sábado, 13 de diciembre de 2014

De Gloria en Gloria

Ir de Gloria en Gloria es ir a la manera de Dios, y sorprendernos es su sello. Si hace años me hubieran preguntado ¿qué ves en el futuro?, respondería: una luz en las tinieblas. Si me hubieran preguntado, ¿crees que algún día recuperarás tu vida?, hubiera respondido: no lo sé pero pelearé por ella con todo mi aliento. Si me hubieras preguntado, ¿crees que Jesús te salvará?, te respondería: no lo sé, pero si no es Él nadie más podrá.
Jesús y su palabra alumbraron mi caminar y me llevaron por la senda que lleva a la vida. Seguí aquella luz en el tiempo oscuro de mi vida hasta que poco a poco, llegó el gozo a mi corazón.
orar25“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”
2 Pedro 1:19
Todo aquel que siga la luz de la palabra de Dios jamás se perderá, será salvo, recuperará su vida, e irá de Gloria en Gloria.
Miro hacia atrás y veo la mano de Dios hasta en el más mínimo detalle: en mi pareja, mi familia, mi trabajo, mis sueños, y en los dones y talentos que depositó en mí.
Al lado de Jesús descubrí que solamente sembrando con lágrimas, segaría una cosecha gloriosa. Si Jesús me salvó, no fue para tener una vida mediocre, sino para vivir de Gloria en Gloria.

Sin temor

En el año 1735, Juan Wesley, se trasladó desde Inglaterra a la Colonia de Georgia, en las Américas. En medio del Atlántico el barco en el que se hallaba, se enfrentó a una tempestad que puso en peligro la vida de tripulantes y pasajeros.
Juan Wesley se encerró en su cuarto, y desde allí pudo oír el canto de un grupo de moravos (checos) que, no teniendo recursos para pagar la comodidad de unos camarotes, tuvieron que quedarse en cubierta y sufrir la furia de la tempestad.
Después que pasó la tempestad, el señor Wesley preguntó a uno de los moravos cómo ellos y sus niños podían cantar en circunstancias tan terribles. Este le contestó con otra pregunta: Señor Wesley, ¿conoce usted a Jesucristo? 

¿Es Dios duro?

¿Es Dios duro?Cuando dudo que Dios cuidará de mí lo trato como a un "ser" duro. Debo tener presente que mi servicio a Dios depende de mi actitud hacia Él. 
El hombre con un talento lo enterró porque, para él, su amo era un hombre duro, un hombre que cosechaba donde no sembró y recogía donde no esparció (Mateo 25.24). Siempre que yo vea a Dios como un "hombre duro", esto afectará a mi servicio a Él. Haré aquello, pensaré acerca de ello, como algo infructuoso, una esclavitud sin gozo y un servicio sin compensación.
Pero digo, como Abraham, que el juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?
Simón Pedro, prácticamente insultó a Jesús cuando le dijo he aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué hay, pues, para nosotros? (Mateo 19.27). Eso fue prácticamente, tratar a Jesús como un hombre duro, porque la pregunta indicaba que había la duda en la mente de Pedro, de si alguna vez recibiría recompensa por su trabajo, lo que es es una contradicción. A menudo yo soy un cristiano contradictorio. Vamos a ver: creo en el amor y la justicia de Dios, y sin embargo, lo trato como a un hombre duro cuando dudo que cuidará de mí.

La carga por el desierto

Leía un relato de la antigüedad, que versaba sobre un asesino confeso que fue condenado a caminar por el desierto, sin alimento, sin agua, con las manos atadas; y amarrado a sus espaldas el cadáver de su propia víctima, a quien horas antes había matado.
la carga por el desierto
Obvio es que, muy pronto, la sed, el hambre, el cansancio, además del olor nauseabundo y contaminante que  empezaba a provenir de la macabra carga que llevaba a cuestas, volvió insoportable la situación del sentenciado, quien entre gritos de horror y desesperación, sufrió un infarto y murió…
Esta cruda historia me hizo reflexionar, figuradamente hablando, acerca de que a algunos nos puede ocurrir algo similar en nuestra vida interior. Transitamos por una especie de desierto llevando a nuestras costas, el “cadáver” de antiguos problemas, frustraciones, odios, o resentimientos, heridas no cerradas, perdones no conseguidos, traumas no superados, en fin… recuerdos amargos que permanecen, interponiéndose en nuestra búsqueda de felicidad.

El privilegio de la oración

Piense en alguno de sus mejores amigos. ¿Recuerda el momento en que lo conoció? Tal vez, al principio, solo tenían algunas cosas en común, pero con el tiempo, aprendió a interesarse por cada aspecto de su vida. La relación surgió con naturalidad, y no por obligación.
oracionPiense ahora en lo diferente que sería la amistad entre ustedes, si solo buscara a su amigo cuando necesitara algo. Lamentablemente, así es como tratamos a Dios algunas veces. En vez de venir a Él para gozar de su compañía, oramos solo cuando necesitamos su ayuda.
Pero el Señor nos creó para que tuviéramos una relación estrecha y amorosa con Él. Por eso nos ha dado el privilegio de buscarlo en oración en cualquier momento. De hecho, su Palabra dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia” (Hebreos 4.16). Si descuidamos este privilegio, pasarán desapercibidas las respuestas a nuestras oraciones, y perderemos la maravillosa oportunidad de conocer a Dios de manera personal.
El Señor se revela a nosotros de varias maneras. En Mateo 7.9-11, leemos que nuestro Padre celestial siempre da cosas buenas a quienes le pidan. Sin embargo, nosotros no decidimos lo que es bueno. Dios es un Padre sabio que mira más allá de nuestros deseos inmediatos, y ve lo que necesitamos.