miércoles, 3 de septiembre de 2014

Dios no tiene Límites - Reflexiones

En 1939 las tropas soviéticas entraron y anexaron los estados del Báltico, incluyendo a Letonia.
El vicecónsul estadounidense en Riga, capital de Letonia, en vista de lo que estaba pasando, le preocupaba que los soldados soviéticos saquearan la sede de la Cruz Roja Americana.
Riian vanhakaupunki.jpgEntonces, se comunicó con el Departamento de Estado para pedir autorización para izar la bandera de los Estados Unidos, más alta que la bandera de la Cruz Roja, para de esta forma, que ésta no se viera, y proteger las provisiones que allí había, pero la respuesta de sus superiores fue:" No existe ningún precedente para actuar de esa manera."
Pero el vicecónsul izó la bandera. Luego mandó un mensaje al Departamento de Estado en el que decía: En esta fecha, he establecido un precedente.
Por lo general, las soluciones están en el ojo del observador.

El legado de paz de Cristo

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14:27.
Antes de que nuestro Señor fuera a la agonía de la cruz hizo su testamento. No tenía plata u oro, ni casas que dejar a sus discípulos. Era un hombre pobre en cuanto a posesiones terrenales se refiere. Pocos en Jerusalén eran tan pobres como él, pero dejó a sus discípulos una dádiva más rica que la que cualquier monarca terrenal podría conceder a sus súbditos. “La paz os dejo, mi paz os doy”, dijo… Les dejó la paz que había sido suya durante su vida en la tierra, la que había estado con Él en medio de su pobreza, de maltratos y persecuciones, y que debía estar con Él durante su agonía en el Getsemaní y en la despiadada cruz.
La vida del Salvador en esta tierra, pese a haber sido vivida en medio de conflictos, fue una vida de paz… Ninguna tormenta de la ira satánica pudo alterar la calma de aquella perfecta comunión con Dios. Y nos dice: “Mi paz os doy”.
Aquellos que aceptan la palabra de Cristo, que confían sus almas a su cuidado y sus vidas a su ordenación, encontrarán paz y quietud. Nada en el mundo podrá ponerlos tristes al darles Jesús gozo con su presencia. En su conformidad hay perfecto descanso. El Señor dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. Isaías 26:3.

Autoridad y obediencia

Una esposa se acercó a mí para hacerme una pregunta: “Pastor, ¿es cierto que yo estoy en la obligación de obedecer en todo a mi esposo, aunque sepa que me está pidiendo algo que va contra mi honor y mis principios? Él siempre dice que es la autoridad y que yo debo ser sumisa en todo a él.
Y pensé: ¿Hasta dónde van tomadas de la mano la autoridad y la obediencia?
El propósito de Dios siempre ha sido que el hombre ejerza autoridad, como puede ser observado en el mandato que dio a la humanidad acerca de gobernar el mundo, en Génesis 1:28. Como toda autoridad auténtica que es delegada, ésta solo puede ser usada por aquellos que tienen una relación de obediencia y dependiente de la fuente del Poder.
La Biblia nos da un ejemplo de lo que es la autoridad auténtica, la ejercida bajo la perspectiva de Dios, cuando describe a un militar pidiendo un milagro de Jesús para uno de sus siervos.
“Después que terminó todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm.
Y el siervo de un centurión, a quien este quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniera y sanara a su siervo.
Ellos se acercaron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto, porque ama a nuestra nación y nos edificó una sinagoga.
Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo, por lo que ni aun me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra y mi siervo será sanado, pues también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este: “Ve”, y va; y al otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
Lucas 7:1-8.
La verdadera autoridad es de origen espiritual. Procede del espíritu de aquel que ejerce la autoridad e impacta sobre las personas sobre quien ejerce la misma.
Alguien dijo: 
“Únicamente la obediencia tiene derecho al mando”.
Cuando los que deben ejercer autoridad no están viviendo en obediencia a su más alta autoridad, ¿qué ocurre? En este caso sucede que no tienen autoridad, sino poder según su propia voluntad, ejercen presión emocional o argumentos propios de fuerza. Todo esto ya no viene del espíritu sino del alma, y por ello sólo afectan al alma de sus seguidores. Por su causa, los seguidores pueden responder con resentimientos o amargura, y se abrirán al conflicto con ellos.
Pero si los hombres han de servir a Dios, la sujeción a la autoridad debe ser absoluta.
La obediencia transciende a todo lo que hacemos. Por ello, David detuvo su mano de tocar al “ungido de Jehová”. Ser lleno de Cristo es ser lleno de obediencia.
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Más aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Filipenses 2:5-11
La obediencia se aprende por medio del sufrimiento. Hebreos 5:8.
“Obedecer es nuestro deber, es nuestro destino, y aquel que no quiera someterse a la obediencia será necesariamente despedazado”.
¿Te han impresionado alguna vez, ministros o líderes con dones especiales? Quizá te hayas impresionado con alguien que canta como un ángel o predica con mucha elocuencia, y has dicho: “Impresionante, qué ministerio". Pero la Autoridad Espiritual no es un asunto exclusivo de dones, sino de dones acompañados de una vida con un carácter sólido, lo cual viene de una vida vivida en obediencia al Señor.
Cuando tú tienes un don de Dios y una vida con carácter, Dios está dispuesto a derramar su Autoridad sobre tu vida. Obediencia y Autoridad Espiritual están íntimamente ligadas y jamás pueden ser separadas.
La sumisión es absoluta, pero la obediencia es relativa. La sumisión es un asunto de actitud, mientras que la obediencia es un asunto de conducta.
Pedro y Juan respondieron al concilio judío: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” Hechos 4:19.
Su actitud no era rebelde, puesto que todavía se sometían a los que estaban en autoridad.  La obediencia, sin embargo, puede no ser absoluta. A algunas autoridades es preciso obedecer, mientras que a otras no, especialmente cuando están en juego principios cristianos.
Ejemplos Bíblicos de esto:
1.- Las parteras que desobedecieron las órdenes de Faraón.
2.- Los tres amigos de Daniel que se negaron a adorar la estatua.
3.- Daniel, desobedeciendo el decreto real de no orar.
4.- Pedro, predicando el evangelio a pesar de la orden del consejo gobernante.
La Autoridad ejercida en el plano espiritual o moral, es diferente a cualquier otra autoridad. La autoridad espiritual está íntimamente ligada al carácter. La autoridad espiritual está profundamente comprometida con la integridad moral. Por lo tanto, es necesario que la gente decida en base a su conciencia"...
Se hace necesario también, casi imprescindible, tener en cuenta la individualidad y diferencia de la gente. La manera de Dios de gobernar no es uniforme, sino única en la diversidad con quien se trate.
Y respecto a la vida espiritual privada, ninguna autoridad personal espiritual debe violar los enfoques o ejemplos bíblicos".

Separados por Dios

Si Dios me separa, debo aceptarlo sin preguntas, sabiendo que esa separación de mis hermanos es una fase transitoria.
Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Hechos 13:2
Cuando comencé mi vida cristiana se me enseñó que debo estar "separado". O sea, debo cortar toda atadura que me asocie con lo malo y mundano. Basándonos en la amonestación de Pablo, es necesario hacerlo (2 Corintios 6:14-18).
Y si Dios me separase, deberé aceptarlo sin preguntas, sabiendo que esa separación de mis hermanos es una fase transitoria de mi ministerio para Dios.
Pero pronto descubrí que Dios hacía algunas "separaciones" por su cuenta, me separaba de mis propios hermanos y hermanas en Cristo. De José se dijo que fue separado de sus hermanos (Deuteronomio 33.16). Esa separación resultó porque Dios determinó que José sería el "príncipe" de la familia, y esto comenzó a ser así cuando sus hermanos lo vendieron como esclavo a Egipto. El hombre separado por Dios fue entonces, alejado de su familia, y todo debido a una importante razón.
La separación de José de su familia fue necesaria a fin de hacer posible su manifestación ante el trono egipcio, y a su vez, el origen y crecimiento de la naciente nación de Israel. Si José no hubiera sido "separado", Israel hubiera sido destruido por enemigos poderosos.
Inmediatamente después de su conversión, Pablo no luchó contra sangre ni carne sino que fue al desierto de Arabia, separado de sus hermanos. Esta fue otra de las separaciones de Dios, y Pablo salió íntegro para ser un mensajero fresco y transparente para los gentiles (Gálatas 1.15-17).

Lo que yo quiero es…..

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”.
Juan 15:7
Hablando con un amigo recientemente, me contaba que su esposa estaba embarazada por segunda vez. Como ya tienen una niña, le dije: -Entonces ahora querrás un varón para completar la parejita. Y él me contesta: -Que sea lo que Dios quiera; pero que sea saludable.
He escuchado esta frase muchas veces de personas que esperan un bebé; pero en realidad están esperando que sea de un sexo en particular; sin embargo, tienen miedo de admitirlo, o creen que Dios es tan radical y tajante que no tienen ninguna opción de elegir lo que desean recibir.
La promesa de la cita bíblica de antes es muy atractiva, poder pedir todo lo que queramos y será hecho. Parece cosa de cuento de hadas; pero es una verdad bíblica, en la que podemos basarnos para presentar nuestras peticiones.
Como hijos de Dios, tenemos derecho a todas las promesas que están en la biblia; sin embargo, primero debemos conocer los secretos que dan vida y nos traen realmente tales promesas. Muchas personas conocen y repiten las promesas bíblicas, pero por lo general solo usan la mitad del versículo.
Fíjese que cada promesa bíblica está supeditada a una condición. Podemos pedir lo que sea que queramos y será hecho; pero la condición es permanecer en Cristo y que la Palabra permanezca en nosotros.
Cumpliendo esta condición podemos reclamar la promesa. Algunos dirán: -¡Esto suena a algo impositivo o condicional! La verdad es que al cumplir con la condición desarrollamos una vida plena en Cristo, y Dios recompensa nuestra obediencia y fidelidad cumpliendo los anhelos de nuestro corazón. Por supuesto, recuerde que el Señor nunca le dará algo que no sea de bien para usted.