viernes, 20 de febrero de 2015

¿Por qué hago lo que hago? - Crecimiento personal-espiritual

 “Es más fácil desintegrar un átomo que un concepto establecido” Albert Einstein.
Muchas personas se cuestionan si podrían hacer "eso o aquello" de una manera diferente, y entonces surge lo que se llama “paradigma”. Quizá para muchos sea un término nuevo, pero pensemos, antes de nada, que vivimos con demasiados paradigmas.
Un paradigma es un modo de ver la realidad que nos sirve de marco o modelo de referencia. El modo en que vemos las cosas (paradigmas), frecuentemente es la fuente del modo en que pensamos y actuamos. Todos pensamos que vemos las cosas como son, que somos objetivos, pero no es así. Vemos el mundo no como es, sino como somos o queremos ser nosotros. Es decir, veo el mundo de acuerdo a como soy, o de acuerdo a lo que yo piense de mi. ¿Qué pienso de mí? ¿Pienso que soy un ganador en la vida o un perdedor? De acuerdo a lo que yo piense, de esa manera voy a actuar.
Tenemos muchos paradigmas, inclusive para relacionarnos con Dios, que no nos permiten alcanzar nuestro potencial y mucho menos disfrutar la vida en plenitud.
Hace siglos se pensaba que la Tierra era el centro del universo, que todo giraba alrededor de la tierra, y luego se descubrió que era al contrario, que giraba alrededor del sol. 
Otro paradigma que se rompió era que para ser salvo había que ser bueno, y Jesús, un excelente maestro, rompe el paradigma y le dice al ladrón que estaba a su izquierda, que hoy estaría en el paraíso. Para ser salvo solo hay que creer en Jesús, quien es el camino, la verdad y la vida.

Lo que digo … - Reflexiones

Un joven abogado, recientemente acabada su graduación y comenzando su primer día de trabajo, se sentó cómodamente en su nueva oficina dando un gran suspiro de satisfacción.
Había trabajado fuerte durante mucho tiempo para saborear ese momento.
En ese momento, viendo a un posible cliente que se acercaba a su puerta, simuló estar ocupado. Enérgicamente, abrió su libreta y con su pluma de escribir en la mano, tomó el teléfono, lo sujetó con su barbilla, y comenzó a escribir con rapidez mientas fingía que hablaba con alguien importante diciendo:
-Mira Lorenzo, en cuanto a ese trato de fusión, pienso que mejor me acerco a la factoría y lo discuto contigo en persona. Sí o no. No pienso que tres millones sean suficientes. Mejor hagamos que Samuel, de Tenerife, se reúna allí con nosotros. Está bien, te llamo más tarde. 
Colgando el teléfono, colocó la pluma en el escritorio, levantó la mirada a su visitante, se puso de pie, le extendió su mano y le dijo, con la voz más cortés y llena de confianza que tenía como abogado...
-Buenos días. ¿Cómo puedo ayudarlo?
El posible cliente respondió:
-En realidad, solo estoy aquí para conectar su teléfono.
Hay un viejo refrán que dice, “En boca cerrada, no entran moscas”. En ocasiones, lo mejor es mantener la boca cerrada.
Proverbios 10:19
En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, mas el que refrena sus labios es prudente. (LBLA)

¿Suerte o Gracia?

¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
Lamentaciones de Jeremías 3:37.

Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8:28.
obra para bien
La suerte es un cúmulo fortuito de circunstancias favorables. Para muchos es, pues, una cuestión de casualidad que proviene de un destino ciego. Cuando alguien afirma tener suerte, en general no piensa en que todo lo que le ocurre está organizado por una persona que obra inteligentemente. Algunos estiman que la vida los trata especialmente bien; hasta pretenden haber nacido bajo una buena estrella. Como máximo hablarán de la Providencia para evitar nombrar a un Dios a quien temen.
Pero el primer versículo citado en el encabezamiento, declara que Dios lo dirige todo. Él ama y se ocupa de cada individuo personalmente. Que tenga buen tiempo para sus cosechas, o que lo deje ileso por escaso margen, de un grave accidente… su objetivo siempre es obrar por gracia. Prestemos pues, atención a la manera en que Dios nos habla para atraernos a Él.
Para un creyente no hay buena o mala suerte, sabe que toda su vida está guiada por Dios, quien desea hacerle bien. Jesús decía a sus discípulos: “Pues aun vuestros cabellos están todos contados(Mateo 10:30). Ni un detalle lo deja indiferente. En el plan de Dios para con cada uno de sus hijos, todo es coherente y está dirigido con el amor y la sabiduría de un Padre muy misericordioso.
Llegará el día en que nos mostrará cómo condujo nuestra vida para al final hacernos bien (Deuteronomio 8:16).

El Sacerdote que encontró a Cristo

Nací en Venecia, al norte de Italia, el 22 de marzo de 1917. A la edad de 10 años fui enviado a un seminario católico romano en Piacenza; y después de 12 años de estudio, recibí la ordenación al sacerdocio el 22 de octubre de 1939.
Dos meses después el Cardenal R. Rossi, mi superior, me envió a América como sacerdote asistente de la nueva iglesia italiana. En aquel tiempo mi único anhelo y ambición era complacer al papa.
Fue un domingo, en febrero del año 1944, cuando por casualidad, sintonicé un programa religioso. Mi teología fue violentada por un texto que oí. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.” ¡Así que, pensé, ¡vaya!, ¡no es pecado contra el Espíritu Santo creer que uno es salvo!
Recientemente me había convertido, y mi mente ya estaba llena de dudas en cuanto a la religión romana. Comencé a preocuparme más de las enseñanzas de la Biblia que de los dogmas y bulas del papa. Entre tanto, personas pobres me pagaban cada día de 5 a 30 dólares por 20 minutos de Misa, porque prometía librarles las almas de sus familias del fuego del Purgatorio. 

Pero cada vez que yo veía el crucifijo grande sobre el altar, me parecía que Cristo me reprendía diciéndome: “Tú estás robando dinero de gente pobre y trabajadora por medio de falsas promesas. Enseñas doctrinas contrarias a mis enseñanzas. Las almas de los que creen no van a un lugar de tormento, porque Yo he dicho: “Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante, mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen” Apocalipsis 14:13.  Continuaba, “Yo no necesito repeticiones del sacrificio de la cruz porque mi sacrificio fue completo. Mi obra de salvación fue perfecta y Dios la sancionó levantándome de entre los muertos. “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” (Hebreos 10:14) “Si vosotros, los sacerdotes y el Papa, os arrogáis de poder para librar las almas del purgatorio a través de misas e indulgencias, ¿por qué esperáis hasta recibir una ofrenda? Si veis un perro quemándose en el fuego, ¿esperáis a que el dueño os traiga 5 dólares para sacar el perro de allí?”...
En esos momentos, en  misa, no podía debatir con el Cristo en el altar.

Cuando yo predicaba que el papa era el vicario de Cristo, el sucesor de Pedro, la infalible roca sobre la cual Cristo edificó su Iglesia, una voz parecía reprenderme y decirme: “Tú viste al papa en Roma; su enorme y riquísimo palacio; sus guardias; los hombres besándole los pies. ¿Crees en verdad, que él me representa? Yo vine a servir a la gente; yo lavé los pies de los hombres; no tuve donde reclinar mi cabeza. Mírame en la cruz. ¿Crees en verdad, que Dios ha edificado su iglesia sobre un hombre, cuando la Biblia dice claramente, que el vicario de Cristo sobre la tierra es el Espíritu Santo y no un hombre?  (Juan 14.26)
“Esa roca fue solo Cristo. Si la iglesia romana está edificada sobre un hombre, entonces no es MI iglesia.”

La desesperanza de esperar lo inesperado

Cómo desespera esperar algo inesperado, algo que nunca sabremos si de verdad va a suceder o simplemente, será un mero recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Intentamos no demostrar lo que nuestra mente y corazón recelosos esconden, la mayoría de las veces sin éxito porque la persona que nos hace sentir así lo nota, porque se ve con simplemente mirarnos a los ojos. Parece una tontería pero es la verdad, la mayoría de las veces somos tan transparentes... como si fuéramos cualquier cristal sin tintar, se nos ve, esperamos a que la otra persona dé el paso que seguramente ya deberíamos haber dado nosotros. Pero claro, nos es muy difícil transmitir lo que sentimos por miedo a un cruel rechazo.
No sabemos cuál será nuestro caminar futuro por los senderos de la vida; y mucho más complicado es saber quién los va a caminar a nuestro lado, de ahí que la intranquilidad y desesperanza que se nos generan dentro de nuestra cabeza, dentro de nuestro corazón, sean muy grandes por lo inesperado del resultado. Resultado que la mayoría de las veces no es el que nuestro corazón desea, pero está claro que no siempre las cosas son como las soñamos. 
Irónicamente hablando, la verdad es que casi nunca son como las soñamos pero al menos, siempre tenemos la ilusión dentro de nuestro corazón, de que cuando alguna vez se cumplen, aunque sea la más pequeña de las partes, nos entra tal alegría por nuestro cuerpo que nada en el mundo se puede comparar con ese momento, y ¡solo es una pequeña parte de lo que soñamos!
Ojalá nadie caiga en la desesperanza de esperar algo inesperado, aunque muchas veces ya nos lo esperemos y no deseemos creerlo así. 

Muchas veces nos pasa lo mismo que le sucedió a Jake, queremos ganar pero con miedo, y ese miedo nos paraliza y no permite que demos el 101%.
Entonces es cuando necesitamos parar, replantearnos lo que estamos haciendo, y ahí es cuando hacemos lo que sabemos pero con excelencia y calidad.
Basta de ser mediocres, es hora de ser excelentes.