viernes, 8 de agosto de 2014

La Espera

A nadie le gusta esperar y mucho menos cuando se está apurado o se tiene algo urgente que hacer.
Imagina cómo se sintió Jairo, el principal de la sinagoga, cuando Jesús se detuvo a preguntar quién había tocado su manto, justo después de que le hubiera rogado que fuera a su casa, para sanar a su hija que estaba muy enferma. Posiblemente le pasaron miles de pensamientos a Jairo; ¿cómo podía, el Maestro, preguntar eso cuando había tanta gente siguiéndolo? Cualquiera podría haberlo hecho. ¿Era realmente importante averiguarlo en ese preciso instante? Y no sólo eso, ¡Jesús se paró a hablar con la mujer que había causado la interrupción!
En una época como esta, en la que todo es inmediato, en la que las comunicaciones son tan avanzadas que podemos comunicarnos rápidamente con quien deseemos sin importar la distancia, en la que tenemos comida lista que sólo necesita ser descongelada porque las cosas vienen prefabricadas, etc., la espera es más pesada aún. No nos gusta esperar nada, incuso queremos que nuestras oraciones también sean contestadas al momento.
Una cosa es que Dios te diga “Sí”, o “No” a una petición; aceptamos cualquiera de las respuestas, pero cuando nos ordena “esperar”… Eso es otra cosa porque además, ¿cuánto tiempo tendremos que esperar? Si  Dios nos dijera el tiempo exacto de espera, como un par de días, 6 semanas o 3 meses, sería muy distinto; pero no sabemos realmente cuánto deberemos esperar y muchas veces la respuesta a nuestra petición llega años después.
En el caso de Jairo, podría haber sido la mejor historia del mundo la de aquella mujer pero su hija estaba muy mal, y seguramente los minutos que se retrasaron le parecieron una eternidad, hasta que llegó la noticia que ningún ser humano desea escuchar: "Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro”. (Lucas 8:49 NTV) Seguramente esas palabras le cayeron como un jarro de agua fría. Sin embargo, Jesús le dice que crea y va con Jairo a su casa.
Jesús puede estar caminando a nuestro lado, podemos estar junto al Maestro cuando una mala noticia llega a nuestras vidas, justo cuando hemos estado pidiéndole su ayuda y, seguramente, aunque vamos con Él, nuestro corazón puede sentirse ansioso, no porque no creamos en Dios y su poder, sino porque nuestra mente pelea con nuestra fe, lo visible contra lo invisible. Esa caminata hacia casa, supone un tiempo más antes de ver el milagro y en el camino podríamos preguntarnos muchas cosas, como ¿y si no se hubiera detenido a hablar con esa mujer?

¿Cómo Darle Sentido a Mi Trabajo? - Crecimiento personal-espiritual

"Quien no hace con pasión, amor y diligencia su trabajo, es simplemente un desocupado.” Anónimo
¿Cómo darle sentido a mi trabajo? ¿Cómo disfrutar esas 8 horas diarias y sentir que lo que he hecho tiene sentido para mí? ¿Cómo salir de la rutina del trabajo?
La clave para darle sentido a tu trabajo o a lo que sea, es descubrir tus pasiones. ¿Sabes qué es lo que te apasiona?  La mayoría de las personas no lo saben, pero sí saben lo que no les apasiona o no les gusta. Algunos tienen una somera idea de lo que quieren, pero no van tras ello por temor o por las creencias limitadoras que mantienen en sus vidas.
Para descubrir cuáles son tus pasiones he aquí algunas ideas, pero es importante que puedas recordar tu infancia y te preguntes,¿Qué quería ser yo cuando era niño? ¿Qué era lo que más disfrutaba hacer? 
Ahí vas a encontrar muchas respuestas, probablemente algunos querían ser maestros, otros dibujantes, artistas, deportistas, músicos, mecánicos, presidentes, médicos, cocineros, astronautas, entre otras profesiones. Desde niño mostraste ciertas habilidades que fueron moldeando tu vida.
¿Las recuerdas? ¿Estás haciendo las cosas que querías ser de niño?
Ahora tómate unos minutos y haz una lista de todas las cosas que te gustaba hacer, esas cosas que te entusiasmaban y te daban energía al máximo.
“Nada grande en este mundo ha sido llevado a cabo sin pasión”. 

Todos los días hasta el fin del mundo

…y he aquí Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
 Mateo 28:20
hasta el fin del mundoLa  promesa más grande que nuestro Señor Jesús nos dejó, sin duda, fue la de su compañía, o sea, que estando Él con nosotros tenemos la seguridad de que en todo lugar y en todo tiempo, Él está pendiente de nuestras necesidades por mínimas o complicadas que sean.
Es reconfortante recordar esta promesa para mí y para los demás, porque es algo que debemos tener muy presente cada día y no olvidarnos de ella, ni siquiera cuando las cosas que vivimos parece que demostrasen lo contrario. Cada día vivimos cosas distintas, y con ellas problemas, situaciones, necesidades, en fin, todo tipo de problemas; pero siempre es bueno recordar que en medio de todo, no estamos solos, que nunca nadie puede estar fuera del alcance de la presencia de Dios. Puede haber personas alejadas de Él, pero nunca desaparecidas de su vista.
La promesa de compañía que Dios te ha dado, no es sólo para los días buenos, ni tampoco exclusivamente para los malos; El dijo: “TODOS LOS DÍAS” y  además, para que sepas que no tiene fecha de caducidad agregó: “HASTA EL FIN DEL MUNDO”, lo cual incluye en las buenas, en las malas y desde el inicio hasta el fin de tu existencia.

El Placer de Pecar

¿Sabes que la tentación no tiene favoritismos? De hecho la tentación es igual para todos… niños, adolescentes, y adultos.
La tentación ignora estatus social, económico y espiritual. De manera que no te sorprendas cuando seas tentado.
iStock_000003356997XSmallEs importante señalar que la tentación no es pecado. Mientras te corra sangre por las venas ten por seguro que vas a ser tentado, así que no te sientas culpable por eso. El problema con la tentación, es que atrapa tu mente, tu imaginación, sentimientos, y voluntad. Una vez que los atrapa, tú determinas qué harás con ella. Es como si tu cuerpo te dijera “hazlo”,... y por lo regular, al principio las consecuencias de la tentación no se manifiestan de inmediato, y después hasta llegas a creer que te has salido con la tuya. Comienzas a engañarte con frases como: “¿Ves?, no me pasó nada”.
Empiezas a creer que eres un poquito más inteligente que los demás porque aparentemente, no te pasó nada, llegas a pensar que puedes agrandar los límites un poquito más. Pero al final terminas destruyéndote; ¿por qué?, porque el pecado siempre mata.

Oscuridad y Silencio

Todo tiene sus maravillas, incluso la oscuridad y el silencio, y yo aprendo, cualquiera que sea mi situación actual, a contentarme”. Helen Keller

Esta cita toma un significado especial cuando conocemos la vida de la autora. Deja de ser sólo una frase bonita y nos guía a ser agradecidos con lo que somos y tenemos.
Helen Keller nació el 27 de junio de 1880 en Alabama, Estados Unidos. Era una niña perfectamente saludable hasta que, a los 19 meses de edad, contrajo una enfermedad que la dejó sorda y ciega.
The twentysecond quarter released in the 50 State Commemorative collection.Pero a los siete años había inventado más de setenta señas diferentes con las que podía comunicarse con su familia. En ese año, 1887, sus padres contactaron con Anne Sullivan, una maestra de la escuela de Ciegos en Watertown, Massachusett, que con sus 20 años de edad, pudo enseñar a Helen a pensar y razonar entendiblemente y a hablar usando el método Tadoma, que consiste en tocar los labios de otros mientras hablan, sintiendo las vibraciones y deletreando (escribiendo) en la palma de la mano. Helen no sólo aprendió a comunicarse así, también aprendió a leer francés, alemán, griego y latín en braille.
El 28 de junio de 1904 Helen se graduó “Con Honores” en la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona discapacitada, sorda y ciega, en obtener un título universitario. Ese mismo año habló por primera vez en público en la exposición de San Luis. 
Helen se convirtió en una gran oradora y autora mundialmente reconocida. Fue precursora en la lucha de las personas con discapacidades sensoriales, y en 1915 fundó “Helen Keller International”, una organización sin fines de lucro, para la prevención y tratamiento de la ceguera. En 1964, Helen fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el galardón más alto para personas civiles, otorgada por el presidente Lyndon Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York.
Poco antes de su muerte en 1968, a la edad de 87 años, Helen Keller le dijo a un amigo: “En estos oscuros y silenciosos años, Dios ha estado utilizando mi vida para un propósito que no conozco, pero un día lo entenderé y entonces estaré satisfecha.”
El 1 de junio de 1968, en Arcan Ridge, Helen Keller murió mientras dormía.