Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8:11.
Sucedió en Canadá, en la inmensidad helada del lago Winnipeg. Dos trineos se iban alejando de la costa involuntariamente, cuando se levantó la ventisca. De repente, la nieve se alzó en torbellinos y el viento se volvió glacial. Llegó la noche y el temor se apoderó de los viajeros; si no alcanzaban la ribera, estarían congelados antes de la mañana. Pero, ¿hacia dónde dirigirse?
En medio de la desesperación, los hombres decidieron confiar en el instinto de los perros. Tomaron a Koona, un perro viejo, y lo pusieron a la cabeza de los trineos. Al hallarse repentinamente como jefe de fila, Koona vaciló unos instantes. Finalmente se lanzó hacia adelante, y los trineos siguieron su marcha tras él. Durante horas corrieron en medio de la oscura noche hasta que de repente, unas violentas sacudidas denotaron que dejaban el lago. Ascendieron por el bosque y se detuvieron cerca del fuego de un campamento indio.
En medio de la desesperación, los hombres decidieron confiar en el instinto de los perros. Tomaron a Koona, un perro viejo, y lo pusieron a la cabeza de los trineos. Al hallarse repentinamente como jefe de fila, Koona vaciló unos instantes. Finalmente se lanzó hacia adelante, y los trineos siguieron su marcha tras él. Durante horas corrieron en medio de la oscura noche hasta que de repente, unas violentas sacudidas denotaron que dejaban el lago. Ascendieron por el bosque y se detuvieron cerca del fuego de un campamento indio.