jueves, 28 de agosto de 2014

Los tres Tenores - Reflexiones

Esta es una conmovedora historia que se refiere a dos de los tres tenores – Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras – que emocionaron al mundo cantando juntos. 
Incluso los que nunca visitaron España conocen la rivalidad existente entre los catalanes y los madrileños, ya que los primeros luchan por su autonomía en una España dominada por Madrid.
Hasta en el fútbol los mayores rivales son el Real Madrid y Barcelona. Pues bien, Plácido Domingo es madrileño y José Carreras es catalán. Por cuestiones políticas, en 1984, Carreras y Domingo se volvieron enemigos. 

Inline image 1Siempre muy solicitados en todas partes del mundo, ambos hacían constar en sus contratos que sólo se presentarían en determinado espectáculo, si el adversario no fuese convidado. Pero en 1987, Carreras se apropió de un enemigo mucho más implacable que Plácido Domingo. 
Carreras fue sorprendido por un diagnóstico terrible: leucemia. Su lucha contra el cáncer fue sufrida y persistente. Se sometió a varios tratamientos, entre ellos trasplante de la médula ósea, además del cambio de sangre, lo que lo obligaba a viajar una vez al mes a Estados Unidos. 
En esas condiciones no podía trabajar y, a pesar de ser dueño de una razonable fortuna, los altos costes de los viajes y del tratamiento rápidamente debilitaron sus finanzas. Cuando no tenía más condiciones financieras, conoció de la existencia de una fundación en Madrid, cuya finalidad era apoyar el tratamiento de leucémicos. 
Gracias al apoyo de la fundación, Carreras venció la dolencia y volvió a cantar. Por demás está decir, que recibiendo nuevamente los altos cheques financieros que merecía, José Carreras trató de asociarse a la fundación. 
Pero leyendo sus estatutos, descubrió que el fundador, mayor colaborador y presidente de la fundación era Plácido Domingo. Descubrió que éste había creado la entidad, en principio, para atender a personas como él, y que se había mantenido en el anonimato para no humillarlo al tener que aceptar auxilio de un enemigo. 
El encuentro más bonito y conmovedor fue el encuentro de los dos, imprevisto por Plácido, en una de sus presentaciones en Madrid. Allí, Carreras interrumpe el evento y humildemente, arrodillándose a sus pies, le pide disculpas y le agradece en público. Plácido lo levanta y con un fuerte abrazo, los dos sellan en ese instante el inicio de una gran amistad. 
Muchas veces, caemos en un círculo de malentendidos y orgullo que nos llevan a la rabia y damos cabida al odio. Esta es una historia que no debe ser olvidada y, tanto como sea posible, que sirva de inspiración y ejemplo de lo que son capaces de hacer la tolerancia, la humildad, el perdón y la reconciliación.
Efesios 4:32
"Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros, como también Dios os perdonó en Cristo."
Proverbios 19:11
"La cordura del hombre detiene su furor; Y su honra es disimular la ofensa."


Proverbios 15:1 
"La blanda respuesta quita la ira: Mas la palabra áspera hace subir el furor."

El arma de la alabanza

No subestime nunca la importancia de la alabanza. Es una de las armas espirituales más poderosas que usted tiene. La alabanza es más que un canto agradable o unas pocas palabras de elogio a Dios. Es algo más. La alabanza le lleva a la misma presencia de Dios. Y cuando la presencia de Dios entra en escena, sus enemigos son echados fuera. Entonces, la enfermedad y la dolencia no pueden permanecer en su cuerpo. Tampoco la pobreza puede permanecer en su casa. Hasta el cansancio físico tiene que huir cuando se enfrenta con la verdadera alabanza, plena de gozo.
Yo lo sé por experiencia. Hace años, cuando el trabajo me absorbía, tuve una verdadera batalla con el agotamiento. Ministré e impuse mis manos sobre los enfermos durante tantas horas, que cuando la reunión había terminado me sentía físicamente débil hasta para concluir el culto. Entonces, en otra reunión, descubrí el poder de la alabanza.
Acababa de orar por aquellos que estaban en la fila de oración y, como de costumbre, estaba exhausto. Pero en vez de descansar, el Espíritu del Señor me dio a conocer que lo que necesitaba era regocijarme en el Señor. Así lo hice. Comencé a alabar al Señor con todo mi corazón, mente y cuerpo. El cansancio se fue y fui investido de poder con la presencia de Dios.
La próxima vez que el diablo trate de ahogar su eficacia y de menguar su fortaleza, la riqueza y la victoria que son suyas estando en Jesús, rechácelo con esta poderosa arma. Levante sus manos, su voz y todo su corazón, y alabe a Dios.
Salmo 9:1-3 - Te alabaré, Jehová, con todo mi corazón. Contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, Altísimo. Mis enemigos se volvieron atrás; cayeron y perecieron delante de ti.

La Travesía Es Lo Que Cuenta

Todos tenemos sueños; algunos nacemos con ellos y otros simplemente tropezamos con nuestro llamado. No fui diferente; yo también tuve un sueño: cuando dormía, soñaba con vivirlo; cuando me levantaba, trabajaba para vivirlo.
Un buen día, alguien me dijo; “Viajar es mejor que arribar”.
En ese entonces, me reí sin comprender en realidad cómo era. Y no me di cuenta de lo cierto que era hasta que tuve lo que quería. Fue entonces, cuando me di cuenta de que la persona que vive el sueño es diferente que la que ha trabajado por él. Ahora me he convertido en una persona más sabia, calmada, fuerte y apasionada.
La travesía me había transformado. Cometí errores y aprendí de ellos. Me caí y aprendí a levantarme de nuevo. Lloré y aprendí a secarme mis lágrimas. Hice amistades y aprendí a valorar a la gente. También hice enemigos y aprendí a valorar las lecciones. La travesía había transformado una tonta oruga en una hermosa mariposa, esperando ansiosamente explorar el mundo con sus recientemente halladas alas.

No renuncie a la posibilidad de una vida plena

Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?” (Marcos 8:36. La Biblia de Las Américas)
Estaba frente a una joven universitaria sobre cuya vida pesaban dos abortos. Dos relaciones sentimentales que terminaron en fracaso y ahora, en la tranquilidad de la oficina, me decía: “No le encuentro sentido a la vida; he cometido tantos errores, que no quiero seguir sufriendo…”
¿Alguna vez y como consecuencia de un error, se sintió igual que esta joven? ¿Ha pensado que no tiene sentido la vida diaria?
Es esencial que vivamos tranquila, confiada y reposadamente, conscientes de que cuanto hacemos tiene repercusiones hoy y en un futuro. Al respecto, el rey Salomón instruyó: Agradable es la luz, y bueno para los ojos ver el sol. Ciertamente, si un hombre vive muchos años, que en todos ellos se regocije, pero recuerde que los días de tinieblas serán muchos. Todo lo por venir es vanidad.”(Eclesiastés 11:7, 8. La Biblia de Las Américas)
Cuando caminamos de la mano del Señor Jesucristo, Él nos concede sabiduría en todos los pasos. Nos permite dar pasos sólidos y asegura que, nuestras acciones traerán edificación y no serán motivo de arrepentirnos, a menos por supuesto, que hayamos incurrido en pecado. El amado Salvador es quien nos hace victoriosos.
Un hombre de negocios, que terminó su vida en un trágico accidente, muy cerca de la urbanización donde residía, pasaba todos los fines de semana bebiendo, en fiestas y con mujeres. Su familia estaba literalmente destruida. Cuando fueron a auxiliarlo, al despertar el alba, pedía con angustia: “No dejen que muera, por favor”. Horas más tarde su esposa decía en la televisión: “Jorge sabía que moriría así; le dije muchas veces que cambiara, pero no escuchaba razones”. Angustia, tristeza, dolor en una familia ahora en soledad.
Seguir a Jesús no resulta fácil para quien desea vivir plenamente, pero a su manera. En alguna ocasión, al ser confrontados por el Maestro, muchos de sus seguidores se volvieron atrás: Entonces Jesús dijo a los doce: ¿Acaso queréis vosotros iros también? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios.”(Juan 6:67-69. La Biblia de Las Américas)

Confiando en Dios cuando sufrimos

Hace varios años, un submarino se hundió con toda su tripulación a la altura de la costa atlántica de América del Norte. Cuando por fin la nave fue encontrada, se enviaron buzos para evaluar los daños y la posibilidad de rescatar los restos del naufragio.
Cuando los buceadores se acercaron al casco de la nave, fueron sorprendidos por un golpeteo en código Morse. Era evidente que alguien estaba vivo en el interior del submarino. El mensaje era una pregunta desesperada contra la tumba acuática: “¿Hay esperanza? ¿Hay esperanza?”
sufrimiento
Todos nos hacemos la misma pregunta cuando debemos afrontar un problema particular o cuando una tragedia nos toca de cerca. Después de todo, ¿quién está totalmente libre del inmenso dolor de perder a un ser querido, de la frustración del desempleo, de la angustia de un hogar destrozado o de otros cientos de dificultades?
Nos sentimos atrapados y sumergidos por el peso de las circunstancias y preguntamos: “¿Hay esperanza? ¿Hay realmente esperanza para solucionar este problema?”
A menudo, en esas ocasiones recordamos las palabras de Romanos 8:28, “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Debemos observar que Pablo no dijo: “Comprendemos cómo todas las cosas ayudan a bien,” sino que dijo: “sabemos que ayudan a bien.” Esta promesa es nuestra ancla segura cuando las tormentas de la vida golpean sin piedad contra nosotros.
El apóstol Pablo había reclamado esta promesa muchas veces, antes incluso de haber escrito su famosa carta a los Romanos. El sabía lo que era sufrir penurias, persecución, indiferencia, traición, soledad, enfermedades, pedradas, azotes, naufragios, desnudez, hambre y sed, falta de sueño,... tremendas presiones.
¿Qué evitaba que Pablo se hundiera? Su total confianza en el Dios que promete sostenernos pase lo que pase. Al final de su vida pudo decir: “Sé en quién he creído, y estoy seguro de que puede guardar lo que le he encomendado hasta el día de su retorno” (2 Timoteo 1:12 BD). ¿Qué le había encomendado Pablo a Dios? Su propia vida.