Es curioso el llamamiento del Señor a Josué. Podemos ver que Dios, simplemente le dice ve y cruza el Jordán y lleva al pueblo a la tierra prometida. Es de imaginar la gran sorpresa de Josué, la de tener que asumir esa tremenda responsabilidad de buenas a primeras. No era nada fácil lo que Dios le había encomendado. De hecho, Dios podía ver el temor que había en el corazón de Josué, y por esto le dijo estas palabras: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.” Josué 1:5 (RVR1960).
Dios a quien llama respalda y por eso inmediatamente, al asignarle esta labor, le dice esas palabras a Josué que comenzaron a cambiar su mentalidad. Cuando el Señor nos pide que nos levantemos, es porque ya llegó el tiempo, el tiempo de servirle, de hacer lo que Él nos ha encomendado, de comenzar a movernos en el llamado que Él nos ha hecho.
Después no solo se observa el llamamiento, sino que Dios comienza a bendecir y a dar instrucciones a Josué. No se trataba solamente de que cruzara el Jordán y ya nada más, sino de lo que debía hacer después.“Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.” Josué 1:6 (RVR1960).
Tarea ardua debía hacer Josué, y por esta razón le instaba a que se esforzara y fuera valiente. En ningún momento el Señor le dijo que sería fácil sino que, de cierto modo, lo estaba preparando para lo que venía. Porque Dios no elige a los capacitados, sino que capacita a los elegidos, como Josué. Dios no llama a personas perfectas, Él llama a personas imperfectas para perfeccionarlas. Por esto el Señor instruye a Josué diciéndole: “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.” Josué 1:7 (RVR1960).