jueves, 30 de octubre de 2014

De Gloria en Gloria

Ir de Gloria en Gloria es actuar a la manera de Dios y sorprendernos de su sello personal. 
Si hace 4 años me hubiesen preguntado ¿qué ves de cara al futuro?, respondería: una luz en las tinieblas. Si me hubiesen preguntado ¿crees que algún día recuperarás tu vida?, hubiera respondido: no lo sé, pero pelearé por ella con todo mi aliento. Y si me hubiesen preguntado, ¿crees que Jesús te salvará?, respondería: no lo sé, pero si no es Él nadie más podrá.
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Jesús y su palabra alumbraron mi caminar y me llevaron por la senda que lleva a la vida. Seguí aquella luz en el tiempo obscuro de mi vida, hasta que poco a poco llegó el gozo a mi corazón.
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”
2 Pedro 1:19
Todo aquel que siga la luz de la palabra de Dios jamás se perderá, será salvo, recuperará su vida, e irá de Gloria en Gloria.
Miro hacia atrás y veo la mano de Dios hasta en el más mínimo detalle: en mi pareja, en mi familia, mi trabajo, mis sueños, y en los dones y talentos que depositó en mí.
Al lado de Jesús descubrí, que solamente sembrando con lágrimas segaría una cosecha gloriosa. Si Jesús me salvó, no sería para tener una vida mediocre, sino para vivir de Gloria en Gloria.

Capacitados por Dios - Reflexiones

Bette Nesmith ejercía de secretaria en Dallas mientras criaba sola a su hijo Michael, que luego se haría famoso con su grupo ‘The Monkees’.
Nesmith nunca se propuso ser inventora, solo intentaba solucionar los problemas que le provocaba su poca experiencia en mecanografía y taquigrafía. Como su formación de artista le hacía estar acostumbrada al uso de pinturas y tintas, un día intentó crear un producto con el que lograr tapar las faltas de mecanografía que cometía en el trabajo. Tras diversos intentos, elaboró una sustancia blanca que se secaba rápidamente y servía para ello, así que la puso en un botella y se la llevó al trabajo.
Cuando cometía algún error extendía la sustancia sobre el papel con un pequeño cepillo y luego volvía a escribir encima.
En 1956 convirtió su cocina en un laboratorio, debido a la fuerte demanda de sus compañeros y amigos.
En 1967 creó su propia compañía, la Liquid Paper Corporation.
En 1976, vendió 25 millones de botellas. Nesmith creó dos fundaciones para ayudar a las mujeres a encontrar nuevas maneras de ganarse la vida.
Bette murió en el año 1980, seis meses después de vender su empresa por 47,5 millones de dólares.

¿Qué dice la Biblia acerca de la necromancia?

La necromancia se define como hacer aparecer los espíritus de los muertos para el propósito de mágicamente, revelar el futuro o influir en el curso de los acontecimientos. En la Biblia, la necromancia es también llamada "adivinación", "brujería" y "espiritismo" y está prohibida muchas veces como una abominación a Dios (Levítico 19:26Deuteronomio 18:10Gálatas 5:19-20Hechos 19:19). Algunos apuntan a 1° Samuel 28:3-25 como un ejemplo de los muertos en comunicación con los vivos. El susto que llevó la adivinadora al ver a Samuel en vez de un espíritu impostor, muestra que ni ella esperaba ver en verdad a Samuel. Dios milagrosamente, mandó a Samuel esta última vez para proclamarle a Saúl su juicio y fin. Es algo contra lo que el Señor habla muy fuertemente, y debe ser evitado tanto como cualquier mal. La razón de esto, por lo tanto, es doble.
En primer lugar, la necromancia involucra a los demonios y hace objetivo débil a quien lo practica, del ataque demoníaco. Satanás y sus demonios intentan destruirnos, no dejar impartir en nosotros la verdad o sabiduría. Se nos dice que nuestro "adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1ª Pedro 5:8). En segundo lugar, la necromancia no confía en el Señor para obtener información, el Señor que promete dar sabiduría libremente a todos los que se la pidan (Santiago 1:5). Es muy revelador, porque el Señor siempre quiere guiarnos a la verdad y la vida, pero los demonios siempre quieren llevarnos a mentiras y daños graves.

¿Qué es el alma y qué es el espíritu?

Según la Biblia, el ser humano es tripartito. Se divide en cuerpo, alma y espíritu.
El cuerpo es la parte fisiológica del ser humano. Porque tenemos cuerpo comemos, bebemos, dormimos, corremos, descansamos, etc.
El alma es la parte psicológica del ser humano. Las emociones, la voluntad, el intelecto. El alma distingue al ser humano de los demás seres existentes sobre la tierra. Además, el alma distingue a cada ser humano por ser único y diferente en su género. Yo tengo mi propia personalidad, y la suya es diferente a la mía.
Y el espíritu es la parte de nuestro ser por medio de la cual podemos comunicarnos con Dios y entablar una amistad personal con Él. Dice la Biblia en Génesis capítulo 1 que “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”, lo que significa que también nos hizo espíritu, para poder comunicarnos con Él.
Una persona es cristiana, cuando Dios mora en el espíritu de esa persona. La Biblia señala en 1 Corintios capítulo 6: “El que se une con el Señor, un espíritu es con Él”.

Cómo resistir al Diablo

“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros”. (Santiago 4:7-8)
¿Cómo podemos resistir al diablo? Esa fue una pregunta de vital importancia para Jesucristo y sus apóstoles. Nuestro Señor tuvo que resistir al diablo repetidamente, y Él dijo en más de una ocasión: “¡Apártate de mí, Satanás!” Sus seguidores aprendieron eso de Él. Pablo trató de enseñar a sus compañeros a estar firmes en contra de las artimañas del diablo. Pedro los exhortaba: “resistidlo firmes en la fe”. Y Santiago, el hermano del Señor, dio a la iglesia este mandamiento con una promesa: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros”.
Los escritores del Nuevo Testamento no dudaron de la existencia de Satanás, lo dieron por sentado. Cuando dijeron: “resistid al diablo”, estaban seguros de que los cristianos en cualquier parte, sabían lo que querían decir.
Muchos modernistas rehusan hablar acerca del diablo como si se tratara una superstición. Incluso para algunos que profesan la fe de Cristo, este es un asunto incierto. No están seguros de que exista un “maligno”, un enemigo personal de Dios y sus propósitos. Tratan de explicar la batalla espiritual descrita en el Nuevo Testamento, en términos psicológicos, como si el demonio fuera un “enemigo imaginario”. Para ellos, hablar en serio de resistir al diablo no tiene sentido ni interés.
Pero debemos tener presente que las negaciones de la existencia de Satanás y sus obras no están basadas en ninguna evidencia. Nada ha sido descubierto o demostrado que pueda refutar el testimonio del Nuevo Testamento. Creer en Satanás no es un hecho en contra de la ficción o el conocimiento moderno, contrario éste a la ignorancia antigua. Es un problema básico, especialmente cuando la Palabra de Dios nos revela el trabajo de Satanás y de su mundo.
La revelación de Dios en Cristo abrió un mundo nuevo, concienciado en esta teoría existencial en todos los que la recibieron. Cuando los cristianos creyeron la Palabra acerca del majestuoso gobierno de Dios por medio de Jesucristo, descubrieron también que otro reino se le oponía. El reino de las tinieblas fue tan real para ellos, como el reino de la luz, y la Palabra de Dios les abrió los ojos a una guerra que para las mentes incrédulas era invisible. Es posible que el escepticismo de hoy no provenga de nuevos tipos de aprendizajes, sino de la pérdida de vitalidad espiritual.
Tratemos de mirar la realidad del mal a través de las Palabras de Jesús y sus apóstoles. De acuerdo con ellos, Satanás, el tentador, el diablo, está sobre todo, contra Dios. Aunque es una criatura, ha desafiado la autoridad de Dios y ha establecido un reino sin ley. Su propósito es impedir el designio de Dios, abolir Su autoridad y, si fuera posible, tomar Su lugar. Se opone a los seres humanos y busca destruirlos porque ellos fueron hechos a la imagen de Dios. Su maldad es dirigida especialmente contra los cristianos porque ellos pertenecen a Dios y sirven a sus propósitos. Ellos amenazan su reino, por lo que su reacción es apartarlos de Dios, ya sea asustándolos o atrayéndolos a unirse a él en rebelión. Y cuanto un hombre o una mujer, un grupo o un ministerio, más se identifique con Jesucristo y se comprometa con sus propósitos, más intentarán oponérseles el diablo y sus emisarios.
Resistir al diablo significa resistir sus ataques; es rehusar sus propuestas. ¿Cómo pueden los creyentes hacer eso? Primero y fundamentalmente, escribe Santiago, tienen que acercarse a Dios. Los hijos de Dios deben acercarse a Él, moverse hacia Él y vivir en comunión con Él.
Cuando Santiago habla de resistir al diablo y acercarse a Dios, se refiere al orgullo y a la humildad. “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. (Santiago 4:6-7)
El negarse orgullosamente a rendirse a Dios, hace al diablo lo que ya es de por sí. Un escritor famoso se imaginaba al diablo murmurando provocativamente: “es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo”. Orgullo, para este caso, significa pretender vivir independientemente y no querer nada en absoluto del que nos hizo. Esto espiritualmente, significa pensar y querer actuar como si Dios no existiera, como si nosotros fuéramos Señores de nuestros propios derechos.
En cambio, la humildad es exactamente lo opuesto. Implica un sentido de gratitud por depender de Dios, un gozo por pertenecerle y la confianza de entregarse a su voluntad. Cada insinuación de humildad es un paso en dirección a Dios, lo que significa acercarnos a Él y abrirle nuestras vidas.
En nuestra relación con Dios a través de Cristo, confiando en Él, entregándonos a Él y aceptando Su gracia, encontramos la fortaleza que necesitamos en contra de los poderes del mal. Por esa razón, el apóstol Pablo exhorta a sus compañeros a “fortalecerse en el Señor y en el poder de Su fuerza”, y a “revestirse con toda la armadura de Dios para la batalla cristiana”. Aquí está la respuesta: cada vez que sea tentado a apartarse de Dios y a vanidosamente, seguir su propio camino, diríjase hacia El, llámelo en su ayuda y asegúrese con Su fortaleza. Esa es su primera línea de defensa. ¡Hágase fuerte en el Señor!
Uno de los principales objetivos de Satanás es intimidar a los hijos de Dios y asustarlos, para que no sean sus discípulos ni testifiquen. Algunas veces lo hace promoviendo la persecución hacia ellos. Así lo hizo con Jesús, con los cristianos del primer siglo y con los mártires de cada generación. El diablo nos amenaza con horrendas consecuencias si seguimos a Cristo. Pedro lo describe como “un león rugiente buscando a quien devorar”. Él sabe a qué le tenemos más miedo y sabe cómo manejar nuestros temores.
Pedro escribe: “resistidlo firmes en la fe”. Y Pablo nos exhorta a tomar el escudo de la fe para apagar los dardos de fuego del maligno. La fe es el antídoto para el temor.
En cierto sentido, el diablo es un alardeador y por supuesto, un engañador, un mentiroso. Trata de hacernos creer que es menos peligroso de lo que realmente es. Es como uno de esos peces de las profundidades marinas, que se inflan para atemorizar al enemigo engañándoles con su apariencia. Esos peces lucen como asesinos, pero en realidad son solo globos de aire. Igualmente, Satanás puede disfrazarse de un león rugiente; pero a causa de Cristo, es un encadenado. Nosotros somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó.