miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿Jesús o Emmanuel?

El nombre que se anuncia en Isaías (Emmanuel) es el nombre profético de Cristo, y el nombre de Jesús es su nombre propio y personal.
¿Por qué si el ángel "instruye" para que al Mesías se le llame Emmanuel nunca se le llamó así a Jesús?
Con dos versículos de diferencia, en el evangelio de Mateo se nos indican dos de los nombres que recibirá el Niño nacido de la Virgen: Le pondrás por nombre Jesús... Se le pondrá por nombre Emmanuel (Mt 1,21.23).

Pero no hay oposición entre ambos nombres, porque el nombre que se anuncia en Isaías (Emmanuel), es el nombre profético de Cristo, y el nombre de Jesús es su nombre propio y personal. El nombre profético indica lo que significa para los hombres aquel momento, el nacimiento de ese niño: Será “Dios con nosotros” de un modo particular. De la misma forma, se lee en el mismo Isaías cuando dice a Jerusalén: Desde ahora te llamarás ciudad del Justo, ciudad fiel’ (Isaías 1,26), no porque hubiese de llamarse así materialmente, sino porque tenía desde entonces, una cierta conveniencia a causa de la purificación que en ella haría Yahvé. O, como dice a este propósito San Jerónimo, significan lo mismo Jesús que Emmanuel, no al oído, sino al sentido.

1. Emmanuel
Expresa la naturaleza, la personalidad del Hijo de María. El nombre está en la profecía que Isaías proclama ante el desconfiado Acaz, cinco siglos antes del advenimiento del anunciado en ella: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emmanuel, Dios con nosotros (Isaías 7,14). “Jesús es Dios; el Dios adorable que hizo el cielo y la tierra, que gobierna los astros y a quien sirven los ángeles. Pero sin dejar de ser Dios ni perder su Gloria, se “hunde” en nuestra historia y en nuestro mundo para convivir con los hombres que Él ha creado con la hechura de sus manos: Se hizo ver en la tierra y conversó con los hombres. Emmanuel expresa quién es el que nace: es Dios que se hace carne. Por eso el ángel dijo a María: lo que nacerá de ti será santo, será llamado Hijo de Dios (Lucas 1,35).

2. Jesús
Le pondrás por nombre Jesús porque Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mateo 1,21). Esas fueron las palabras del ángel a José. Este nombre expresa la misión del Hijo de Dios al encarnarse. Revela el motivo de la encarnación. Jesús en lengua hebrea, se dice Yehoshuah, y quiere decir Yahvéh salva, Dios salva; quiere decir, pues, Salud-dador. El que viene a dar la salud al alma, que es donde mora la enfermedad del pecado. ¿Quién puede perdonar los pecados sino Dios?, se preguntan los enemigos de Cristo, escandalizados no solo porque ha curado a un paralítico en Cafarnaúm sino, especialmente, porque ha anunciado la remisión de sus pecados (Marcos 2,7). Entendieron que de esta manera se igualaba a Dios, y no se equivocaban: solo Dios puede perdonar los pecados de los hombres. Por eso los perdonaba Cristo, porque era Dios, y para eso se había encarnado. Esto es lo que nos revela con su nombre. Muchos hebreos se llamaron Jesús por casualidad, decía Maldonado, jesuita en el siglo de oro español, “Cristo, en cambio, por determinado consejo, no humano sino divino. Aquellos que llevaron el nobre antes que Él no fueron verdaderos salvadores, y Cristo lo es más todavía de lo que el hombre acierta a significar. Para aquellos era un nombre común y vulgar; pero para Cristo fue peculiar y, según el profeta había predicho, propio y singular, porque de la manera que de Cristo se dijo, a nadie le conviene más que a Él, ya que no hay en otro alguno salud” (Juan de Maldonado).

El Precio

Dicen que el gran reformador Martín Lutero viajaba a pie muy a menudo. Y cuentan que, en cierta ocasión pidió alojamiento en una casa rústica de campesinos. Sin saber quién era, lo recibieron y lo trataron tan bien como pudieron.
Al saber quién era rehusaron cobrar cualquier remuneración, pero le pidieron encarecidamente, que se acordara de ellos en sus oraciones y que escribiera con tinta en sus paredes, alguna inscripción de recuerdo.
Prometió hacerlo y escribió: “Domini Sumus”. El campesino le preguntó qué significaban aquellas palabras, y Lutero explicó que tenían un doble sentido:
–   Significan “Somos del Señor”, pero pueden significar también “Somos señores”. Lo uno comprende lo otro, o sea, siendo propiedad del Señor Jesucristo, adquirida a gran precio, no debemos ser esclavos de Satanás ni de hombre alguno, sino señores auténticamente libres que no sirven al pecado sino al Señor Jesús.

Y se llamará su nombre… Príncipe de paz

“…y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”. Isaías 9:6
Paz. ¡Cuánto la ha buscado el mundo y la busca! En su nombre y por ella, se han hecho muchas cosas, buenas y malas. Algunos la buscan en medicamentos; otros intentan hallarla en una vida carente de todo tipo de conflictos, como el pacifismo; otros en la religión. Pero la paz no es ninguna de estas cosas. La paz es una persona.
El pasaje del principio es parte de la profecía sobre Jesús que Dios le dio al profeta Isaías. Y como vemos, entre los nombres que recibiría aquel niño de Belén está “príncipe de paz”.
Pero Jesús no vino a traer la paz que muchos esperan o buscan. La paz de Jesús no es un tratado de no agresión entre naciones, ni la ausencia de conflictos en las relaciones humanas. Es mucho más, algo superior. La paz de Jesús es la paz entre Dios y los hombres. Es el establecimiento de un puente eterno que nos permite cruzar de la Tierra a la eternidad. Él es ese puente de paz. Solo por Él podemos cruzar.
Jesús es la paz en medio del conflicto. Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. (Juan 16:33)
Jesús es la paz cuando el temor asoma por la ventana y quiere atarnos de pies y manos. La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden. (Juan 14:27)
Jesús es la paz que no tiene explicación. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:7)

La Navidad siempre cuesta

Vivir la Navidad es algo de todos los días y tiene un precio.
El escáner no dejaba de sonar, mientras la caja registradora marcaba los precios de todos los artículos que la cajera iba pasando. Lo que pensé en ese momento salió de mi boca casi sin darme cuenta: “¡Menos mal que la Navidad es solo una vez al año!” A lo que la cajera contestó: “¡Debería ser cada tres años!”.
regalo-2Esa conversación no se me ha olvidado… porque en realidad, la Navidad siempre ha costado algo, desde el principio.
A Jesús le costó todo. Un viejo himno navideño dice: “Tú dejaste tu trono y corona por mí, al venir a Belén a nacer…”. El Rey tuvo que despojarse de toda su gloria divina para que la Navidad pudiera ser una realidad, no solo en Belén aquel día, sino cada día en que alguien decide darle morada en su corazón.
María dijo sí a la primera Navidad a riesgo de que José la rechazara, cuando supiera que estaba embarazada y no le creyera cómo había sido. Y eso ni siquiera sería comparable con el dolor que experimentaría al final de la vida de aquel bebé. Le costó un gran precio ser valiente.
José aceptó ser el papá del niño rey de Belén. No estaba en sus planes. Su primer hijo, en realidad no era realmente suyo. Pero dijo que sí. Le costó obediencia y humildad.
Los famosos hombres sabios de Oriente, los llamados magos, viajaron desde lejos con todos los riesgos e incomodidades que una travesía así implicaba entonces, para ser partícipes de la primera navidad. Les costó tiempo, recursos y hasta valor para no obedecer a la orden del rey Herodes.
Los pastores estaban muy tranquilos haciendo su trabajo, cuando los ángeles les interrumpieron. ¿Cuánto caminaron, qué pasó con las ovejas? No sabemos. Les costó salirse de su rutina para ser testigos de la Navidad más grande.

El Secreto de Superar una Crisis - Crecimiento personal-espiritual

Navidad, época de alegría, fiestas, reuniones familiares, compras, pero... para otros es una época de tristeza, dolor y crisis. Si tú estas viviendo la segunda opción, ¿estás listo/a para hacer de esta navidad la mejor de tu vida? o ¿eres de los que crees que no hay esperanza, que las cosas se pondrán peor?, ¿cómo son tus pensamientos?, ¿qué te dices a ti mismo?, ¿te gustaría cambiar esa situación?
Con frecuencia nos limitamos solo a ver los problemas y hablamos de ello frecuentemente; al final, terminamos pensando que nuestra vida es patética y acabamos infelices, deprimidos, angustiados, desesperados, doloridos...
¿Qué podemos hacer para cambiar nuestra realidad? ¿Cómo hacer para que una crisis no nos afecte?
“Hay una historia de un rey de la India, que contaba con uno de los Palacios más hermosos y uno de los reinos más bendecidos de la historia de Oriente. Se acerca uno de sus súbditos y le dice: 
– Rey, quisiera conocer la clave que hace que a pesar de tener todas estas posesiones y lujo, sigas siendo una persona humilde, amorosa y de bendición para los demás. ¿Cómo has logrado ser humilde en medio de tanto oro?
 El rey le dijo: 
-“Te lo revelaré, si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero lleva una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré”. 
El súbdito comenzó su caminata por el Palacio recorriendo todo el lugar, toda su belleza y la omnipotencia de quien lo creó con la vela en la mano. 
Al término del paseo, el rey le preguntó: 
-“¿Qué piensas de mis riquezas?” 
La persona respondió: 
-“No vi nada. Solo me preocupé de que la llama no se 
apagara”. 
El rey le dijo: 
-“Ese es mi secreto. Estoy tan ocupado tratando de avivar mi llama interior, que no me interesan las riquezas de afuera”.
¿Qué lo mantiene tan ocupado en su problema que no puede ver las bendiciones y las riquezas que hay dentro de usted? ¿Conoce el secreto de poder disfrutar la vida?
El secreto es poder cambiar tu mirada, abrir tus ojos para contemplar la gloria, la grandeza, la belleza, la magnificencia de Jesús, quien habita en ti y es el personaje central de las navidades, todos saben de su nacimiento. Deja ya de ver y hablar de lo que te preocupa y comienza a ocuparte en Jesús. A medida que te ocupes en Él podrás ver la insignificancia de tus problemas y lo poderoso que es Él.