Fundamentalmente, los que no son de la raza ni de la fe judías. Los términos así traducidos, son realmente menos restringidos en su significado básico, que las propias traducciones, pues estas denotan sencillamente "naciones", y fueron usadas para referirse a cualquier grupo étnico, incluso a los judíos.
Sin embargo, los escritores judíos generalmente, aplicaban estos términos a las razas y naciones que no descienden de Abrahám (2 Reyes 16:3; 2 Corintios 33:2; Esdras 6:21; etc.); por tal motivo, estos vocablos llegaron a enfatizar la diferencia espiritual y racial, entre los israelitas y las diversas naciones paganas que los rodeaban (para muchos eran los idólatras, quienes no reconocían al verdadero Dios).
En el Antiguo Testamento de la RVR, se usa la palabra "gentil" una sola vez, en relación con la designación de "Galilea de los gentiles" (Isaías 9:1); en todos los demás casos se la traduce por "naciones" (Gn. 10:5, 20, 31;17:6; 18:18; Ex. 32:10; 34:10, 24; Lv. 26:33; 2 S. 22:44; etc.), "gente" (Lv. 25:44; Ex. 19:6) o "pueblo" (Jos. 3:17; Jue. 2:20; Sof. 2:9; Zac, 12:3).
Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
sábado, 11 de octubre de 2014
Cómo escuchar a Dios para andar con Él
Una de las lecciones más importantes que podemos aprender es cómo escuchar a Dios. En nuestras vidas, complicadas y ajetreadas, nada es más urgente, nada es más necesario y nada es más satisfactorio que oír lo que Dios quiere decirnos y obedecerlo.
Por supuesto, una conversación de verdad implica tanto hablar como escuchar, y a la mayoría de nosotros nos va mejor con la primera parte.
En mi caso personal, llegué a un extremo en que estuve tan ocupado haciendo la obra del Señor, que me quedaba muy poco tiempo para cualquier otra cosa. Predicaba seis veces a la semana, grababa dos programas de televisión y pastoreaba en una iglesia grande. También desarrollábamos el lanzamiento de la emisión de programas de alcance internacional. O sea, pasaba mucho tiempo hablándole a Dios, pero un día me di cuenta que no pasaba la misma cantidad de tiempo escuchando lo que Él me decía. Supe que algo tenía que cambiar. Si no aprendemos a escuchar al Señor, vamos a cometer errores que nos van a salir muy caros.
En mi caso personal, llegué a un extremo en que estuve tan ocupado haciendo la obra del Señor, que me quedaba muy poco tiempo para cualquier otra cosa. Predicaba seis veces a la semana, grababa dos programas de televisión y pastoreaba en una iglesia grande. También desarrollábamos el lanzamiento de la emisión de programas de alcance internacional. O sea, pasaba mucho tiempo hablándole a Dios, pero un día me di cuenta que no pasaba la misma cantidad de tiempo escuchando lo que Él me decía. Supe que algo tenía que cambiar. Si no aprendemos a escuchar al Señor, vamos a cometer errores que nos van a salir muy caros.
Tal vez se cuestione: ¿Acaso el Señor realmente nos habla en la actualidad? La Biblia nos asegura que así es. El libro de Hebreos empieza con estas palabras: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (Hebreos 1.1, 2). Dios no está callado, está vivo y se mantiene activo. Él nos habla individualmente y de manera que podemos escucharle, recibir su mensaje y obedecerle. Él es infinito y plenamente capaz de comunicarse con cada uno de nosotros, donde estemos, en medio de nuestras circunstancias, y de una manera muy personal.
Este es uno de los conceptos más importantes que usted debe entender para aprender a escuchar a Dios. Cuando el Señor habla, le está hablando a usted. La Palabra de Dios contiene Su verdad; por lo tanto, recíbala como algo personal. Permita al Espíritu Santo abrir su corazón, para que usted tenga un entendimiento más profundo de las Escrituras. Así podrá reclamar las promesas de Dios para su vida y también entenderá a un nivel más profundo, su provisión, su cuidado y su amor.
¿Necesitas un milagro?
HACED TODO LO QUE ÉL OS DIGA" (Juan 2:5b)
El primer milagro que Jesús hizo fue en una boda. Al enviar las invitaciones, los recién casados tuvieron el sentido común de invitar a Jesús. ¿Necesitas un milagro hoy? Invítale, escucha cuidadosamente lo que Él te diga, y ¡hazlo! Jesús dijo que llenaran de agua unas tinajas vacías (Juan 2:7).
Esto no tenía mucho sentido, pero tampoco lo tenía caminar siete veces alrededor de las murallas de Jericó o restregar con barro los ojos de un ciego. Y sin embargo, las murallas de Jericó cayeron y el ciego recibió la vista.
Aquel día en la boda, Jesús dijo esencialmente: "Dame lo que tienes y Yo te daré a cambio lo que necesitas". Y esto todavía funciona así. Se llama: "la ley de la cosecha": "... el que siembra generosamente, generosamente también segará" (2 Corintios 9:6b). Jesús sabe además, cómo llenar tus "redes vacías" y sacarte de deudas. Fíjate en los discípulos: "... aquella noche no pescaron nada" (Juan 21:3b).
A Dios le gusta empezar de cero para que no haya duda sobre de dónde viene el poder y de quién es el mérito. Pedro sabía mucho de pesca, pero Jesús sabía mucho más: Jesús sabía dónde picaban los peces. Nuestro Señor conoce el sitio preciso, el momento oportuno y el modo adecuado. Así que, haz lo que Él te diga. Si lo haces, vas a triunfar en la vida. Aquella noche, Pedro pescó tantos peces que tuvo que soltar algunos. Ahí está: había "más que suficiente", y este es aún el modo en el que Dios actúa. Primero, Él te bendice a ti y después a otros a través de ti. Pero recuerda, la fórmula siempre es: "haz todo lo que Él te diga" (Juan 2:5b).
A Dios le gusta empezar de cero para que no haya duda sobre de dónde viene el poder y de quién es el mérito. Pedro sabía mucho de pesca, pero Jesús sabía mucho más: Jesús sabía dónde picaban los peces. Nuestro Señor conoce el sitio preciso, el momento oportuno y el modo adecuado. Así que, haz lo que Él te diga. Si lo haces, vas a triunfar en la vida. Aquella noche, Pedro pescó tantos peces que tuvo que soltar algunos. Ahí está: había "más que suficiente", y este es aún el modo en el que Dios actúa. Primero, Él te bendice a ti y después a otros a través de ti. Pero recuerda, la fórmula siempre es: "haz todo lo que Él te diga" (Juan 2:5b).
La gracia y la verdad
La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Juan 1:17
Con misericordia y verdad se corrige el pecado. Proverbios 16:6
El Señor Jesús vino a este mundo para traernos “la gracia y la verdad”. Estos dos valores forman una unidad no disociable. Una no puede ir sin la otra, y no se oponen entre sí.
La gracia es el poder de Su amor; amor que condujo a Jesucristo a venir para encontrarse con forma de hombre, en su condición de miseria. Necesitábamos urgentemente esa gracia para no ser condenados rápida y definitivamente. Y al mismo tiempo, Jesús vino a decirnos la verdad sobre las exigencias del Dios santo y sobre nuestro estado pecaminoso; estado de alejamiento y enemistad contra Él.
Dios, quien es muy limpio de ojos para ver el mal (Habacuc 1:13), condena el pecado pero ama al pecador. Dios pudo conciliar su justicia y su amor, cualidades aparentemente discordantes entre sí, haciendo que Cristo llevase la condena que merecía nuestro pecado. En la cruz del Gólgota, cuando Jesús aceptó ser juzgado en nuestro lugar, “la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Salmo 85:10).
Cuando el hombre, iluminado por la verdad de Dios, reconoce que es pecador, Dios, a quien le complace perdonar, se da a conocer como “Dios Salvador”. No creer lo que Dios dice en la Biblia es ir directamente hacia el juicio y la muerte eterna. Todos los que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos perecen" (2 Tesalonicenses 2:10). Aceptar la verdad revelada en la Biblia, es obtener el perdón y la justicia que Dios nos ofrece gratuitamente.
Renuévame y Yo te busco
En la Biblia, en Colosenses 3:23 leemos: y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres. ¿Por qué incido en esto? Veamos: diariamente recibo por
correo electrónico diferentes vídeos musicales y recientemente, pude adquirir
uno del concierto que dirigió y cantó Marcos Witt en Puerto Rico, con motivo del
25 aniversario de su ministerio pastoral. Solamente decir que este hombre,
aparte de cantautor cristiano excelente, es compositor, pastor y líder cristiano-evangélico.
Cuando escuché este
concierto realmente quedé estupefacto. Su impacto en mí fue tremendo. ¡Es…
genial! Dentro de él, y las más de dos horas que dura, encontramos muchas
canciones que jalonan la carrera musical de Marcos. Pero hay una, como bien
reconoce él, que, para mi gusto y también para él, es de lo mejor y,
seguramente, la más famosa. Se llama “Renuévame”.
“Renuévame” es una canción
que compuso en 1.992 y es un canto de alabanza-adoración al Señor. En ella se
oye la necesidad que tenemos de Él, que necesitamos que nos renueve.
Necesitamos que cambie nuestra naturaleza pecadora por la suya; por su
naturaleza espiritual. Dice que “todo lo que hay dentro de mí necesita ser
cambiado, Señor; todo necesita más de ti”.
Esta canción dio la vuelta
al mundo, se vendieron miles, miles y miles de copias; hay múltiples versiones
de ella, como la última precisamente en este concierto, una bachata, como le
enseñó nuestro querido y admirado Juan Luis Guerra. Pero la mejor versión de
todas es la de Dios, porque sólo Él sabe cómo hacer para que todo,
absolutamente todo en nuestro corazón sea cambiado y enfocado a Él.
Marcos la compuso con todo
su corazón, como para el Señor, pero… cuando la acabó comprendió que, aunque
verdaderamente excelsa, necesitaba un complemento; necesitaba algo más.
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