lunes, 9 de marzo de 2015

Todo tiene su tiempo

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Eclesiastés 3:1
A veces nos cuesta tener una nueva responsabilidad; en especial, si es por una buena causa y se relaciona directamente, con ayudar a los demás. Podemos tener buenas razones para seleccionar con cuidado nuestras prioridades. Sin embargo, si no accedemos a asumir más responsabilidad, podemos sentirnos culpables o pensar que, de alguna manera, fallamos en nuestro andar de fe.
Inline image 1No obstante, según Eclesiastés 3:1-8, la sabiduría asume que todo en la vida tiene su tiempo, tanto en las actividades humanas como en el ámbito natural. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora (3:1).
Quizá vayas a casarte o a tener tu primer hijo. Puede que estés a punto de terminar tus estudios y entrar en el mundo laboral, o tal vez, dejes de trabajar a tiempo completo para jubilarte. Al ir pasando de una etapa a otra, nuestras prioridades cambian. Tal vez tengamos que dejar de lado lo que solíamos hacer y canalizar nuestra energía en otra cosa.
Cuando la vida produce cambios, cuando varían nuestras circunstancias y obligaciones, tenemos que discernir con responsabilidad y sabiduría, qué clase de compromisos podemos tomar, buscando siempre hacer todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Proverbios 3:6 nos promete que, si reconocemos a Dios en todos nuestros caminos, Él nos guiará y nos mostrará en qué dirección debemos seguir.

Crecimiento espiritual durante el resto de nuestra existencia

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”.
Filipenses 3:12
Al fin, hoy pude sentarme con tranquilidad a leer el libro que gentilmente Hefzi-Bá me obsequió. “Hoy Conocí a Jesucristo” es el maravilloso testimonio de cómo esta hermanita llegó a los pies del Señor.
leyendo-la-biblia-crecimientoDeseo rescatar, mediante este escrito, algo que ella escribió que es muy real y verdadero, que dice así: “nuestra salvación es inmediata, pero el proceso de transformación y restauración de nuestra vida dura el resto de nuestra existencia”. Lograr entender este concepto y la gran verdad que contiene, es fundamental y necesario, pues todos los días experimentamos constantes cambios, llegan a nuestras vidas experiencias de todo tipo.
Que seamos lo suficientemente humildes y receptivos, para entender que todavía Dios no ha terminado de trabajar en cada uno de nosotros, es esencial para poder recibir todo lo que Dios quiere darnos, enseñarnos y mostrarnos. Porque por más conocimiento intelectual, espiritual, filosófico, secular o de cualquier índole que tengamos, jamás habremos aprendido, ni sabremos lo suficiente. Solo el poder de Dios, mediante su Espíritu Santo, puede corregirnos, instruirnos y guiarnos a toda la verdad. Solo Él es quien puede reconstruir y reedificar los muros y los cimientos de nuestras vidas.

El pajarito y el viento

Había un pajarito que continuamente estaba quejándose, porque aleteaba con todas sus fuerzas y a pesar de sus denodados esfuerzos, no podía avanzar muy rápido. El aire lo frenaba. Quería ascender más y más alto, pero el mismo viento se lo impedía. Un día, el “señor de los cielos, -el aire y el viento-” cansado de sus súplicas y quejas decidió hacer algo al respecto. Le quitó el aire.
Entonces, el empeño de aquel pajarillo se vio terriblemente frustrado, porque por más que aleteaba, sin aire, sus alas ya no servían para nada y no conseguía despegarse del suelo. La falta del vital aire se hizo sentir también en su cuerpo. A punto de morir asfixiado por no poder respirar, con el último aliento de vida que le quedaba, clamó a su señor, y éste le devolvió el aire que tanto odiaba y le ofrecía resistencia. Otra vez podía vivir… y volar. ¡Bonita lección!
Muchas veces he pensado y afirmado que las “cartas con las que me ha tocado jugar en esta vida” no son precisamente las mejores. Pero, ¡cuántos esfuerzos, cuántos intentos de estar mejor, cuántos proyectos he visto frustrarse sin llegar a nada!
A veces, cansado y sin aliento, he bajado los brazos clamando a Dios por que tuviera a bien quitarme las dificultades… ¿Y eso no es lo mismo que el clamor del pajarito porque no podía volar más rápido y más alto, a causa del mismo aire que le daba aliento de vida y le permitía volar?

Confia tus problemas y temores a Dios

La vida cristiana tiene sus momentos de agitación, producidos por falta de dominio propio o por la influencia negativa de ciertas interferencias; también las enfermedades, la falta de dinero, y frecuentemente, la falta de buenos consejos en los momentos más difíciles, fomentan el nerviosismo y la inquietud, y muchas veces, estos problemas llegan al extremo de afectar nuestra salud.
Pero Dios es un poderoso consuelo y una ayuda efectiva en las tormentas de nuestro vivir, y siempre debemos afirmarnos en la fe y dar a Dios la gloria en los tiempos difíciles. Desde luego, la Biblia también habla del consuelo de la palabra de Dios, y a tener en cuenta también, los consejos sabios de los hermanos; todo constituye una enorme ayuda. Si la vida nos parece oscura por los problemas, debemos pensar que más grande que nuestras dificultades es la solución de Dios, y en Él podemos confiar absolutamente en todo, pues Él cuida de nosotros.
Los malos amigos pueden ocasionamos un gran daño, pues sus consejos quizá no se basan totalmente en la realidad de nuestros sufrimientos. De ahí que esté escrito “los consejos sabios de los hermanos”. Job fue un personaje que tuvo que sufrir toda suerte de problemas, y su arma poderosa era su fe inquebrantable en Dios. Dios justificó, al fin, a Job y no a sus amigos, que no vieron el origen de las dificultades de ese hombre de Dios.
Muchos problemas son causados por nosotros mismos. El temor de un futuro incierto nos lleva al miedo, por ejemplo, Pedro. Pedro no estuvo convencido inicialmente, del plan de su Señor; el miedo a problemas que, para él, antes no existían, le hizo actuar de manera irreflexiva e inadecuada. David se buscó muchos problemas que pudo haber evitado. Otro ejemplo es Jonás, que batalló contra algo que no pudo cambiar. La confianza en el Señor hubiera quitado sus problemas antes que aparecieran en sus vidas.

¿Evangelista o Evangelizador ?

El predicar el Evangelio, o mejor dicho, anunciar el Evangelio para dar a entender que únicamente estamos hablando del Evangelio desde un púlpito, es tarea de todo creyente. Eso es lo que el Nuevo Testamento nos enseña, en lo que se da por llamar La Gran Comisión. 
Mateo 28:19-20 dice: “Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amén.” 
Este mandamiento es general para todo aquel que ha confiado en Cristo como su Salvador. Nuestra responsabilidad es anunciar las Buenas Nuevas de Salvación o el Evangelio a todas las personas en todo el mundo. Las personas que respondan al Evangelio recibiendo a Cristo como Salvador, necesitan luego ser discipuladas. Se entiende el texto, bajo el punto de vista de que debemos ir y hacer discípulos a todas las naciones. Como resultado del propio discipulado, los nuevos creyentes llegarán a saber que necesitan bautizarse en agua en cumplimiento del mandato de Cristo, y aprenderán a vivir conforme a lo que Dios ha dicho en su Palabra.
Pero esta tarea no es solamente para los pastores y para los que han experimentado alguna prueba difícil y tienen algo para contar a sus oyentes. Esta tarea es absolutamente para todos. No importa si seamos pastores o no, no importa si hayamos tenido o no alguna prueba difícil en nuestras vidas. Cierto es que no todos podremos predicar el Evangelio desde un púlpito, a través de la radio, o a través de la televisión, pero todos nosotros podemos anunciar el Evangelio personalmente a nuestros amigos, a nuestros vecinos, a nuestros familiares.