Dios nos dio la vida para que lo honremos y lo adoremos y de esa manera, cumplamos su propósito.
“De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en él crea, no se pierda sino que tenga vida eterna” Juan 3:16
Cada día vemos testimonios del poder transformador de Dios en la vida de miles de personas. Son abundantes los testimonios de personas en ese sentido, al igual que el ciego sanado por el Señor Jesús, que lo vemos en el evangelio de San Juan, Capítulo 9.
“Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado cuando Jesús hizo el barro y le abrió los ojos al ciego. Por eso los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había recibido la vista.—Me untó barro en los ojos, me lavé, y ahora veo —respondió.
Algunos de los fariseos comentaban: Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no respeta el sábado. Otros objetaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes señales? Y había desacuerdo entre ellos.
Por eso interrogaron de nuevo al ciego:—¿Y qué opinas tú de él? Fue a ti a quien te abrió los ojos.
—Yo digo que es profeta —contestó.