sábado, 18 de octubre de 2014

¿Por qué la gente rechaza a Jesús como su Salvador?

Quizá haya tantas razones de rechazo a Cristo como personas que lo rechazan, pero estas cuatro son las principales:

(1) Algunas personas no creen necesitar un salvador. Esta gente se considera a sí misma, como “básicamente buena” y no se dan cuenta de que ellos, al igual que toda la gente, son pecadores y no pueden ir a Dios por sus propios medios. Pero Jesús dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6). Aquellos que rechazan a Cristo nunca estarán ante Dios y abogarán por su caso basados en sus propios méritos.

(2) El miedo al rechazo social o a la persecución, desaniman a algunas personas a declarar a Cristo como su Señor. Los incrédulos en Juan 12:42-43 no confesaban a Cristo, porque estaban más preocupados por su estatus entre sus semejantes, que por hacer la voluntad de Dios: “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.”

Instruir a nuestros hijos con la palabra de Dios

“Y estas palabras que Yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” Deuteronomio 6:6-9
          De la forma como se están implantando las leyes en esta sociedad, cabe decir que la sociedad es un enemigo para nuestros hijos. Isaías 5:20 dice: !Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!
          Sabemos que Satanás desde el principio, quiso contradecir todo lo que el Señor creó, y con sus mentiras ha engañado a muchos. Su objetivo es eliminar todo lo que tenga que ver con Dios e implantar engaños y dudas en la mente del ser humano, para que no crea en el Señor nuestro Dios. Pero, “Los que confían en Jehová son como el Monte de Sión que no se mueve; sino que permanece para siempre” (Salmos 125:1). 
Inline image 1Cuando miramos con el ojo humano las noticias y lo que está pasando en el mundo, Satanás está ganando. Pero mi ojo espiritual me dice y me confirma en las Escrituras, que Satanás está derrotado desde el principio. Jesús derrotó al adversario en la cruz del Calvario. El enemigo, pues, anda enojado y se quiere desquitar eliminando y borrando todo lo concerniente a Dios. Por otro lado, el Señor nos manda que nos grabemos en el corazón Su Palabra.
        Como padres, es un mandato de Dios inculcarles a nuestros hijos continuamente Su Palabra. El Señor anhela que lo busquemos día y noche y que Su Palabra quede grabada en nuestros corazones, para así instruir a nuestros hijos. Ellos son el futuro, y como padres, tenemos la responsabilidad de instruirlos en el Camino del Señor. Hablar de la Palabra de Dios forma parte de su crecimiento espiritual para que, cuando no estén en casa, puedan llevar consigo esa semilla de fe dondequiera que vayan y llevarla también, a sus generaciones. 
Debemos instruir a nuestros hijos, de manera que lleven consigo el temor y la creencia de la fe en Dios y obedecer Sus Estatutos. Lamentablemente, hoy en día hay muchas complejidades que salvar, al instruir a nuestros hijos y cómo llegar a ellos con efectividad. Pero lo más importante es que debemos tener un propósito y un fundamento sólido de fe al criarlos, puesto que somos responsables de lo que Dios nos ha dado. Proverbios 22:6 nos habla de cómo debemos instruir a nuestros hijos. “Instruye al niño en Su Camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. El Camino al que se refiere es el Camino de Dios. Interesarse en ellos e inculcarles la Palabra de Dios desde temprana edad, es lo mandado. Prestarles atención y sacar tiempo para escucharles es de suma importancia. Interesarse en lo que ellos ven y escuchan es importante porque “todo me es lícito mas no todo me conviene” (1 Corintios 10:23).

La Esposa del Líder

¿Qué o quién es la esposa de un líder? ¿Es la esclava? ¿Es la que tiene que estar en todas las actividades de su esposo? ¿Tiene que servir siempre a la gente? ¿Debe siempre estar bien vestida y saber hablar? ¿Como madre, tiene que abstenerse de ciertos placeres para estar con los hijos? ¿Y como mujer, tiene que complacer los caprichos del esposo, incluyendo las exigencias sexuales que él le haga?
La esposa del líder es: Simplemente una mujer. Dios nos hizo simplemente, mujeres. Nos dio el sexo femenino con la capacidad de ser el tipo de mujeres que Él quiso que fuéramos en vida. Nos creó para grandes cosas y para alabanza de Su gloria.
La esposa de un líder necesita: Ante todo, saber su valor como persona.
Como mujer. Descubrir quién es, para qué está en esta tierra, cuál es su potencial y lanzarse a la aventura de ser la mujer que Dios destinó que fuera.
Como esposa. Y dijo Dios: No es bueno (nada bueno) que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. La esposa necesita entender cuál es su posición, dada por Dios, qué rol tiene. Necesita ser una mujer que apoya a su esposo, pero que también se le opone cuando él se sale de los principios de Dios, y que le respeta en su posición de hombre, de cabeza del hogar.
Como madre. Herencia del Señor son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre. Necesita y debe amar a sus hijos incondicionalmente, no hacer comparaciones con otros hijos, respetar sus puntos de vista, expresarles amor cada día, ponerlos ante el altar de Dios, recordar que no podemos cambiar a ninguno, soltarlos y dejar que Dios haga Su obra en cada uno de ellos.
Como sierva de Dios. Entender que Dios está más interesado en lo que estamos llegando a Ser, que en lo que estamos haciendo, y para saber esto se requiere mantener una comunión íntima con Dios, meditar en Su palabra, y escuchar y obedecer Su voz.

Eso Hizo Toda La Diferencia…

Dos caminos divergían en un bosque de tono cobrizo-amarillento, como corresponde al otoño, y apesadumbrado por elegir, por no poder recorrer ambos caminos al ser tan solo un viajero, por decidir me detuve largo tiempo; miré a lo largo de uno tan lejos como pude hasta el extremo de que giraba en la maleza.
Entonces tomé el otro, muy parecido, siendo tal vez menos oportuno porque estaba cubierto de hierba y mostraba menos desgaste; aunque pensándolo bien, al atravesarlo lo habría de desgastar igual.
Ambos yacían igualmente, llenos de hojas que nadie había oscurecido con sus pisadas. Bueno, ¡dejo el primero para otra ocasión!, pensé. Sin embargo, sabiendo que un camino llevaba a buen término, dudé que alguna vez tuviese la oportunidad de tomar el otro.
Al contar esto, lo hago con un suspiro. En algún lugar, hace muchos, muchos años, dos caminos divergían en un bosque y yo… yo tomé el menos transitado… y eso hizo toda la diferencia.
Este pensamiento es en realidad, un poema que ilustra una reflexión personal que puede extrapolarse a todos.
Nos presenta un cuadro de las decisiones que tomamos en la vida: una vez tomada una opción, aun pensando que podamos regresar, caso de fracasar, para tomar la otra opción, pronto descubrimos que en muchos casos, la decisión es irreversible. Esto no significa, sin embargo, que Dios no nos dé nuevas oportunidades, lo cual Jesús mismo vino a garantizar.

¡Anímese!

Si usted necesita ánimo y no hay nadie cerca para dárselo, déselo usted mismo, como lo hizo David (1 Samuel 30:6). Él tenía una actitud positiva respecto a sí mismo, y usted también debería tenerla. Todos deberíamos cuidarnos de tener actitudes orgullosas, pero no está nada mal tener una actitud buena y confiada hacia nosotros mismos. 
David estaba en una situación que parecía desesperada: su ciudad estaba destruida, sus mujeres e hijos habían sido capturados, y sus hombres lo culpaban a él por todas esas desgracias. ¿Y qué hizo David? Se alentó a sí mismo y se fortaleció en el Señor. Más tarde, esa situación se dio la vuelta totalmente (1 Samuel 30:7–20).
Al comienzo de su vida, cuando David era apenas un jovencito, todos a su alrededor lo desalentaban respecto a su capacidad para pelear contra gente como Goliat. David, sin embargo, puso su confianza en Dios. Él creyó que Dios le haría fuerte en su debilidad y le daría la victoria. Él fue en el nombre del Señor, con un corazón lleno de confianza, y se convirtió en el matador del gigante; más tarde sería coronado rey (1 Samuel 17). David no tenía a nadie que creyera en él excepto Dios, así que, creía de sí mismo lo que Dios creía de él; creía en la capacidad depositada por Dios en él.
El Señor, en una ocasión me habló, me dijo que sin confianza en mí mismo, realmente no tenía confianza en Él. Me dijo: “Yo estoy en ti; yo soy tu confianza, pero solo puedo hacer a través de ti lo que tú creas”. La inseguridad es algo absolutamente atormentador. Mejor tener confianza.