lunes, 16 de febrero de 2015

¿Dónde moras?

Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Juan 1:38-39 He aquí yo estoy con vosotros todos los días. Mateo 28:20 

Los que creyeron en Jesús cuando estaba en la tierra, desearon permanecer junto a Él. Pero, ¿dónde está hoy? Está a su lado. Usted le ha hablado y Él lo ha escuchado, le ha respondido y le ha dado una salida. Jesús dijo a sus discípulos cuando iba a subir al cielo: “Yo estoy con vosotros todos los días”. Mediante la fe, usted ya pudo experimentar su presencia cuando estaba solo, y además, puede sentir su presencia con otros creyentes, pues Jesús también dijo: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).

Orar, leer la Palabra de Dios, alabarle con otros creyentes es, por así decirlo, estar donde Él vive. Jesús siempre estará en medio de los suyos, de los que buscan su presencia según las enseñanzas de la Biblia. Siga orando al Señor para hallar ese contacto tan necesario con otros creyentes, a fin de recibir ánimo y desarrollo espiritual. Aquellos que han creído en el Señor Jesús forman parte de una sola familia, son creyentes y están unidos a Cristo. En la casa del carcelero (Hechos 16:25-34), la misma noche, todas las personas que estaban allí creyeron en el Señor Jesús. Vivían sin Dios, mas decidieron seguir a Cristo y fueron bautizadas. Esta etapa también está ante usted. Ore una vez más y lea la Palabra de Dios. Muestre al Señor que lo ama, respetando su Palabra. Obedecer a Dios es el secreto de los progresos y de la felicidad (Romanos 12:1-2). 


 

Glorifica a Dios en tu trabajo

Los cristianos podemos cometer el error de creer que al tener un trabajo no podemos glorificar tanto a Dios, como si estuviéramos trabajando la jornada completa. ¿Pero qué nos dice Dios al respecto? ¿Es eso cierto?

El apóstol Pablo, en su carta a los Colosenses, capítulo 3, nos habla de todo lo que ha hecho Cristo en nosotros y cómo se va a manifestar de maneras concretas, con cambios específicos en nuestras vidas. A grandes rasgos nos viene a decir que debemos hacer morir lo terrenal en nuestras vidas, y tener una perspectiva correcta respecto a las cosas del mundo y las cosas del cielo.
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (Colosenses 3:17) 

Lo escrito anteriormente, no deja nada al olvido, dice “y todo lo que hacéis". Esto incluye las cosas dentro y fuera de la iglesia, en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestra universidad, en nuestros colegios, con nuestros vecinos, etc. Todo hay que hacerlo, como principio general, en el nombre del Señor. 
Luego, unos versículos más adelante (22 al 24), nos habla específicamente sobre amos y esclavos, práctica que era muy común en aquellos tiempos. No obstante, el principio bíblico que se enseña ahí, se puede aplicar hoy en día a jefes y empleados:

Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. (Colosenses 3:22-24)
 
En el versículo 23 vuelve a utilizar la palabra “todo”, lo que hagáis. Nada queda excluido, absolutamente todo lo que hagamos debemos hacerlo de corazón, como para el Señor. Si somos capaces de hacer todo como para el Señor, no solo podremos agradarle, sino que además recibiremos recompensa en el cielo. Servir a Cristo no es un sacrificio, es una bendición y un honor.

Hechos importantes que los creyentes deben considerar referente a la tentación

Vamos a pensar en algunos hechos importantes que los creyentes deben considerar cuando son tentados.
Primero, los creyentes no deben echar la culpa de sus pecados solo a Satanás. Los creyentes ya tienen una naturaleza pecaminosa que hace que el pecado les parezca atractivo. Satanás les puede inducir a pecar, pero no puede obligarlos a que pequen. Satanás les puede persuadir a pecar pero no les puede forzar a efectuarlo. Los creyentes cuando caen en el pecado, no pueden excusarse diciendo que Satanás les tentaba; son responsables por sus pecados.

Segundo, pero al mismo tiempo, los creyentes sí deben darse cuenta de que Satanás tiene algo que ver con la mayoría de sus pecados. Fue Satanás quien tentó a Adán y Eva, como también Satanás puso en el corazón de Judas, el entregar a Cristo a sus enemigos. Sin embargo, Satanás necesita dos clases de permiso antes de que pueda hacer algo en los creyentes. Primero, vemos en el caso de Job, que Satanás tuvo que pedirle permiso a Dios antes de poder hacerle algo a Job. Dios dijo a Satanás que podía atacar a Job pero que no le quitara su vida. Por lo tanto, Satanás necesita conseguir el permiso de Dios para poder atacar a los creyentes. Segundo, en el libro de Hechos vemos como Satanás llenó el corazón de Ananías para que mintiera a los apóstoles y a Dios; pero el apóstol Pedro preguntó a Ananías por qué dejaba que Satanás llenara su corazón. Por lo que, podemos ver que Ananías dio permiso a Satanás para que le condujera a ese pecado. (Hechos 5:3) Entonces, Satanás necesita conseguir también el permiso de los creyentes antes de poder hacerles daño.

Cuando el problema resulta ser parte de la bendición

Luis salió una tarde a pescar como solía hacerlo todas las semanas cuando, sin estar esperándolo, el cielo se volvió gris y el viento comenzó a arreciar. Al darse cuenta de que venía una fuerte tormenta, decidió regresar a tierra firme pero el motor de su bote se apagó. Por más que trató de encender aquel motor no pudo lograrlo. Trató de llamar para pedir ayuda pero su radio tampoco funcionó. Todo se había puesto ya muy oscuro y no tenía ni idea de donde estaba; los fuertes vientos y la lluvia torrencial lo aterrorizaban.

En medio de aquella gran tempestad clamó a Dios para que le socorriera y le ayudara a salir con vida de ésa. Cuando de repente, las fuertes olas lo arrastraron hasta una isla desértica, donde amarró bien el bote a una roca y se refugió en una cueva. Estaba agradecido de que Dios le había escuchado, le había permitido llegar hasta ese islote sano y salvo. Ahora su plan era simple: esperar en la cueva a que amaneciera y entonces, reparar el motor del bote y zarpar de nuevo hacia su casa. Y cansado de la travesía, se quedó dormido. 
En medio de la noche, se escuchó un fuerte ruido que estremeció la cueva y despertó al pobre Luis, el cual salió corriendo para ver de qué se trataba. ¡Qué frustración tan grande cuando vio lo que había sucedido! Una gran ola había lanzado su bote contra una roca causando una gran explosión. “¡Dios! ¿Por qué a mí?”, decía llorando desconsoladamente… “¿Por qué me haces esto? ¡No es justo! ¿Y ahora qué será de mí?”
Turbado por esa situación, Luis pasó toda la noche llorando mientras veía su bote ser consumido por las llamas. Se decía a sí mismo: “Este es el fin de mi vida, no sé donde estoy, no tengo comida, no tengo forma de comunicarme con nadie y dudo mucho que alguien me vaya a encontrar antes de que muera”. Culpaba a Dios por su desdicha.

Al llegar el amanecer, y mientras seguía llorando y lamentándose, a lo lejos se divisó un barco de la guardia costera que venía acercándose a la orilla. ¡No podía creer lo que veían sus ojos! Se levantó del suelo y corrió hacia la orilla dando gritos de alegría. Al subir al barco y ser recibido por su capitán, lo abrazó fuertemente y le preguntó: “Señor capitán, no comprendo lo que ha sucedido, yo pensaba que mi vida había terminado… que nadie me iba a poder encontrar… ¿Cómo fue que llegó usted hasta aquí?” El capitán le respondió: “Hace unas horas vimos lo que parecía ser una gran explosión en el horizonte y decidimos venir a ver qué había pasado”.

El sermón más viejo de todos

El hombre sabio lee el libro mundano y el libro de la Palabra como dos volúmenes de la misma obra y piensa respecto a ellos: "Mi Padre escribió los dos”.
Dios ha sido el creador de todo cuanto existe. Así como al ver una pintura tenemos implícitamente en ella, la existencia de un pintor, de la misma manera, Dios nos ha dejado un lienzo extendido de horizonte a horizonte, que anuncia a cada instante su existencia y su deidad.
Es un testimonio a toda lengua y nación, porque no tiene un lenguaje asociado al país, que nos narra la historia de la creación. Cuando el día comienza, la luz del sol ilumina todo lo creado, praderas, montañas, cascadas y hermosos valles, incluso las aves que surcan el aire en las alturas... y una suave transición, cuando el día se va y la noche despierta el brillo de las estrellas distantes; entonces comienza su sinfonía silenciosa.
Dios nos ha dejado un mensaje revelado en la creación que se conoce como Revelación general. Este mensaje pone a todos los hombres en la misma condición pecaminosa ante Dios. ¿En qué sentido? En el sentido de que nadie tiene la excusa de saberse ignorante de su existencia: Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad. Pero lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que ellos no tienen excusa. Romanos 1:18-20.

La Biblia muestra al hombre que niega la existencia de Dios como un necio, sin rodeo alguno, sin exagerar. (Salmos 14:1)
¿Alguna vez perdiste algo y lo buscaste durante horas para después darte cuenta que estaba enfrente de ti? Uno se golpea la frente con la palma de la mano y dice: “¡qué tonto fui!” El hombre necio ve todo el tiempo la creación de Dios, “oye” a cada instante de su vida el sermón mudo de todo lo creado y en su terquedad, sigue diciendo: “No hay Dios”. Y así como el no creer en la ley de la gravedad no te exime de estar sujeto a ella, así mismo, el no creer en la existencia de Dios no te hace libre de Él. Dios es justo y dará el pago en retribución por el pecado (Éxodo 34:7). Estamos todos en la misma condición de culpables ante Dios por causa del sermón que no se detiene: La revelación general. ¿Pero es suficiente? ¿puede salvarme el reconocer que existe Dios como creador?
La respuesta es: NO. No puede salvarme el simple hecho de creer en Dios, de afirmar su existencia. La Biblia dice que “también los demonios creen, y tiemblan.” (Santiago 2:19). Necesitamos más que la revelación general para ser salvos, necesitamos una revelación especial. Y gloria a Dios que la hay: La Biblia.