domingo, 7 de septiembre de 2014

Señor, Enséñame a Orar

“Señor, enséñanos a orar lo mismo que Juan enseñó a sus discípulos”  Lucas 11:1
Sé que en materia de oración, todavía no se orar. Yo no puedo considerarme un experto guerrero de oración ni un profundo intercesor, porque sé que mientras más aprendo en el mundo de la oración, más convencido estoy que aún necesito ser enseñado. Recuerdo la paráfrasis que San Francisco de Asís hizo del Padre Nuestro y quiero aprender de ella.
San Francisco oró así: “Padre Nuestro, el más Santo, nuestro Creador y Redentor, Nuestro Salvador y Consolador, que estás en los cielos con todos los ángeles y los santos, dándoles a ellos luz y dándote a conocer ya que tú eres luz, y declarándoles que Tú los amas. Ya que Tú eres amor, habitando en ellos y dándoles plenitud de gozo; ya que Tú eres el Señor Supremo, eterno y bueno y todo lo bueno viene de ti.
Santificado sea tu nombre, que nosotros podamos crecer y conocerte más y más, y así apreciar la extensión de tus favores y la magnitud de tus promesas, la sublimidad de tu majestad, así como la profundidad de tus juicios. Que tu Reino venga para que Tú reines en nosotros por tu gracia y nos atraigas a tu Reino, donde nosotros te veremos claramente, te amemos perfectamente, estemos felices en tu compañía y nos gocemos en ti por siempre. 
Que tu voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo y así, nosotros podamos amarte con todo nuestro corazón. Siempre teniendo en ti nuestra mente. Con toda nuestra alma, determinando ver tu gloria en todo, y con todas nuestras fuerzas, sirviéndote a ti solo.
Que podamos amar a nuestros vecinos como a nosotros mismos y animarles a ellos a amarte a ti. Que podamos compartir con ellos en los gozos y en las tristezas. Danos el pan nuestro de cada día, tu amado hijo, nuestro Señor Jesucristo. Que podamos recordar y apreciar cuánto Él nos amó. Que podamos recordar y apreciar todo lo que dijo y cuánto sufrió. 
Perdónanos nuestras ofensas en tu inconmensurable misericordia, en virtud de la pasión de tu hijo. Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, ya que si nosotros no perdonamos perfectamente, tampoco podremos recibir ese perdón. Señor, ayúdanos a olvidar totalmente lo que nos ha herido, a perdonar a nuestros enemigos y orar fervientemente por ellos, no devolviendo mal por mal sino sirviendo a todos. Amén.

Y andad en amor, como también Cristo nos amó

Efesios 5:2 Y andad en amor como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
Siendo imitadores de Dios (versículo 1), los cristianos deben llevar una vida de amor, su trato con los demás es con amor, como Cristo amó y se entregó por la humanidad.

La vida del cristiano es totalmente diferente a la vida del mundo, y una cosa que resalta es que los cristianos viven en amor. Jesús dijo: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13:35. El amor es el mo­tivo principal de la vida, porque… El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 1Juan 4:8.

El cristiano es impulsado a andar en amor, así como también Cristo nos amó y lo demostró al venir a nacer en este mundo y se entregó a sí mismo por nosotros. Este es el ejemplo de amor que cada cristiano debe tener como base de toda su vida, de su conducta y de su servicio a Dios. El cristiano se entrega al servicio por amor, de servir a la humanidad y a Dios.

La entrega de Cristo, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante, agradó a Dios sobremanera. La muerte de Cristo en lugar del ser humano pecador, fue una ofrenda voluntaria de Él por nosotros y un sacrificio agradable a Dios.

Así también nuestra vida, manifestada en nuestro comportamiento, debe de ser una ofrenda de amor de uno mismo y un sacrificio que agrade a Dios.

Ponte el manto de alabanza

Para conceder que a los que lloran (...) manto de alabanza en vez de espíritu abatido; para que sean llamados robles de justicia, plantío del Señor, para que Él sea glorificado (Isaías 61:3, NBLH).

Cuando te pones el manto de alabanza, el espíritu de angustia tiene que irse. A veces no tendrás ganas de hacerlo; no tendrás ganas de tener una buena actitud; no tendrás ganas de estar agradecido. Por eso Dios dice que ofrezcamos sacrificio de alabanza. Dios sabía que no siempre sería fácil. 
Tendrás que mantenerte firme y decir: “Dios, no tengo ganas de hacer esto. No parece que vaya a funcionar. Estoy cansado, y me siento solo y desalentado. Pero Dios, sé que Tú sigues estando en el trono. Sé que Tú eres bueno, y que lo eres todo el tiempo, y por eso escojo darte alabanza. Escojo darte gracias de todos modos”. 
Cuando ofreces un sacrificio de alabanza, comienzan a suceder cosas sobrenaturales. La Escritura cuenta la historia del apóstol Pablo y su compañero Silas. Ellos estaban encarcelados por compartir su fe y habían sido injustamente golpeados ese mismo día. ¿Qué estaban haciendo en la medianoche en su celda de la cárcel? ¿Se quejaban?, ¿sentían lástima de sí mismos? o decían: “Dios, no eres justo, ¿dónde estabas hoy?”
winner2No, estaban cantando alabanzas y dando gracias a Dios. Decían: “Dios, sabemos que Tú eres mayor que nuestros problemas. Sabemos que sigues teniendo el control. Tú puedes sacarnos de aquí”. En efecto, en la medianoche hubo un gran terremoto, y las puertas de la cárcel se abrieron. Las cadenas cayeron, y Pablo y Silas salieron de allí como hombres libres. ¿Qué fue el comienzo de todo? Que ellos ofrecieron sacrificio de alabanza.

Israel: Cumplimiento de profecías (actualidad)

La fundación en Palestina en 1948, de un Hogar Nacional para los judíos, "electrificó" el cerebro de la gente pensante del mundo. Los logros agrícolas, culturales, científicos, industriales, tecnológicos y militares de los modernos israelíes, no han pasado desapercibidos ante la asombrada humanidad.
El audaz comando israelí que el 4 de julio de 1976, rescató 103 rehenes de un avión comercial secuestrado hasta el aeropuerto de Entebe en Uganda; la destrucción relámpago de un reactor nuclear en las afueras de Bagdad, Irak, el 7 de junio de 1981, conocida como "operación Ópera", y otros actos audaces ejecutados por Israel, han inyectado una dosis fuerte de emociones al corazón del hombre universal. Mientras Israel es para algunos, el milagro de la profecía y el cumplimiento de las promesas o pactos que Dios hizo con los patriarcas, para otros el Israel de hoy es una entidad desligada de Dios y divorciada de las profecías de la Biblia. 
Está de moda hablar del “Israel Antiguo” y del “Israel Moderno” como dos entidades diferentes, desarticuladas, sin relación la una con la otra. Modernamente, están los que consideran un acto de audacia intelectual personal, el poner en duda el derecho del Israel de hoy a llamarse “pueblo escogido”, y también se cuestiona seriamente, si la Tierra Prometida al Antiguo Israel le pertenece al Moderno Israel.
Lo que más sorprende es encontrar cristianos destacados, comulgando con ideas que ponen bajo escrutinio la moralidad misma de la existencia de Israel como nación. En su libro “El Horno del Señor – Reflexiones sobre la Redención de la Ciudad Santa”, su autora, cita con profusión, las opiniones de los que descalifican a Israel y quienes ponen en tela de juicio su derecho a una existencia nacional. La autora, aunque no define con claridad su posición personal, hace creer que está del lado de los impugnadores, debido a la abultada carga de sus profusas citas reflejando la opinión de los enemigos de Israel.
Un alegato favorito de este pensamiento dice que, las profecías concernientes al regreso de Israel a la tierra ya se cumplieron cabalmente, cuando en el año 538 A.C. se produjo el regreso de los judíos de la cautividad faraónica. El regreso fue permitido por un edicto del rey Ciro. Si al lector le queda alguna duda en su mente, aunque sea pequeña, sobre si las profecías del antiguo Testamento son ya "historia" o si todavía tienen "perspectiva futura", abra su Biblia al profeta Amós, capítulo nueve, y lea los versículos 14 y 15. Dicen estos versículos así: “Y tornaré el cautiverio de mi pueblo Israel”, - o como dicen otras versiones – “cambiaré la fortuna o suerte de Israel, y edificarán las ciudades asoladas y las habitarán; y plantarán viñas, y beberán el vino de ellas; y harán huertos y comerán del fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo”.
De las diez promesas contenidas en esta profecía, sólo la primera “los traeré de la cautividad”, puede decirse, si se quiere, que ya se cumplió a rajatabla con el regreso de Babilonia. Como consecuencia del regreso, que se ha venido produciendo desde el año mil ochocientos y pico, se ha evidenciado el trabajo de los judíos por reedificar y restaurar la vida en las ciudades antiguas y asoladas, como dice la profecía. Tan literal ha sido este esfuerzo, que hasta el nombre antiguo ha sido preservado para estas ciudades. Lo mismo es cierto también de las promesas restantes en esta profecía. Observe especialmente, la última parte del versículo quince: “Los plantaré sobre su tierra y nunca serán arrancados de su tierra...” 
Pero, ¡los judíos volvieron a ser arrancados después del regreso de Babilonia! En el año 70 de la era cristiana, las hordas romanas destruyeron Jerusalén y el templo. Tres años más tarde los romanos conquistaron la fortaleza Masada. Alrededor del año 132 hasta el 135 de la era cristiana, se llevó a cabo la última rebelión judía contra los romanos, encabezada por Simón Barcochbá. A raíz de estos acontecimientos, los romanos expulsaron a los judíos de Jerusalén y les prohibieron regresar allí o encarar la muerte. Los romanos cambiaron hasta la fisonomía de la ciudad, y le cambiaron el nombre de Jerusalén por Aelia Capitolina. Incluso Israel cesó como nación, para convertirse en una provincia romana a la cual llamaron Siria-Palestina. Esta expulsión comenzó con el Galut o Diáspora o dispersión de los judíos, que ha durado casi dos mil años. Los judíos fueron literalmente, “arrancados” de la tierra que Jehová les dio. Está claro entonces, que la profecía de Amós no apuntaba hacia aquel regreso de Babilonia sino que Amós hablaba para nuestros tiempos.

¿Se lo has preguntado a Dios?

"LOS HOMBRES DE ISRAEL TOMARON DE LAS PROVISIONES DE ELLOS, PERO NO CONSULTARON AL SEÑOR" (Josué 9:14)
Es muy difícil seguir siendo humilde cuando has atravesado a pie el Mar Rojo sin mojarte y has conquistado Jericó, la ciudad más grande de la Tierra Prometida; y además, el exceso de confianza puede ser mortal. Excitados por la victoria, los israelitas pensaron que no necesitaban consultar al Señor o escuchar lo que Él tenía que decirles acerca del siguiente paso.
Es una historia muy interesante: los astutos gabaonitas se dieron cuenta de que no podían ganar al pueblo de Dios, de manera que enviaron un equipo de negociadores para hacer las paces con ellos, y funcionó. A pesar de que estaban mintiendo, Josué supuso que decían la verdad y firmó un tratado de paz, lo cual fue uno de los mayores errores de su vida. A partir de ese día, los gabaonitas se convirtieron en un aguijón para Israel. Por no haber consultado al Señor, Josué se quedó arrepentido durante toda su vida.
Fanny Crosby, la gran compositora ciega, escribió: "¿Está el hombre desprovisto de paz, gozo y santo amor? Es porque no llevamos todo a Dios en oración". Es horroroso ver lo fácilmente que cambiamos de acción, de confiar en el Señor a depender de nosotros mismos; a confiar en un método que funcionó en el pasado o a hacer lo que todo el mundo hace. Pero saber de Dios por ti mismo es lo que te da la dirección apropiada; dejarle fuera del cuadro es lo que te trae problemas.
Si tienes la tendencia a ir demasiado deprisa o a actuar por tu propia fuerza y destreza, ora por una alerta en tu espíritu. Pide al Señor que te avise cuando actúas con tu propio ímpetu en vez de con el suyo. Esto te ahorrará muchos dolores de cabeza...