domingo, 30 de noviembre de 2014

Una despedida

2a TIMOTEO 4:6 “Yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano”.
Después de que le diagnosticaran un cáncer terminal, Randy Pausch, de 47 años, regresó a la Universidad para dar su último discurso a colegas, alumnos y amigos. El profesor de informática pensó que asistiría un grupo reducido de personas; sin embargo, el auditorio estaba repleto. Durante una hora Randy les abrió su corazón, y acabó con una despedida humorística, profunda y conmovedora, más centrada en la vida que en la muerte.
despedidaA las pocas semanas, millones de personas habían visto por Internet el vídeo de la conferencia, que luego se convirtió en un best-seller. Por lo general, quienes se enfrentan a la muerte tienen una perspectiva inusualmente clara de lo que de verdad importa en la vida.
La despedida final del apóstol Pablo ha inspirado a innumerables seguidores de Cristo a través de los siglos. Escribió: El tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Su consejo a Timoteo se extrapola en el tiempo para desafiarnos también a nosotros. La carta comienza y termina con la gracia de DIOS, mientras que su contenido es una celebración por la incesante fidelidad del Señor. 
Para aquellos que pasan por el valle de sombra de muerte, oigan esta palabra: El llanto durará algunas oscuras y terribles noches, pero en medio de esa oscuridad pronto oirán el susurro del Padre: “Yo estoy contigo. En este momento no puedo decirte por qué, pero un día todo tendrá sentido. Verás que todo era parte de Mi plan. No fue un accidente; no ha sido un fracaso por tu parte. Agárrate firmemente de Mi mano, y deja que Te abrace en esta hora de dolor”.

El Más Fuerte


Un día día la piedra dijo: “¡Soy el más fuerte!”
Oyendo eso, el hierro dijo: “¡Soy más fuerte que tú!, ¿Quieres verlo?”
Entonces, los dos lucharon hasta que la piedra se convirtió en polvo…

El hierro, dijo a su vez:
“¡Yo soy fuerte!”
oyendo eso, el fuego dijo:
“¡Yo soy más fuerte que tú!, ¿quieres verlo?”
Entonces los dos lucharon hasta que el hierro se derritió.

El fuego, dijo a su vez:
“¡Yo soy fuerte!”
oyendo eso, el agua dijo:
“¡Yo soy más fuerte que tú!, ¿quieres verlo?”
Entonces, los dos lucharon hasta que el fuego se apagó.

El agua, dijo, a su vez:
“¡Yo soy fuerte!”
oyendo eso, la nube dijo:
“¡Yo soy más fuerte que tú!, ¿quieres verlo?”
Entonces, los dos lucharon hasta que la nube vio evaporarse el agua.

La nube, dijo, a su vez:
“¡Yo soy fuerte!”
oyendo eso, el viento dijo:
“¡Yo soy más fuerte que tú!, ¿quieres verlo?”
Entonces los dos lucharon hasta que el viento sopló la nube y esta se esfumó.

El viento, dijo, a su vez:
“¡Yo soy fuerte!”
oyendo eso, los montes dijeron:
“¡Somos más fuertes que tú!, ¿quieres verlo?”
Entonces, lucharon hasta que el viento quedó preso entre el círculo de montes.

Los montes, a su vez, dijeron:
“¡Somos fuertes!”
oyendo eso, el hombre dijo:
“¡Yo soy más fuerte que ustedes! ¿Quieren verlo?”
Entonces, el hombre, dotado de gran inteligencia, perforó los montes, impidiendo que atajasen al viento.

Acabando con el poder de los montes, el hombre dijo:
“¡Yo soy la criatura más fuerte que existe!”
hasta que vino la muerte, y el hombre que se creía inteligente y lo suficientemente fuerte, con apenas un golpe, quedó fulminado.

La muerte todavía lo festejaba, cuando, sin que lo esperase, vino un hombre y, en apenas tres días después de muerto, resucitó, venciendo a la muerte y todo poder le fue dado en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra.
Venciendo a la muerte, Él nos dio el derecho a la Vida Eterna a través de su sangre, que libera del pecado, cura las enfermedades y salva el alma del tormento eterno.
Ese hombre es JESÚS, el Hijo de Dios.
“Yo soy la resurrección y la vida. Aquel que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, jamás morirá.” (Juan 11:25-26)

Predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad

Filipenses 1: 15-18 Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún.

Así como hay algunos que predican por envidia y contienda, hay predicadores que lo hacen por amor y de buena voluntad, que saben quién es su Señor y a Él sirven. En medio de todo esto Pablo se siente gozoso porque, de todas las maneras, Cristo es anunciado.

Los que predican de buena voluntad lo hacen con un propósito lleno de gracia y con buena disposición. Son siervos que actúan con gozo, que hacen las cosas con buena intención, motivados por el amor de Dios en sus vidas.

Precisamente, como dice Pablo, que los tales anuncian a Cristo, como yo, por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. Estos predicadores proclamaban el evangelio por amor, conocían que Pablo era un siervo sincero que había sido puesto por el mismo Señor para la predicación de su Palabra. El Señor había llamado y establecido a Pablo para presentar defensa de su evangelio, en medio de una sociedad corrupta que rechazaba a Dios.

Con todo esto, Pablo está tranquilo porque de todas las formas, por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado. Si los que predicaban por envidia y contienda pensaban causarle aflicción a Pablo porque estaba en la cárcel, se equivocaron, porque otros predicaban por amor y lo hacían de buena voluntad. "Cristo es dado a conocer a los demás y en esto me gozo, y me gozaré aún".

La carga de la Vergüenza - Reflexiones

Pedro no podía negar su negación. La tumba vacía no borró el canto del gallo. Cristo había regresado, pero Pedro se preguntaba, o debió haberse preguntado: Después de lo que hice, ¿volvería Él por alguien como yo?
Nosotros nos hemos preguntado lo mismo muchas veces. ¿Fue Pedro la única persona que hizo lo que prometió que no haría jamás?
¡Basta de infidelidades!  De ahora en adelante voy a poner freno a mi lengua. No más tratos oscuros. He aprendido la lección.
¡Qué volumen el de nuestra jactancia! ¡Qué quebranto el de nuestra vergüenza! En vez de resistir el coqueteo, lo correspondemos. En vez de desoír el chisme, lo difundimos. En vez de apegarnos a la verdad, la escondemos.
El gallo canta, y la convicción de pecado nos taladra,... y Pedro halla un compañero en las sombras. Lloramos como Pedro lloró, y hacemos lo que Pedro hizo. Nos vamos a pescar. Volvemos a nuestra vida antigua. Volvemos a nuestras prácticas de antes de conocer a Jesús. Hacemos lo que viene de forma natural, en vez de hacer lo que viene de forma espiritual. Y dudamos que Jesús tenga un lugar para tipos como nosotros. 
Pero unos días después de su resurrección, Jesús Invitó a Pedro a tomar un desayuno. Jesús lo preparó.

Dios ve lo que no vemos

¿QUIÉN ES MATEO?
Era hijo de Alfeo y su otro nombre era Leví (Marcos 2:14, Lucas 5:27). Pero en el barrio también lo conocían como “el publicano”, por su oficio de cobrador de impuestos.
En esa época, ser publicano era sinónimo de “estafador” y “ladrón”, porque el publicano era el encargado de cobrar los impuestos (tributos) del pueblo. Y la gente no los quería porque les robaban cobrándoles de más.
Los publicanos tenían una pésima imagen y una peor fama: eran explotadores, extorsionadores, corruptos y ladrones. Y por lo tanto eran los más repudiados y odiados, al extremo que fueron echados de las sinagogas (las iglesias judías) por sus propios hermanos judíos. Era tal el desprecio que sentían por ellos que los comparaban con los pecadores y las prostitutas. Así era Mateo, un publicano. Y no lo querían en el barrio.
JESÚS VE LO QUE NOSOTROS NO VEMOS
¿Qué hace Mateo (Leví) cuando Jesús lo llama? (verso 9).
Mateo escucha y obedece la voz de Jesús. Deja todo y lo sigue. Decide renunciar a su vida de estafador, ladrón y pecador, para convertirse en un discípulo de Jesús. Pero no en un discípulo mediocre, en uno más del montón, (un poquito con Dios, un poquito con el diablo; un poquito en la iglesia, un poquito en el mundo), ¡no!, sino en el discípulo a quien el Espíritu Santo escogería para ser el escritor del primer evangelio.

Nadie daba nada por Leví, era muy mal visto por todos, y si no hubiera sido por Jesús, jamás hubiera llegado a nada. Pero al que todos despreciaban, Jesús lo amó. Y al que todos rechazaban, Jesús lo aceptó. Y lo mismo hace con nosotros.