sábado, 2 de mayo de 2015

Me cuesta leer la Biblia

Es el Best Seller de los Best Seller. La fuente de sabiduría. Nuestro manual de instrucciones.
La forma más directa que Dios tiene de hablarnos.
Lejos de tratar de definirla, a veces no nos detenernos a prestarle la atención que merece.
Cuando se trata del verbo "leer" hay un cierto rechazo hacia la Biblia. Con el mayor respeto que merece, la mayoría de la gente cree que es un libro aburrido, lleno de historias poco probables y en un contexto fuera del siglo que vivimos.
Entonces… quizá aún no descubrieron quién está detrás de esas grandes historias de amor.
Puede que nos cueste leerla todos los días. Nos falta disciplina para hacerlo así. Pero como el dicho afirma, “todo depende del cristal con que se mire", todo es una cuestión de enfoque.

El manzano

Un niño pequeño apreciaba mucho el enorme árbol de manzanas que tenía en su jardín, y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope del mismo y este le daba sombra. Él amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño creció, y de mayor ya nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.
Un día, el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo, entristecido: -“¿Vienes a jugar conmigo?” Pero el muchacho contestó: 
-“Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos”.
-“Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero… Te sugiero que cojas todas mis manzanas y las vendas. De esta manera obtendrás el dinero para tus juguetes”. El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero, y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero, y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó; el árbol se puso feliz y le preguntó: 
-“¿Vienes a jugar conmigo?” 
-“No tengo tiempo para jugar. Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?”… 
-”Lo siento, pero no tengo una casa, pero…tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa”. El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez, y el árbol volvió a estar triste y solitario.
Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. ¿Vienes a jugar conmigo? le preguntó el árbol. El hombre contestó “Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?”. El árbol contestó: “Usa mi tronco para que puedas construir uno, y así puedas navegar y ser feliz”. El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Después se fue a navegar por un largo tiempo.
Finalmente, regresó después de muchos años, y el árbol le dijo: “Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte, ni siquiera manzanas”. El hombre replicó “No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar…ahora ya estoy viejo”. Entonces el árbol, con lágrimas en sus ojos, le dijo, “Realmente no puedo darte nada…. la única cosa que me queda son mis raíces muertas”. Y el hombre contestó: “Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy muy cansado después de tantos años”. “Bueno, las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa”.
El hombre se sentó junto al árbol, y éste feliz y contento, sonrió con lágrimas.

Yo experimenté en carne propia el dolor, supe lo que ellos sufrían y tuve compasión de ellos

En aquel entonces, ¡cómo nos ingeniábamos para atrapar a los animales del bosque!
Señuelos, silbatos, trampas, rejas, canastas tejidas colocadas en las caídas de agua para atrapar los peces....
Éramos chicos felices en medio de una naturaleza fértil y con riquezas naturales por todo el bosque.
Una de mis actividades favoritas era la de colocar trampas en el bosque.
Con cuidado, acechaba en los caminos de los conejos, las liebres, los roedores o los zorros y, una vez convencido de sus condiciones apropiadas, de su hábitat, montaba y escondía las trampas en el camino.
Al día siguiente, tomaba mi bicicleta, y me internaba por los senderos del bosque a revisar mi trabajo.
Pero un día, ¡qué fastidio!, la cadena de mi bicicleta se salió de sus engranajes; la coloqué y luego volvió a salirse.
Molesto, volví a montarla en la punta del engranaje y dí una vuelta con fuerza, al pedal para que se instalara completamente, pero, sea por mis prisas, por mi ira, o porque Dios quería darme una lección, mis dedos no alcanzaron a salir y ahí quedé atrapado, con los dientes del engranaje enterrados en mis falanges.
Mi bici era de freno en el pedal, si no pedaleaba no andaba, así que no podía darle al revés, para atrás. Estaba solo, y mi única esperanza era dar una vuelta completa al giro para liberar mis dedos en la otra punta. Así lo hice, pero algunos pedazos de carne quedaron entre los engranajes y la cadena. Mis huesos quedaron a la vista y, entonces pensé en los animalitos que yo cazaba con tanta alegría. 
Nunca más coloqué una trampa. Yo experimenté en carne propia el dolor, supe lo que ellos sufrían y tuve compasión de ellos.

Dar gracias en todo momento

1 Tesalonicenses 5:18 “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús”.
Si tú, como la mayoría de las personas, disfrutas de los pasajes de la Biblia que te dicen cómo practicar un mandamiento específico, tal vez tengas un problema con 1 Tesalonicenses 5:18. ¡Parece pedir lo imposible!
gracias1¿Por qué debemos dar gracias “en todo”? ¿Por qué no pudo el apóstol Pablo haber dicho: “Simplemente den gracias” o “Den gracias la mayor parte del tiempo”?
No tenemos problemas para dar gracias a Dios por las cosas buenas. Una noche, podemos orar: “¡Oh, Señor, muchas gracias por lo que me diste hoy!” Pero al día siguiente sucede algo malo, y acabamos la noche diciendo: “Ay, Dios, ¿por qué? ¿Por qué permitiste esto”?
Es fácil dar gracias a Dios por un nuevo empleo, pero es difícil alabarlo cuando lo perdemos. Ser agradecido a Dios es fácil cuando nuestros hijos son obedientes, ¡pero casi imposible cuando están fuera de control!
Por nuestra naturaleza humana, nuestra gratitud crece en los buenos tiempos y disminuye en los malos. El reto es aprender a actuar con nuestra naturaleza espiritual en vez de hacerlo con la humana.

¡Tengo una obligación!

Es frecuente observar a la gente reclamar por sus derechos, lo raro es que uno se exija a sí mismo las obligaciones que tiene cuando las circunstancias son importantes. Por ejemplo, tener la capacidad de negarse a la diversión teniendo el deber de estudiar para un examen, porque “tengo una obligación como estudiante”.
No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Romanos 13.8
Porque de la misma forma que constantemente recibimos el amor de Dios, también tenemos la obligación de amarnos constantemente “unos a otros.”
El amar al prójimo cumple tres propósitos. Primero: es una bendición, porque mucha gente necesita desesperadamente muestras de amor, una palabra cariñosa, un abrazo, ver a alguien que se preocupa por ellos. Segundo: el cristiano que da amor muestra que Cristo está vivo en Él, y que lo conoce. Tercero: el que da amor cumple la ley.
Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. Romanos 13:9-10