miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿Cuál es tu meta?, ¿y tu objetivo? ¿Los tienes? - Reflexiones

Gran parte de nuestros fracasos y frustraciones tienen su origen en la no concreción de las metas propuestas. “¡Vaya descubrimiento!”, podría decir usted. Sin embargo, iremos un poco más allá de la superficialidad de las frases y los saberes previamente aprehendidos.
Un día, tiempo atrás, me inspiró la decisión de una persona por mí conocida, que decidió efectuar ciertos cambios en su vida. Casado y con tres hijos, este hombre de edad media, decidió concluir aquello que había dejado inconcluso en los años de su juventud: la finalización de su carrera universitaria.
Con gran esmero y mucho sacrificio, acudió a la universidad de estudios superiores, se informó sobre el estado de las pocas materias que le quedaban por aprobar, y se dispuso a estudiar para concluir cada uno de los exámenes pendientes.
-¿Y cómo le fue? 
Después de largos meses de estudio, en los que efectuó verdaderos “malabarismos” para coordinar los estudios con su agenda de vida, sin descuidar su rol como esposo, como padre y empleado de una importante empresa de la ciudad, aprobó la totalidad de las materias que le habían quedado pendientes, recibiendo finalmente, el anhelado título de Ingeniero Civil.
Objetivos, metas, decisiones... Un elemento conduce al otro, permitiendo lograr la concreción de los sueños.
Como mi amigo pudo comprobar, las metas no son cuestiones banales, cuestiones carentes de importancia, sino que llegan a ser verdaderos peldaños que nos guían en la escalera ascendente de la vida. Pero no tienen ningún valor en sí mismas, si las aislamos de los objetivos que, sin duda, llegan a ser “la meta de las metas”, el fin hacia el que debemos dirigir nuestros mayores y mejores esfuerzos.

Sirve con amor

¨Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor.¨
Colosenses 3:23-24 (Nueva Versión Internacional).
servir a DiosA medida que pasa el tiempo, vamos creando hábitos en nuestras vidas, como hacer deporte, comer saludablemente, orar, leer la palabra, ayunar, servirle a Dios etc. Pero llega un momento en que hacemos las cosas mecánicamente, porque nos toca, porque nos vemos obligados, o simplemente por pura costumbre.
Entonces perdemos la verdadera esencia, olvidamos el verdadero motivo por el que hacemos las cosas, y nos aburrimos de hacer lo mismo. Entonces, somos como robots, llegamos a la iglesia, nos sentamos en el lugar de siempre, servimos a Dios, regresamos al hogar encontrándonos con los mismos problemas y no hacemos nada por solucionarlos. Lo que se convierte en un círculo vicioso.
Una persona que se sienta así, es porque ha dejado su primer amor, o lo más seguro, es que ya no tenga la misma relación íntima con Dios, se ha apartado de su presencia y ha puesto otros intereses primero. Porque cuando tú estas en constante comunión con el Espíritu Santo, Él cada día te renueva y te revela grandes cosas, con las que puedes servir e impartir el evangelio a las demás personas. Te dará grandes ideas para llevarlas a cabo en el ministerio que estés, verás siempre una oportunidad en cada situación y no tendrás por qué aburrirte por hacer siempre lo mismo.

¿Tengo Que Dar Mi Dinero A La Iglesia?

¿Es aceptable lo que estás dando a Dios? Además del medio ciclo (moneda del templo) que cada hombre debía dar según la ley de Moisés, también debía dar la décima parte de sus ingresos. No había exenciones o deducciones. Además, claro, de los numerosos sacrificios y las ofrendas a los pobres.
En el Nuevo Pacto, sin embargo, el Señor no menciona ninguna cantidad específica que debemos dar. Desde el momento en que nos convertimos en cristianos, nosotros mismos pertenecemos completamente al Señor. En I Corintios 6:19-20, el apóstol Pablo dice: “Vosotros no sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio”. Y Pedro en su primera carta, capítulo 1, versículo 18-19,dice: “Nosotros fuimos redimidos (comprados por precio) no con oro o plata … sino con sangre preciosa, la sangre de Cristo”.
Esto significa que como cristianos, pertenecemos completamente al Señor; todo, nuestros cuerpos, mentes, capacidades y lo que venga a nuestras manos. En Hechos 4:32, se dice de los cristianos en Pentecostés que “y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía”, pero muchos vendieron sus posesiones para suplir las necesidades de los demás. Puesto que nuestros cuerpos, mentes, capacidades y posesiones son en realidad de Dios, somos en realidad, mayordomos de su gracia para utilizar lo que Él nos ha confiado y como quiere.
Es evidente que una parte de lo que nos da, debe emplearse en los gastos para nuestro sustento. Jesús dice en Mateo 6: 31-32, que el Señor sabe que tenemos necesidad de alimentos, ropa y otras necesidades de la vida. En I Timoteo 5:8, el apóstol Pablo dice: “Si alguno no provee para los suyos, y en especial su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”.
Pero aparte de nuestros gastos necesarios para vivir, está la parte del dar a Dios, la cual debe ser invertida en el avance de su reino. De esta forma, se debe apoyar el trabajo y el servicio de cada iglesia local.
Pero, ¿cuánto de nuestro tiempo, energías, y posesiones se debe aportar directamente a la obra del Señor y cuánto para nuestra manutención? Esto se deja a nuestra conciencia y a nuestro mejor juicio, pero en I Corintios capítulo 4, versículo 2 , el apóstol dice: “Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” Al final, por lo tanto, Dios juzgará cómo de fiel ha sido nuestra administración, y cómo hemos usado nuestras habilidades y nuestras posesiones. Hay gente como el pueblo de Israel, que dieron el diezmo de sus ingresos para el Señor y hay otros que dan la mayor parte, y les da para vivir muy bien con el resto. La decisión es de cada uno, pero hay tres principios que pueden ayudarnos en esta decisión.
En primer lugar, una persona debe dar en proporción a lo que tiene, y también como él planea o propone, en su corazón. En el capítulo 8, versículo 12, de la segunda carta a los Corintios, el apóstol dice que lo que se da “es aceptable según lo que uno tiene, no según lo que no tiene”, y en el capítulo 9, versículo 7, que cada persona debe dar “según como se había propuesto en su corazón”. Dar lo que uno “tiene”, significa en proporción a sus ingresos. En la parábola de los talentos, no se espera que el hombre de dos talentos lograra tanto como el de cinco. Es totalmente aceptable también, dar en situaciones de emergencia o por un impulso repentino, como el samaritano que ayudó al hombre en el camino, pero el Señor también quiere que demos según lo que hemos propuesto en nuestros corazones. Nuestro dar tiene que ser un hábito proporcional en la medida con la que nosotros mismos, hemos sido bendecidos.
En segundo lugar, el Señor, en Romanos 12:8, nos llama a dar “con generosidad”. Jesús en Lucas 6 enuncia una verdad universal: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida, rebosante se les darán en vuestro regazo. Porque con la medida con que medís, os será medido a ustedes otra vez. “ En Mateo 10:8, dice a sus discípulos: “De gracia recibisteis, dad de gracia.” Dios es, ante todo, el dador de todo lo que somos y tenemos, y es imposible dar más de lo que recibimos. Pero es posible dar siempre más, porque cuanto más damos más recibimos. Cuando Pedro dijo que los discípulos habían dejado todo para seguirlo, que entonces iban a recibir, Jesús dijo: “No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o tierras, por causa de mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo … con persecuciones, y en el siglo venidero la vida eterna “, Marcos 10:29-30.

Vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo resultará en mi liberación

Filipenses 1: 19  Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación.

Pablo se regocijaba al saber que Cristo era anunciado. Se regocijaba estando en prisión y confiaba también en su regocijo futuro. Nadie podía acabar con su gozo. Su esperanza estaba puesta en el Señor, y además, sabía que sus hermanos oraban por él y recibía la ayuda del Espíritu de Jesucristo.

Porque sé… para seguridad, ¡la de Pablo! Pablo menciona dos cosas que le ayudarían muchísimo y que ya estaba experimentando por el gozo que tenía en Cristo. La primera de ellas era la oración de los hermanos,... que por vuestra oración.... Pablo confiaba en que sus hermanos filipenses estaban orando por él, que estaban intercediendo por él, de forma que sus oraciones serían eficaces y tendrían resultados favorables para él.

La segunda de ellas, era la suministración del Espíritu de Jesucristo. Pablo atribuye su confianza en la ayuda del Espíritu del Señor. Él confiaba plenamente en el obrar poderoso del Espíritu, dependía totalmente del Señor Jesucristo quien tenía el control de todo. Aunque Pablo estuviera en la cárcel, el Señor siempre tenía el control.

En mi angustia Señor a ti clamé



En este día deseo:
“Liberes a las personas de sus deudas y de las cargas de las deudas.
 Nos envíes tu santa sabiduría para que podamos ser
administradores de lo que nos ha dado. Padre; gracias,
yo sé que eres maravilloso y poderoso,
 Tú siempre escuchas el clamor de tus hijos”. Amén
2
Mi Señor y Dios,
Tú eres mi roca, mi defensor, ¡mi libertador!
Tú eres mi fuerza y mi escudo,
mi poderosa salvación, mi alto refugio.
¡En ti confío!
3
Yo te invoco, Señor,
porque sólo Tú eres digno de alabanza;
¡Tú me salvas de mis adversarios!
4
Los lazos de la muerte me rodearon;
¡me arrolló un torrente de perversidad!
5
Los lazos del sepulcro me rodearon;
¡me vi ante las trampas de la muerte!
6
Pero en mi angustia, Señor, a ti clamé;
a ti, mi Dios, pedí ayuda,
y desde tu templo me escuchaste;
¡mis gemidos llegaron a tus oídos!
Salmos  18:2-6