lunes, 13 de abril de 2015

El Orgullo

“Y todo lo que hagas, hazlo de corazón, no como para los hombres, sino como para Dios.” Colosenses 3:23 
El orgullo del rendimiento no tiene por qué representar un culto al ego, denota más bien placer pero con humildad. Consideremos que “la calidad del trabajo y la calidad del obrero son inseparables”. Un esfuerzo a medias no produce resultados a medias; simplemente no produce resultados.
Tres hombres estaban colocando ladrillos. Un transeúnte les preguntó qué estaban haciendo. El primero contestó: “¿Acaso no ve con qué me gano la vida?” El segundo dijo: “¿No ve que coloco ladrillos?” El tercero indicó: “Estoy edificando una hermosa casa”. Eran tres personas haciendo exactamente lo mismo, pero con una perspectiva distinta de lo que estaban haciendo. Exhibían tres actitudes diferentes sobre su trabajo. ¿Y sus actitudes afectarían su rendimiento? La respuesta es claramente que sí.
La excelencia viene cuando el obrero sabe y le pone empeño en hacer lo mejor. Cada trabajo es un retrato de la persona que lo realiza sin importar en qué consista el mismo, ya sea lavar coches, barrer el suelo o pintar una casa. Hagámoslo bien la primera vez, y siempre. La mejor póliza de seguros para mañana es un trabajo bien hecho hoy.

Amor incondicional

Le has dado vida a la simple existencia sin esperar nada más que la gratitud del corazón. Solo lo has hecho por amor.
Eres amor en los momentos de felicidad, seguramente sonriendo con una intensidad más fuerte que el mismo sol al ver la alegría de quien creaste.
Amor y compañía en los momentos de angustia, pues has sido ese amigo que has puesto tu hombro para llorar, has abierto tus brazos para brindar la calma y hasta le ordenas calmar a la tempestad.
No te ha importado el tiempo, ni cuántas veces podemos fallar, que siempre tu voz pide dulcemente, volverlo a intentar.
Tu amor es tan inmenso que no tiene principio ni final. Esto cada día es fácil de comprobar.
Por tu amor le das valor a lo que para otros no lo tiene, levantas al caído y ayudas a caminar al débil.
En tu amor no cabe el temor, no hay lugar para las dudas, llenas perfectamente de él cualquier espacio, cada vacío, no existe el sentimiento de soledad porque siempre estás pendiente de cada necesidad.
Tu amor siempre presente, siempre dispuesto, siempre pendiente; tu amor, el sentimiento más grande que pudo haber existido, pues todo lo has hecho por amor.
Un amor inigualable, un amor insuperable, una presencia, una sola respuesta, una realidad, un Dios de verdad, así eres Tú, siempre te encuentras cerca, siempre fiel, con tu amor incondicional.  

Cristo Jesús

lienzoTranscurría el año 1912 y en la ciudad de Londres, capital de Inglaterra y del Reino Unido, se efectuó una renombrada exposición de pinturas. Había hermosos lienzos representando variados lugares, como la belleza de Canadá, las costumbres de Australia, o el verdor de Escocia. Un renombrado pintor africano, expuso varias de sus obras provocando la admiración de los asistentes a la muestra. Entre esas obras destacaba una en particular, se trataba de un lienzo representando a un Cristo negro. Lo pintó negro porque así lo sentía muy suyo, y para acercarlo a sus iguales que por su color, estaban sometidos a una aberrante esclavitud.
Con el paso de los años, el hombre ha visto a Cristo Jesús según lo representaron sus artistas; Greco, lo pintó con rostro español, Leonardo Da Vinci, como italiano, y cada una de las personas lo ve de acuerdo a su experiencia.
Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Marcos 8: 27,28.

Dios cumple sus promesas

La vida de José, uno de los doce hijos de Jacob, empezó con una magnífica promesa. En su juventud, Dios le había revelado que un día alcanzaría una alta posición social. ¿Qué ocurrió después? Al principio, lo opuesto de lo que Dios había prometido. Sus hermanos, celosos de él, lo vendieron como esclavo a Egipto. Allí, por ser fiel a Dios, fue acusado y encarcelado mediante un falso testimonio.
¿Cómo reaccionó José ante esa situación? ¿Se lamentó por su suerte? ¿Pensaría: todo va mal, nunca se cumplirá la promesa de Dios? No, José siguió confiando en Dios y esforzándose por hacer el bien a los que estaban a su alrededor, incluso en la prisión. Durante ese período difícil, Dios estuvo con él: “le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel” (Génesis 39:21). Luego, un día, José fue liberado y escogido por el Faraón como "primer ministro". Con ese cargo pudo seguir haciendo el bien, pero a mayor escala. Salvó del hambre a multitudes, e igualmente, a su padre y a sus hermanos. Después, Dios se sirvió de José para que sus hermanos reconocieran todo el mal que le habían hecho, siendo así liberados de su culpabilidad.
En su Palabra el Señor nos da promesas. Algunas, como el perdón de nuestros pecados, se cumplen inmediatamente cuando creemos en Jesús.
Pero también puede ocurrir que seamos probados, por ejemplo cuando Dios no parece escuchar nuestras oraciones. Entonces, como José, confiemos en Dios. Tarde o temprano Él cumplirá sus promesas.
José… fue vendido por siervo. Salmo 105:17
Dios estaba con él, y le libró de todas sus tribulaciones. Hechos 7.10


¿Por qué te comparas?

Si vas a compararte asegúrate de compararte contigo mismo.
Uno de nuestros enemigos más grandes es la comparación. Vivimos comparándonos con otros. De hecho, hay un dicho que dice: “el pasto del vecino siempre es más verde”. La comparación nos roba nuestra energía interior, nuestro corazón, y lo más importante, nuestra identidad. La mejor comparación que puedes hacer es contigo mismo.
Es muy triste que muchas personas desconozcan su auténtico valor, llegando a despreciarse de manera activa y pasivamente. Muchos ignoran su potencial, incluso es posible que tú también lo ignores, que todavía no estés a la altura de tu potencial, pero eso no significa que no puedas desarrollarte.
Probablemente sientas que tu vida está por el suelo, pero eso no significa que debas vivir en el mismo. Sin embargo, la verdad es que tenemos un valor extraordinario. Tú vales mucho, y quizás no lo sepas porque has vivido una mentira, pero ya es hora de que comiences a vivir la vida que Dios preparó para ti.
El primer paso que debes dar se llama aceptación. Comienza aceptando que eres hechura de Dios, que eres un regalo muy valioso, una obra maestra. Dios te ha dado talentos, saber competir, habilidades, personalidad, experiencia... para que puedas ser un regalo para otros.
La aceptación es el mejor punto de partida. Se dice que un escultor comienza por aceptar el pedazo de mármol tal como es, y luego le quita todo lo que no sea una estatua. Cuando le preguntaron cómo esculpir un caballo, un artista contestó: “Veo el caballo en la piedra, y luego elimino todo lo que no sea caballo”.
Ahora piensa que el escultor de tu vida es Dios, y cuando Él nos hizo vio que todo “era bueno y perfecto.” Eso debe hacerte pensar que Dios te hizo para grandes cosas, pero has estado tan ocupado(a) viendo a otras personas que te has olvidado(a) de lo valioso que hay en ti.