jueves, 31 de julio de 2014

El prisionero 119.104

Viktor Frankl, de origen judío, nació en Viena y estudió neurología y psiquiatría. Desde el otoño de 1942 hasta abril de 1945 estuvo en varios campos de concentración, entre ellos el temido campo de Auschwitz, en el que le asignaron el número 119.104. Sus padres, hermano y esposa murieron en esos lugares.
Durante los siguientes años Frankl escribió varios libros y desarrolló la teoría de la Logoterapia. Dentro de sus postulados, él dice que los seres humanos, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, pueden encontrar una razón para vivir basada en su dimensión espiritual. “En el momento en que encuentras un sentido a tu sufrimiento, puedes moldearlo en un logro; puedes convertir la tragedia en un triunfo personal, pero debes saber para qué. Si las personas no pueden encontrar ningún sentido a sus vidas, tal vez tengan algo con lo que vivir, pero no tendrán nada por lo que vivir”.
Muchos de los prisioneros de los campos de concentración se suicidaron, pero aquellos que tenían esperanzas de reunirse con sus seres queridos o que profesaban una gran fe, tenían mejores oportunidades que los que habían perdido toda esperanza.
¿Dónde está puesta tu esperanza?
“Fielmente respondes a nuestras oraciones con imponentes obras, oh Dios nuestro Salvador. Eres la esperanza de todos los que habitan la tierra, incluso de los que navegan en mares distantes”. Salmos 65:5

Lo Único que Quiero es Ser Feliz - Crecimiento Personal-espiritual

“Cuando todo parece imposible, cuando parece que nada va a funcionar, generalmente estás a pocos milímetros de que suceda”.
Ser feliz es una necesidad para las personas, de hecho, muchos quieren disfrutar la vida pero no saben cómo hacerlo, les pareciera más fácil odiar la vida que amarla. No disfrutan de las relaciones, de las amistades, del trabajo, no disfrutan de nada y llegan a preguntarse ¿por qué no puedo ser feliz? Y buscan respuestas en otros, haciéndoles culpables de todas sus desgracias, culpan a los padres, a los maestros, a los amigos, al cónyuge, al jefe y a todo aquel que se les ocurra o se les atraviese en el camino. Es fácil buscar culpables cuando no queremos cambiar y simplemente, nos dejamos llevar por las circunstancias de la vida.
Pero ser feliz es algo que depende exclusivamente de mí y que comienza a medida que me amo a mí mismo, para así, amar a los demás.
No se trata de ser egoísta al pensar en mí mismo, se trata del principio espiritual “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No puedes pretender ser feliz con otros si no eres feliz contigo, si no te aceptas ni te soportas a ti mismo. Recuerda que ser feliz no depende de otros, es tu elección la que cambia el mundo por y para ti.
La felicidad no es un sentimiento, es un modo de vida que se aprende viviendo en gratitud. Tu felicidad no está determinada por lo que digan o hagan otras personas, está determinada por lo que pienses acerca de ti mismo.
¿Qué piensas acerca de ti mismo?  Quizás es tiempo de cambiar esa imagen que tienes de ti porque no es la que Dios diseñó para ti. Es tiempo de dejar de verte como una víctima, tienes que comenzar a verte como protagonista.
¿Qué cosas necesitas cambiar para verte como protagonista? ¿Será tu comportamiento? ¿Será tu actitud? ¿Será tu manera de ver la vida? Quizás no alcances a verlas, quizá necesitas la ayuda de alguien para ver esas cosas que no estás viendo. Pues mira, el primer paso para ser feliz es tener paz con Dios, eso es lo primero que debes ver. Él es el dador de la felicidad, y si estás amándole a Él y te amas a ti mismo, es más fácil amar a los demás y disfrutar la vida.

Toma Su Mano - Reflexiones

Un hombre, con más de treinta años de casado con su novia de la infancia, dijo: “Todavía me gusta tomar la mano de mi esposa”. A continuación, sin embargo, admitió que la motivación era distinta a cuando era un adolescente.
Cuando éramos jóvenes, reflexionó, sentía una descarga eléctrica cuando tocaba su mano. En el momento actual, mi vida está cargada de demasiada electricidad y ahora siento paz cuando tomo su mano.
Cogerse de las manos significa mucho más que “te amo”. Puede significar: “Te necesito”, “me importas” o simplemente “aquí estoy”.
Las raíces del amor se ramifican y se entrelazan con el tiempo. Entran en juego muchas fuentes originarias de amor e intimidad. Algunas veces se arraigan en el sentido de la compasión, otras se centran en el sentido de hacer lo que es recto. A veces crecen por dar ayuda, otras por recibirla.
Mire hoy de una forma diferente a su cónyuge. Busque algo nuevo que apreciar de él/ella: Es muy posible que descubra que se vuelve a enamorar.
Un matrimonio de éxito requiere enamorarse muchas veces, siempre de la misma persona.
Oseas 2:19
Yo te haré mi esposa para siempre, y te daré como dote el derecho y la justicia, el amor y la compasión.

Cambia tu manera de pensar

Durante la segunda guerra mundial, un joven soldado se casó y fue a vivir con su esposa al destacamento militar, enclavado en un lugar árido y desolado.
Su esposo estaba fuera de casa la mayor parte del día, y ella se sentía abandonada y aburrida. Un día, le escribió a su madre en estos términos: “No me gusta que mi esposo me deje tanto tiempo sola. Éste es un lugar horrible para vivir. Mamá, me vuelvo a casa”.
La madre contestó la carta con una sola frase: “Dos hombres miraban a través de los barrotes de una prisión; uno veía lodo; el otro estrellas”. La joven esposa entendió el mensaje y decidió buscar las “estrellas”. Se informó acerca de la zona, investigó sobre la flora del lugar, estudio el idioma y aprendió las comidas típicas.
Para cuando terminó el período de servicio de su esposo, estaba tan fascinada con aquel lugar desértico, que había escrito un libro acerca del tema. Su equivocada forma de pensar anterior, la había llevado a resaltar el lado negativo de todo lo que la rodeaba.
Cuántos de nosotros procedimos alguna vez de la misma manera que esta joven esposa; puede que al mudarnos a una nueva ciudad, o al empezar un nuevo trabajo, la universidad o el colegio, al asistir a una nueva iglesia o al servir en un nuevo ministerio, y al final nos dimos cuenta que no todo era malo. Al principio, seguramente fue complicado, como todo lo que se inicia por primera vez, pero a medida que empezamos a conocer el lugar, que nos familiarizábamos con las personas y conocimos cómo funcionaban las cosas, llegamos a sentirnos uno más de ellos y a disfrutar cada día.

Un Toque del Cielo - Reflexiones

Había sido un día desalentador. Los médicos nos habían dado la peor de las noticias. A nuestra hija, que acababa de pasar su primera cirugía de cerebro para eliminar un tumor y estaba siendo sometida a radioterapia, le daban oficialmente un dos por ciento de probabilidades de sobrevivir, ya que este tipo de cáncer no tenía cura.
Mi esposa y yo decidimos llevar a nuestra hija a comer antes de seguir con nuestras obligaciones de la tarde. Fuimos a un restaurante local donde nos sentamos en silencio esperando a la camarera. Nuestra hija Molly no podía entender tal tristeza o silencio, por lo que jugaba alegremente con papel y crayones pintando, mientras permanecíamos sentados mirando al suelo.
Observé a una pareja muy anciana sentada a unos cuantos metros de distancia; ellos también en silencio, sin mediar palabra. No pude por menos que preguntarme a qué desafíos se enfrentaban en sus vidas y si habrían tenido que afrontar una noticia tan terrible sobre uno de sus hijos.
Sin darnos cuenta ordenamos nuestra comida y sentados, en silencio comimos lo que pudimos. Hubo un momento en que quedé intrigado por la anciana pareja y les observé más intencionadamente, a cada momento que pasaba. Pensé para mí, que no se habían hablado el uno al otro todavía y me pregunté si sería la paz que disfrutaban o la comida, o tal vez ambas cosas. Sin embargo, en algún momento perdí el interés y me enfoqué nuevamente sobre mi almuerzo.
Molly todavía hablaba consigo misma y disfrutaba su comida, y su madre y yo escuchábamos e intentábamos ser felices en su presencia pero no nos estaba yendo muy bien. De repente vi aquella mano aparecer de la nada. Era enorme y podía verse que había sido afligida por la artritis. Los nudillos estaban hinchados y los dedos torcidos, nada derechos. No pude quitar mis ojos de esa mano. La mano se desplazó y aterrizó sobre la manita de mi hija de seis años y, al hacerlo, miré hacia arriba; era la anciana que había estado sentada con el anciano, comiendo su almuerzo en silencio.
La miré a los ojos y ella habló,... pero no a mí. Miró a mi hija y susurró: “Si pudiera hacer más por ti lo haría”. Y entonces, sonrió y se alejó para encontrarse con su esposo que se dirigía hacia la puerta.
Escuché un ¡“Ehhhh, miren, un dólar”!. Molly habló emocionada, al descubrir que la anciana había colocado un arrugado billete de un dólar en su mano. Miré y vi el billete de un dólar y rápidamente me di cuenta de que había sido dejado por la anciana. Levanté la mirada para agradecérselo pero ya se había ido. Quedé anonadado, sin estar seguro de qué había pasado y entonces miré a mi esposa. Casi al unísono, nos sonreímos. La tristeza del día había sido limpiada por la mano lisiada y aquel toque generoso de una anciana.