo que hemos creído lo demostramos con nuestros actos, con la manera de reaccionar ante las dificultades que se nos presentan; nuestro interior siempre refleja lo exterior.
¿Qué vida llevó Pablo para afirmar que no encontrarían ninguna falta en su ministerio? ¿Cómo soportó los golpes, el encarcelamiento, el cansancio y el hambre? Se veía así porque tenía una vida entregada totalmente al Espíritu Santo, y estaba comprometido con Dios.
Por eso es importante invertir tiempo con Dios, porque en su presencia nuestras vidas serán transformadas, tanto que podremos soportar las tempestades con una esperanza firme en la fidelidad de Dios.
Desarrollemos lo que Pablo logró para tener un vida próspera no solo aquí sino también para la eternidad.