martes, 23 de septiembre de 2014

Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón limpio

"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí". Salmos 51:10.
¿Cuál es el período más largo que has pasado sin pecar? ¿Una semana, un día, una hora? 
¿Cómo respondemos a una pregunta así? Si somos sinceros, podríamos afirmar: "No puedo vivir ni un solo día sin pecar". O si consideramos la semana que pasó, podríamos ver que no le hemos confesado a Dios ni un solo pecado. Nos engañaríamos si dijéramos que no hemos pecado con nuestros pensamientos o acciones durante una semana.
Dios conoce nuestro corazón y sabe si somos sensibles al poder de convicción del Espíritu Santo. Si en verdad nos conocemos, admitiremos lo que declara 1 Juan 1:8Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Con toda seguridad, no queremos que el versículo 10 sea una realidad en nuestra vida: Si decimos que no hemos pecado,( …) su palabra no está en nosotros.

Opta por El Perdón

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Opta por el perdón. Perdonar es liberar al prisionero y descubrir que el prisionero era uno mismo. 
Como Dios exige perdonar, es perfectamente posible hacerlo. A veces es difícil, ya que por naturaleza uno quiere desquitarse de lo sufrido.
El perdón se opone aparentemente, a la justicia, la cual nos puede llevar a persistir en la ira, si castigamos a los demás una y otra vez en nuestros pensamientos, por el dolor que nos han causado.
Veamos los motivos por los que el perdón es necesario:

Olvidar no es perdonar.
El que quiera olvidar lo que le han hecho descubrirá que no puede. Los pensamientos
y heridas vuelven de vez en cuando y la curación no puede empezar si no se perdona.

Perdonar es una decisión personal.
Dios dice que nunca hay que tomarse la justicia por la propia mano (Romanos 12:19).
Confía en que Él tratará de forma justa a quien te ha agraviado.

Perdona por tu bien, para ser libre.
El perdón es ante todo, una cuestión de obediencia a Dios.
Él quiere que seas libre.

Perdonar es aceptar las consecuencias de los pecados ajenos.
Acostumbrarse a esas consecuencias, aunque no gusten. Hay que decidir entre hacerlo
con la esclavitud del resentimiento o con la libertad del perdón. ¿Y cuándo y dónde entra en
juego la justicia? La justicia se encuentra en la cruz, que hace que sea justo el perdón, desde el punto de vista legal y moral.

No esperes a que el otro te pida perdón. Jesús no esperó a que le pidieran perdón los que lo crucificaron para perdonarlos.
Él rogó: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lucas 23:34).

¿Era Jesucristo realmente Dios?

La divinidad de Jesucristo es uno de los temas más controvertidos al que se enfrenta todo ser humano. También es el más importante. Nuestra fe depende de esta pregunta.
Hay muchos que dicen que creen en Jesús y en Dios, pero no creen que Jesús sea verdaderamente Dios. Sin embargo, creen muchas cosas buenas sobre Él. Lo aceptan como un maestro, se maravillan de Él como sanador, lo reverencian como filósofo, revolucionario y reformador social. Pero no pueden, o no quieren, más bien, aceptarlo como Señor.
Hay que ser muy claro en este asunto. Usted puede creer todas estas cosas maravillosas de Jesús. Puede alabarlo como un profeta enviado por Dios todopoderoso, pero si no acepta que es uno con Dios, el Salvador que murió por los pecados de usted, entonces no lo conoce en absoluto.
Ahora bien, usted puede haber escuchado a personas argumentar que el mismo Jesús en realidad, nunca dijo ser Dios. Esto sencillamente, no es verdad. Una y otra vez en los evangelios, Jesús se pone a sí mismo en igualdad con el Padre y el Espíritu Santo (Juan 10.30; 14.6-14). La verdad es que si Jesús no fuera verdaderamente el Hijo de Dios, entonces, como apuntó C. S. Lewis, sería un loco o el mentiroso más detestable del mundo.
Si usted no sabe la respuesta a esta pregunta, no deje pasar otro minuto sin dar los pasos para conocerla. Tómese tiempo para examinar los evangelios, hable con su pastor o con amigos creyentes. Tome la decisión final y personal en cuanto a esta pregunta trascendental: “¿Era Jesucristo realmente Dios?”

¿Qué Me Motiva? - Crecimiento personal-espiritual

¿Qué me motiva? Una buena pregunta. Cuando era más joven, criar una familia, cuidando de ellos e intentando ser un modelo positivo y buen padre, era una parte intrínseca y vital de mi motivación. Al crecer mis hijos, dejar el nido, tener sus propias familias y darme mis benditos nietos, ser un buen abuelo y suegro se convirtió en el cambio de paradigma, desde la perspectiva de la motivación.

 Pero hacer este cambio de idea, teniendo en cuenta un trasfondo de cambio político, con dificultades nacionales, asuntos internacionales que nos afectan, una economía en crisis y además, afrontando la variedad de problemas de salud que nos han afectado a mi esposa y a mí, causó que que buscara, más profundamente, hallar la fortaleza precisa y por supuesto, la voluntad para seguir adelante en ello.
Dios no me es un extraño y creo que tampoco lo soy para Él en este momento. Aunque soy judío y mi esposa católica, la fe y Dios, aunque vistas desde perspectivas diferentes, residen en nosotros y nuestra familia.

 ¿Han escuchado la frase: “lo que no nos mata, nos fortalece”? He descubierto que es cierta, muy cierta. Pero también creo en la filosofía de que no somos definidos por lo que nos pasa, sino por lo que hacemos cuando nos pasan cosas. Y en estos últimos años nos han pasado un montón de cosas negativas.

 Algunos amigos piensan que nos han ocurrido más cosas malas que la "ración" que nos corresponde, pero no pienso que las cosas malas tengan una “porción”. Son eventos que ocurren como resultado de la conjugación de ciertos factores, algunos más allá de nuestro control o conocimiento. De hecho, soy un fiel creyente en las leyes cuyas consecuencias no son planeadas… que una acción puede poner en acción cosas bastante inesperadas, a veces positivas y a veces, no.

 Así que, al meditar sobre la pregunta de qué me motiva y buscar una respuesta, me llamó la atención que simplemente, me niego a ser derrotado. Me explico...

¿Qué dice la Biblia acerca del orgullo?

Existe una diferencia entre la clase de orgullo que Dios odia (Proverbios 8:13), y la clase de orgullo que sentimos acerca de un trabajo bien realizado. La clase de orgullo que procede de la presunción es pecado, y Dios la aborrece porque es un obstáculo para buscarle a Él. El Salmo 10:4 explica que los orgullosos están tan llenos de sí mismos, que sus pensamientos están lejos de Dios. “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos.” Esta clase de orgullo altanero es lo opuesto al espíritu de humildad que Dios busca: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mateo 5:3). Los pobres de espíritu” son aquellos que reconocen su total bancarrota espiritual y su inhabilidad para venir a Dios aparte de Su divina gracia. Los orgullosos, por otra parte, están tan cegados por su soberbia, que piensan que no tienen necesidad de Dios o incluso peor, que Dios debe aceptarlos como son porque merecen ser aceptados.

A través de toda la Escritura, se nos habla acerca de las consecuencias del orgullo. Proverbios 16:18-19 nos dice que, “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes, que repartir despojos con los soberbios.” Satanás fue echado del cielo por su orgullo (Isaías 14:12-15). Él tuvo la egoísta audacia de intentar reemplazar a Dios mismo, como el legítimo gobernante del universo. Pero Satanás será lanzado al abismo del infierno en el juicio final de Dios. Para aquellos que se levantan desafiantes contra Dios, no les espera nada más que el desastre, “Porque yo me levantaré contra ellos, dice Jehová de los ejércitos, y raeré de Babilonia el nombre y el remanente, hijo y nieto, dice Jehová.” (Isaías 14:22).