viernes, 26 de diciembre de 2014

Los cristianos y el contentamiento

El contentamiento fue un proceso consecuente de la gran prueba que sufrió la vida de Pablo. Después de todo, Dios había dicho que lo usaría grandemente: “Instrumento escogido me es este para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15). Cuando Pablo recibió su comisión, “Enseguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios” (9:20).
Pablo no tenía prisa en ver que todo se cumpliese durante su vida. Sabía que tenía una promesa inamovible de parte de Dios y se aferró a ella. Pablo siempre tenía contentamiento por el lugar y a quien se encontrara ministrando: a un carcelero, a un marinero, a unas cuantas mujeres a la orilla de un río.... Tenía una comisión "mundial" y también, se mantenía fiel en predicar a Cristo de manera individual.
Pablo no estaba celoso de los hombres jóvenes que parecían rebasarlo en la tarea. Mientras éstos viajaban por el mundo ganando a judíos y a gentiles para Cristo, Pablo estaba en prisión. Él tenía que escuchar informes de grandes multitudes siendo convertidas, por medio de hombres con los que había tenido que contender acerca del evangelio de la gracia. Pero Pablo no tenía envidia de ellos. Sabía que un hombre rendido a Cristo, sabe tanto de rebajarse como de honrarse: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento…teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos” (1 Timoteo 6:6, 8)
El mundo de hoy en día, podría decirle a Pablo, “Tú ahora estás al final de tu vida. No tienes ahorros ni inversiones. Todo lo que tienes es una muda de ropa". La respuesta de Pablo hubiera sido: “Oh, pero he ganado a Cristo. ¡Oigan!, yo soy el ganador. He encontrado una perla de gran precio. Jesús me ha otorgado el poder de entregarlo todo y tomarlo nuevamente. Lo he entregado todo y ahora una corona me aguarda. Yo sólo tengo una meta en esta vida: ver a Jesús cara a cara. Todos los sufrimientos de este tiempo presente no se pueden comparar con el gozo que me aguarda.”

Oración para un amigo enfermo

La oración de sanidad requiere una fe auténtica.

 - Augustin Chiam
En una ocasión, la suegra de Pedro, discípulo de Jesús, estaba muy enferma. Cuando Jesús fue a visitar a esta familia, le pidieron ayuda para ella. En Lucas 4:38-39 vemos que Jesús se inclinó sobre la mujer, reprendió a su fiebre y la sanó. La Biblia nos muestra muchas ocasiones como esta, en la que amigos y familiares oran por la sanidad de un ser querido.

Cuando oras por un amigo enfermo, es importante que tengas en cuenta lo siguiente:
Eres un intercesor: Vemos en Lucas 4:38 que la familia rogó a Jesús ya que la mujer no podía. El intercesor es el que trae la petición delante de Dios, en favor del enfermo. Habitualmente, este no es momento para enfocarse en los intereses propios. Enfócate en tu amigo enfermo.
Declara el poder de Dios sobre la enfermedad. La Biblia nos dice en Filipenses 2:9 que Dios le dio autoridad a Jesús sobre todas las cosas. En el caso de la suegra de Pedro, vemos que Jesús reprendió a la fiebre y al instante salió de ella. Durante tu oración, ordena en el nombre de Jesús que la enfermedad se vaya.
Ora con la certeza de la bendición. Esta familia pidió ayuda a Jesús porque lo conocían bien y conocían lo que Él era capaz de hacer. Tenga en cuenta que todos en el pueblo sabían que Jesús no era médico. Aun así le rogaron a Él, un carpintero, que hiciera una obra milagrosa, lo que fue un verdadero acto de fe. Ora confiando que Dios tiene el poder y la habilidad de sanar.
Ora con palabras sencillas: Dios no está esperando que cites un diccionario médico. Un corazón sincero es lo único que Dios pide de un intercesor. Solo di lo que está en tu corazón.

Navidad cristiana

En estos tiempos actuales tan modernos, se ha producido un gran despertar tecnológico, un auge del progreso que ha mejorado indudablemente, nuestra calidad de vida. Entre tanto, este pragmatismo diario ha adormecido la parte espiritual, el yo interior de las personas, que se ha visto abotargado por una sociedad en ocasiones demasiado consumista y que incita al egoísmo. 

El sentido religioso de la vida, indudablemente, se ha visto perjudicado y con ello también, celebraciones tan importantes en la religión como la Navidad, que es el nacimiento del Niño Jesús. Se están perdiendo las costumbres intrínsecamente unidas a las navidades, como es el cantar villancicos, poner el Belén en nuestras casas, la visita a las iglesias... 

Una cosa es que El espíritu navideño se vea reducido a dar regalos a tus seres más queridos o poner un abeto, pero no se debe obviar la realidad cristiana que es la que fundamenta y da sentido a este período. Actualmente, hay algún sector de gente que quiere eliminar cualquier referencia religiosa, quieren convertirlas en unas fechas laicas y por eso desean, conscientemente, unas “Felices Fiestas” o como se oye alguna vez, “Feliz Solsticio de Invierno” para con ello, evitar decir las palabras “Feliz Navidad”. Y la verdad, no deberían entenderse unas navidades ajenas a Cristo.  
Apelo al espíritu navideño, a compartir con los más necesitados, a ayudar a nuestras madres y esposas en las tareas del hogar, a visitar las casas de nuestros abuelos, a ayudar a la gente en su transcurrir cotidiano…, que sea el eje de nuestro comportamiento, el hacer, en la medida de todas nuestras posibilidades, más feliz y más fácil la vida a la gente que nos rodea. Por ello, desde aquí, os deseo de todo corazón: 

FELIZ NAVIDAD y PRÓSPERO AÑO 2015

¿Qué sucedió durante el período entre testamentos?

El tiempo transcurrido entre los últimos escritos del Antiguo Testamento y la aparición de Cristo, es conocido como el período “entre los testamentos". Por no haber habido palabra profética de Dios durante este período, algunos se refieren a él como “los 400 años de silencio.” La atmósfera política, religiosa y social de Palestina cambió significativamente durante este período. Mucho de lo que sucedió fue predicho por el profeta Daniel. (Daniel capítulos 2, 7, 8, y 11).

Israel estuvo bajo el control del imperio persa, del 532 al 332 a.C. Los persas permitieron a los judíos practicar su religión con poca interferencia por su parte. Incluso les fue permitido reconstruir templos y tener adoración en los mismos (2 Crónicas 36:22-23; Esdras 1:1-14). T
iempo de relativa paz y contentamiento, fue solo la calma antes de la tormenta.


Alejandro el Grande desafió a Darío de Persia, imponiendo el gobierno griego al mundo. Alejandro fue un discípulo-estudiante
 de Aristóteles, y fue bien educado en la filosofía y política griega. Ordenó que la cultura griega fuera impuesta en cada territorio que conquistaba, y como resultado, el idioma hebreo del Antiguo Testamento fue traducido al griego, convirtiéndose en la traducción conocida como la Septuaginta. La mayor parte de las referencias del Nuevo Testamento a las Escrituras del Antiguo Testamento, utilizan el estilo de la Septuaginta. Alejandro permitió la libertad religiosa a los judíos, aunque aún promovía los estilos de vida griegos. Este no supuso un buen giro de los acontecimientos para Israel, puesto que la cultura griega era muy mundana, humanista e impía y por lo tanto, una amenaza para la religión de Israel.

Después de la muerte de Alejandro, Judea fue gobernada por una serie de sucesores, culminando con Antíoco Epífanes. Antíoco fue más lejos de refutar la libertad religiosa para los judíos. Cerca del 167 a.C., abolió la legítima línea del sacerdocio, y profanó el templo contaminándolo con animales impuros y un altar pagano (Marcos 13:14). Esto fue el equivalente religioso a una violación. Eventualmente, la resistencia judía contra Antíoco, restauró el linaje sacerdotal y rescató el templo. Pero a esto le siguió un período de más guerra, violencia y luchas internas.
Pero cerca del 63 a.C., Popeyo de Roma conquistó Palestina, poniendo a toda Judea bajo el control de los césares. Temporalmente, esto condujo a que el emperador romano y el senado pusieran a Herodes como rey de Judea. Esta sería la nación que cobraría impuestos y controlaría a los judíos, y eventualmente, ejecutarían al Mesías en una cruz romana. Las culturas romana, griega y hebrea ahora estaban mezcladas juntamente en Judea, con la común utilización de los tres idiomas.

Morir al yo

Luego llamó Jesús a sus discípulos y a la gente, y dijo: El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará. Marcos 8:34-35 
Frecuentemente, escuchamos que nos exhortan a morir a nosotros mismos y vivir una vida plena en Cristo, y hay un texto muy explicativo de lo que significa morir al yo:
“Cuando se olvidan de usted, lo dejan de lado o lo humillan, y no lo lastima ni le duele el insulto o la injusticia contra su persona, sino que da gracias en su corazón porque ha sido considerado digno de sufrir por Cristo, eso es morir a uno mismo.
moriralyoCuando hablan mal de lo bueno que usted tiene, le niegan sus deseos, ignoran sus consejos o ridiculizan sus opiniones, y usted se niega a permitir que la cólera anide en su corazón y rehúsa defenderse, aceptando la situación con una actitud de paciente bondad, eso es morir a uno mismo.
Cuando usted soporta paciente y amorosamente el desorden, las irregularidades, la impuntualidad u otras molestias similares; cuando se enfrenta al derroche, la extravagancia, la insensibilidad espiritual y todo lo sobrelleva como Cristo lo sobrellevó, eso es morir a uno mismo.
Cuando no le satisface referirse a sí mismo en las conversaciones, ni presentar una lista de sus buenas obras buscando el reconocimiento de los demás; cuando realmente se siente a gusto en el anonimato, eso es morir a uno mismo.
Cuando usted se muestra contento con cualquier comida, cualquier ofrenda, cualquier ropa, cualquier clima, cualquier compañía, cualquier soledad, o cualquier interrupción por amor a Dios, eso es morir a uno mismo.
Cuando usted ve prosperar a su hermano o ve cubiertas sus necesidades y logra honestamente, regocijarse en su espíritu por el bien que le ha tocado a otro sin sentir envidia, ni cuestionar a Dios, aun cuando sus propias necesidades parezcan ser mayores y más urgentes… eso es morir a uno mismo.
Cuando alguien con menos calificación que la suya lo reprende o corrige y usted se somete humildemente, no solamente por fuera sino también por dentro, sin que se manifieste en su corazón un espíritu de rebelión o resentimiento, eso es morir a uno mismo.”