jueves, 21 de agosto de 2014

Llamados a estar en el mundo

La oración específica del Señor Jesús por nosotros, fue que Dios no nos sacara del mundo y que nos protegiera del mal. Si salimos del mundo negamos nuestra vocación.
Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Juan 17:14-16
Las palabras del Señor parecen ser, a primera vista, un poco contradictorias. Por un lado afirma que el mundo ha rechazado a sus discípulos, precisamente porque pertenecen a otro reino completamente diferente. La diferencia en estilo de vida, en valores y en compromisos, todo se conjuga para poner en evidencia las faltas de los que están identificados con este presente siglo malo. Y el resultado es, para los que están en Cristo, conflicto y persecución. En la siguiente frase, sin embargo, Jesús le pide al Padre exactamente lo opuesto de lo que hubiéramos pedido nosotros: que no los quite del mundo; lo opuesto de lo que, instintivamente, haríamos nosotros, porque creemos siempre que lo mejor que le puede ocurrir al prójimo, si está dentro de nuestras posibilidades hacerlo, es que le evitemos pasar cualquier momento de dificultad aquí. Pero pensemos únicamente, en que Dios nos ha bendecido para que seamos de bendición a todos los que Él pone en nuestro camino para bendecir. 
Cristo aclara en su oración, que los discípulos no son del mundo. Por esta razón, no pretende en ningún momento que se sientan cómodos en este entorno. A pesar de esto, muchos hijos del Señor se dedican a buscar sobremanera, pasarlo lo mejor posible en la tierra, mientras caminan a la eternidad.
Debemos meditar en este pedido que le hizo al Padre: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal". ¿Cuál es la razón de esta petición? El motivo es que hemos sido llamados a cumplir una misión, no en otro lado, sino en esta misma tierra donde vivimos. Dios nos ha bendecido para que seamos de bendición a todos los que él pone por nuestro camino para bendecir. Como el Padre me envió, así también yo los envío ahora a ustedes. (Juan 20.21) Esta es una parte esencial del llamado de todo discípulo de Cristo. 

No Dejar de Congregarnos

Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre.
Hebreos 10:24-25. 
El Señor Jesús no nos salvó para que nos quedáramos solitarios. Él fue a la cruz y murió en ella “para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Juan 11:52). Por medio del Espíritu Santo todos los creyentes están estrechamente unidos, pero esa unidad debería manifestarse. ¿En qué se ve? De los primeros cristianos sabemos que “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42). Hoy en día, ¿podemos congregarnos de esta manera? ¡Por supuesto que sí!

Buen salario, sí pero…

La junta de directores de una compañía petrolera buscaba un dirigente para su nueva planta en China. El puesto tenía cuatro requisitos principales:
1)    edad de alrededor de 30 años;
2)    buena preparación académica;
3)    experiencia y capacidad probadas; y,
4)    buen dominio de la lengua china.
En una reunión que se prolongó toda la noche, consideraron varios candidatos pero ninguno reunía todas las cualidades. ¿Qué hacer?
En eso, un oficial de personal propuso a uno que consideraba apto para el puesto. Tenía 28 años, era graduado en tres universidades, primero de su clase en una de ellas, y vivía en China, en la ciudad misma donde proyectaban abrir la nueva oficina. A todo esto se sumaba el que llevaba tres años de prácticas y estudio del idioma y era considerado una persona de confianza entre el pueblo chino.
Ante la pregunta de cuánto era el salario actual de un joven tan bien preparado, todos se sorprendieron al saber que ganaba un salario mínimo de unos 100 dólares al mes.
El director general exclamó: — ¡Imposible! ¡Tiene que haber un error!
A lo cual el oficial de personal respondió: —Sé que parece ridículo, sí. Es que mi amigo es misionero.
La junta no tardó en decidir: —Vaya usted a China y ofrézcale el puesto con 1.500 dólares por mes. Si acaso no acepta, ofrézcale $2.000, y hasta $2.500 si fuera necesario.
El funcionario fue a China, pues, y explicó la situación a su amigo. Le ofreció el empleo con un salario de $1.500. Cuando el misionero se negó, le ofreció $2.000, y, por fin, $2.500. Pero el joven rechazó todas las ofertas.
Perplejo, el funcionario preguntó: — ¿Y cuánto quieres? ¿No consideras que son buenas cantidades?
A lo cual el misionero respondió: —No es por el dinero. El salario es bueno, yo diría que hasta magnífico. Pero, el trabajo es muy poco. Me ofrecen un sueldo grande para un trabajo que no lo justifica. Es poca mi paga actual, pero tengo un trabajo muy grande y lo prefiero, incluso con un salario mezquino, antes que hacer poco y ganar mucho. Agradezco su oferta, pero realmente yo sería un necio si dejara de ganar almas para el cielo por trabajar para vender petróleo.
Pablo, misionero del primer siglo, estaría muy de acuerdo:
A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor… pronto estoy a anunciaros el evangelio… no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. (Romanos 1:14-16)
La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. (Lucas 12:15)
¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? (Mateo 16:26)

La ventana - Reflexiones

De vez en cuando un niño visitaba a sus abuelos en su granja. Le dieron un tirachinas para que jugara afuera, en el campo. Él practicó en el campo, pero nunca pudo darle a su objetivo. Un poco desanimado caminaba a casa para la cena y, mientras lo hacía, vio el pato más querido por su abuela. Como impulsado por un resorte, le tiró con el tirachinas, le dio al pato en la cabeza y lo mató.
Se quedó impresionado y consternado. Le entró el pánico y apresuradamente, escondió el pato muerto entre una pila de madera cuando vio que su hermana lo estaba observando. Sally lo había visto todo, pero no dijo nada.
Después del almuerzo del siguiente día, la abuela dijo, “Sally vamos a lavar los platos”. Pero Sally dijo “Abuela, Johnny me dijo que él quería ayudarte en la cocina. Luego le susurró a él ¿te cuerdas del pato?

Así que Johnny lavó los platos.
Más tarde, ese mismo día, el abuelo les preguntó a los niños si querían ir a pescar, y la abuela dijo, “Lo siento, pero necesito que Sally me ayude a hacer las compras” Sally sonrió y dijo “Bueno, no hay problema porque Johnny me dijo que quería ayudar. Ella susurró nuevamente, ¿recuerdas el pato?
Así que Sally se fue a pescar y Johnny se quedó ayudando.
Después de varios días, en los cuales Johnny hacía tanto sus tareas como las de Sally, él finalmente no pudo soportarlo más.
Le confesó a su abuela que había matado el pato. La abuela se arrodilló, le dio un abrazo y dijo. “Corazón, ya lo sé. ¿Sabes?, yo estaba parada en la ventana y vi todo lo que pasó. Pero porque te amo, te perdono. Solo me preguntaba cuánto tiempo más permitirías que Sally te hiciera su “esclavo”.