domingo, 9 de noviembre de 2014

El Pecado y los Pecados

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 1 Juan 1:8.
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. 2 Corintios 5:21.

La Escritura nos habla del pecado y de los pecados, o dicho de otra forma, del árbol malo (el pecado) que produce sus frutos malos (los pecados). El pecado es, pues, esa fuente del mal que está en lo más profundo del ser humano.
¡Cuántas guerras, conflictos o sencillamente, trágicos sucesos produce esta naturaleza pecaminosa! Ni el conocimiento ni la tecnología han conseguido impedir que el mundo sea el escenario perfecto de la violencia y la inmoralidad.
Por lo tanto, el pecado es muy real y formamos parte de esa realidad. La Escritura dice que somos esclavos de él. Si reconocemos esta presencia del mal en nosotros, seremos inducidos a buscar la liberación del poder del pecado sobre nosotros, y podremos pedir a Dios que nos salve y nos libere.

Los frutos del Espíritu


Gálatas 5:22: Mas un fruto del Espíritu es: Amor.
Amar a los hermanos significa darse a sí mismo y a ellos de todo corazón. No debe ser porque fulanito me gusta o me cae bien, debe ser una decisión incondicional, sin importar las circunstancias, cómo me sienta, o si la persona lo merece o no.
También significa no esperar nada a cambio o de vuelta, aunque me vean o me traten mal. Es imitar a Cristo.
El amor consiste en hechos y no solamente en palabras, ¡que se vea tu amor por los hermanos a través de los hechos!. Que tus acciones proclamen tu amor por ellos: orar; ayuda espiritual, intelectual, económica, material, presencial... ayuda con tan sólo compartir un versículo.
Ayuda con dedicar unos minutos para que otro pueda aprobar una materia en la universidad. Con facilitar algún objeto que el otro necesita. Con estar presente a su lado para escuchar. 1 Juan 3:18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
Mira a tu alrededor y busca, ciertamente hallarás personas que necesitan recibir este amor que Dios ha puesto en ti para que lo compartas, y muestra esta parte del fruto del Espíritu. Pero recuerda, actúa siempre con discreción y de manera que solo Dios reciba la gloria.

Rescatado - Reflexiones

La casa de una viuda muy rica se incendió y la señora murió en el incendio.
Mientras los bomberos trataban de controlar las llamas, se dieron cuenta del que el hijito de la señora, de 5 años de edad, estaba dentro de la casa. No había forma de llegar, las escaleras no llegaban a él. El edificio no tenía ascensor y no sabían como llegar al niño.
Pero un hombre que pasaba por el lugar, vio la escena. Observó un tubo que había al lado de las llamas y que llegaba a la ventana donde se había asomado el niño. Nadie podía tocar el tubo por lo mucho que se había calentado, pero aquel hombre, valientemente, se deslizó por el tubo, quemándose las manos, hasta donde estaba el niño, salvándole la vida.
Un año y medio más tarde, se ventilaba en la corte judicial quien optaba para adoptar al niño y ser el albacea de toda su riqueza. Muchos lo solicitaron, y demostraron lo que creían necesario para optar a ello: trayectoria, negocios, solidez, riquezas, etc.
Pero a ninguno el niño aprobó, y esta era una condición sumamente necesaria. El juez volvió a llamar a quienes habían asistido para que probaran de nuevo, si adoptaban al niño, o si éste les aprobaba, cuando entró en la sala un hombre desconocido.
Caminó lentamente hacia adelante con las manos dentro de los bolsillos, el juez le preguntó por sus credenciales, a lo que respondió: “Señoría, no tengo riquezas ni negocios que me permitan competir contra todos los que aspiran a adoptar al niño”.
El juez le dijo: “¿Pues qué hace usted aquí?, alguna razón debe tener para adoptar al niño”. El señor le contestó: “Solo tengo estas muestras de amor abnegado” (Al decir esto mostró sus manos blancas, quemadas, desechas).
El niño al verlo, reconoció al hombre que le había salvado la vida y con lágrimas en sus ojos, corrió hacia él y le abrazó. Este hombre fue quien le adoptó.

La sabiduría que viene de Dios

Por favor, cambia tu mente a la forma de la de un niño, para que puedas entender la Palabra que Dios tiene para ti
A veces estamos llenos de ánimo y nos sentimos poderosos para llevar a cabo cualquier empresa. Entonces, solemos pensar en emprender algún negocio, o pensamos en retomar algo que estábamos haciendo, pensamos en servir de mejor manera en nuestra iglesia; pensamos y pensamos y luego, seguimos pensando. En estas circunstancias, es frecuente la frase “Esta vez sí…”, pero llega el fin de año y nos sentimos frustrados por no haber realizado lo que planeábamos hacer y, con sentimiento de culpabilidad, nos volvemos a comprometer con cosas que no vamos a cumplir. Esto pasa una y otra vez en el ciclo de la vida de muchos de nosotros.
Como cristianos, oímos estos 4 principios: “Determinación, disciplina, compromiso y perseverancia” ¡Cuánta falta nos hace como pueblo de Dios, aplicar estos cuatro principios! Pero hay otro más: Sabiduría.
Salomón definió la sabiduría como un tesoro que todo hombre debe buscar con gran ímpetu y esfuerzo. Muchos filósofos a lo largo de la historia, han hablado de aquello que, en su opinión, es la sabiduría; y Santiago la define como “La sabiduría que viene de Dios”. O sea, si tenemos temor de Dios y algo de prudencia, comprenderemos que esta es la sabiduría que vale la pena tener.
Veamos, entonces, lo que habla Santiago en este pasaje (Santiago 1). Y ante todo, pensemos en invitar a la sabiduría que viene de Dios, a ser parte de nuestra vida diaria:
1.     La sabiduría que viene de Dios nos ayuda a ver las dificultades como oportunidades (versos 2 y 3):
En estos primeros dos versículos, Santiago dice que debemos estar gozosos cuando estemos en dificultades, porque cuando nuestra fe se pone a prueba produce perseverancia. La Biblia dice constantemente, que la fe puesta a prueba es más valiosa que el oro.
Ahora bien, seamos sinceros: ¿Realmente estamos saltando de felicidad cuando los problemas tocan a la puerta de nuestra casa? ¿Somos lo suficientemente mansos como para decir "Dios, estoy en una situación difícil pero yo confío en ti y sé que me ayudarás”? ¿Cuando nos vemos frente a frente con la prueba, la vemos como una oportunidad para ser mejores y tener una fe más firme y valiosa?
Si la respuesta es negativa a estas preguntas, necesitamos la sabiduría de Dios para ver las dificultades desde una perspectiva diferente: Desde la perspectiva de Dios.
2.     La sabiduría que viene de Dios nos ayuda a ser perfectos y cabales (verso 4):
Cuando estamos en un examen podemos aprobar o suspender. Una prueba en la vida no es muy diferente a una prueba en la academia: Seguro que las pruebas llegarán y hay que estar preparados para aprobar, porque si no nos toca repetir la prueba hasta pasarla.
Si pasamos la prueba, no solo nuestra fe será más valiosa que el oro sino que nuestro carácter será perfecto y cabal. Las pruebas son la forma como Dios nos disciplina para ser mejores y formar nuestro carácter, así como un alfarero forma una vasija de barro. Las pruebas son las oportunidades que Dios nos da para alcanzar nuevos niveles con Él, pero si no las pasamos, quedaremos pendientes de reforzarnos toda la vida. ¿Quiere estar así toda su vida, sin poder pasar al siguiente nivel con Dios?
Si su respuesta es negativa, usted necesita la sabiduría que viene de Dios para pasar las pruebas y llegar a tener un carácter perfecto y cabal, a la medida de Cristo.

El perdón de Dios

Durante la Segunda Guerra Mundial Hans Rookmaaker fue un integrante activo de la resistencia holandesa. Pero fue capturado por los alemanes y enviado a un campo de concentración nazi donde comenzó a leer la Biblia.
Al estudiar la Palabra de Dios, descubrió que el íntimo deseo de Dios es perdonar y que seamos libres de pecados. De modo que entregó su vida a Cristo, y se maravilló por el gozo y la libertad que había hallado. 
Cuando Rookmaaker fue liberado de prisión al final de la guerra, inmediatamente se unió a una iglesia. Pero en lugar de tener comunión con personas libres, se sorprendió de encontrar a muchos cristianos que aún vivían en la esclavitud del pecado y no experimentaban el perdón de Dios.
Por otra parte, un personaje en una obra de Voltaire, moría murmurando: "Dios perdonará, ese es su trabajo." Aunque el perdón no puede darse por sentado de esta manera obligatoria, Dios nunca quiso que viviéramos en esclavitud.
La Biblia enseña que la confesión es el primer requisito para el perdón de Dios, ya sea para la salvación como para la comunión diaria con Él. Esta confesión implica arrepentimiento y, cuando sea necesario, restitución.
La confesión sin arrepentimiento es un fraude. En Proverbios leemos: "El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia" (28:13).
En ocasiones, la confesión también implica restitución (Exodo 22:1-15). Por lo general, este es un aspecto olvidado de la confesión. Si nuestro pecado privó a alguien de algo que le pertenecía o correspondía (algo material, dinero o trabajo), no solo debemos disculparnos con la persona ofendida sino que también debemos pagar tan pronto como sea posible.