Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente. Abundará el pecado por todas partes, y el amor de muchos se enfriará; PERO EL QUE SE MANTENGA FIRME HASTA EL FIN SERÁ SALVO. Y se predicará la Buena Noticia acerca del reino por todo el mundo, de manera que todas las naciones la oirán; y entonces vendrá el fin. Mateo 24:11-14 (Nueva Traducción Viviente)
Desde que inicié mi vida en Cristo he contado con el privilegio de experimentar diversas circunstancias, de las cuales algunas han llegado a mi vida con el propósito de desviarme de la verdad, del camino y de la voluntad de Dios. Sin embargo, he sido afortunada porque la misericordia y la gracia del Señor me han alcanzado en cada situación, y en lugar de alejarme de Él, estas experiencias me han servido para confirmar una vez más, dónde debo poner mis ojos y de quién debo depender en todo tiempo, de Jesucristo.
En el afán de conocer a Dios, muchas veces me encontré en el camino con diferentes predicadores, autores de libros, pastores y en general, líderes ministeriales a quienes escuchaba y de quienes tomaba ciertas enseñanzas que enriquecían mi crecimiento espiritual; desafortunadamente, no puedo decir lo mismo de todos, pues solo algunos de ellos me infundaron nuevas expectativas en mi vida, debido a sus supuestas revelaciones y conocimiento del reino de Dios.
El peligro con este asunto es que, sin querer y sin saber en qué momento, podemos ir adoptando algunas de sus enseñanzas, que si no son verdaderas, nos alejan cada vez más del propósito de Dios y de su Verdad; y lo peor es que todo esto obra de una forma muy sutil, y solo te percatas del error por la misericordia de Dios quien te saca de esa oscuridad y de esa nebulosa… ¡gloria a Dios!
Muchas personas se sienten seguras y firmes en el Señor porque tienen un cierto nivel de conocimiento acerca de la Palabra, porque llevan muchos años en los caminos del Señor, porque son líderes ministeriales o porque administran una gran obra; sin embargo, la manera tan sutil en que podemos caer en el error nos deja en una posición un tanto vulnerable, y no importa cuánto se sepa de la Biblia, qué título ministerial se tenga o cuántos años se lleve siguiendo al Señor.
Precisamente, la mayor debilidad que tenemos los seres humanos es confiar demasiado en nosotros mismos, lo cual nos pone en riesgo debido a la cantidad de ideologías y filosofías humanas que tergiversan o adulteran la Palabra de Dios, y que cada día, sobreabundan por todos los medios. Incluso y desafortunadamente, muchas veces en las mismas iglesias que dicen seguir a Jesucristo, es donde más existe la contaminación de la Palabra de Dios; y sí, lo más grave es que aquellos sedientos en su afán por pretender aprender y crecer en el Señor, o muchas veces, por hacer crecer el ministerio, muy despacito van enseñando a los demás el conocimiento de hombre y no el conocimiento de Dios inscrito en su Palabra.