“Anda y diles a los pastores, ancianos, diáconos, y a todos los que han oído la palabra, que con Dios no se juega, por eso estamos aquí, en el lugar más profundo del infierno, porque nosotros conociendo la verdad no la guardamos.”
Esta es la visión que Dios me permitió ver:
Él me había puesto a trabajar en un ministerio y me mostró un monte muy alto, el monte de la santidad. Me mostró cómo luchaba yo con el enemigo, mas este fue derrotado porque en la cruz del calvario Jesucristo ya lo derrotó.
Pude ver que yo iba preparando el terreno y sembrando la palabra de Dios por encima de grandes pruebas, ya que Él estaba conmigo en todo momento.
Nunca trabajé con interés económico alguno en la obra de Dios, y de esto se agrada Él. Siempre que he predicado, he hablado del poder y la unción del Espíritu Santo.
Y el Señor me dijo: “el Espíritu Santo es el abono para las plantas que no dan buenos frutos”. Háblales de la unción y su poder aunque se molesten y no les guste, porque algunos no creen que soy Todopoderoso.
Yo seguía hablando la palabra del Dios, y muchos escuchaban y estaban gozosos, llenos del Espíritu Santo.
Él me indicaba campos ya sembrados, pero que no daban fruto y me dijo: “Son árboles vacíos”. "¡Así son los que no tienen el poder del Espíritu Santo!” Es necesario que sean abonados como los campos, el abono es el Espíritu y el ingrediente son las oraciones de los santos.
El Señor me dijo: “Ya estoy cansado de ese tipo de creyentes inútiles que no trabajan como yo mando en mi palabra”
Estaba yo aun en aquel monte cuando Él me dijo "¡Mira, voy a hacer que conozcan!” QUE CONOZCAN EL INFIERNO”, donde van aquellos que no hacen mi voluntad y se burlan de mi palabra.” Porque el infierno es real, aunque muchos no lo crean.
Después que me dijo esas palabras… de pronto apareció un aire y una columna de humo negro, las fuerzas del mal comenzaron a apoderarse de mí, y empecé a descender por un túnel espantoso que parecía ser el cráter de un volcán y de pronto, pude ver al diablo que venia detrás de mí; yo luchaba desesperadamente por salir, y cuanto más luchaba más me empujaba y seguía cayendo por ese horrible túnel.
Me encontraba angustiado y desesperado. No tengo palabras para describir lo que viví en aquel momento.
El Señor me dijo; “mira, así es como descienden al infierno todos aquellos que no obedecen y no guardan mi palabra, aquellos que no se arrepienten, porque en vida tienen oportunidad de hacerlo y no quieren.”
De pronto, llegué al final de aquel túnel, y al ver ese lugar me quedé aún más aterrorizado… un lugar espantoso y desesperante.
Había leído en la Biblia que existe este lugar, pero ahora yo mismo podía ver que el infierno es real.
En el momento en que llegué al lugar, sentí un calor desesperante y vi un fuego semejante a brasas de candela, en la cual se pone la carne para asarla. Fuego y cenizas había por todo aquel lugar terrible y espantoso.
Mi espíritu y mi alma estuvieron allí, y pude sentir ¡cómo el diablo agarraba mi alma! Y me hizo acostar el fuego y me movía como si fuera carne en la brasa. Pude verme lleno de quemaduras, lleno de llagas y de gusanos.
Realmente, ese lugar era el lugar de tormento del que habla la Biblia.
¡Vi que miles, millones de almas estaban allí quemándose en el fuego! Se quejaban y gritaban, y no había quien les librase de ese castigo eterno.
Amigos y hermanos, después el Señor me dijo: “Mira hay otro lugar aquí que quiero que conozcas”, y en ese momento la puerta se abrió y el diablo me llevó al lugar más profundo del infierno. ¡Entra aquí¡, me dijo, y cuando entré, vi que ese lugar era el primero. Ese lugar era fuego abrasador, semejante al hierro cuando se funde, y no pude resistir allí.
En el momento que entré, la gloria de Dios vino sobre mí y me protegió para que mi alma no recibiera ese fuego abrasador que allí había.
En ese lugar miré y vi a miles y miles de almas que estaban siento atormentadas, llenas de llagas y gusanos en medio del fuego, desesperadas y angustiadas terriblemente porque no hay descanso, es el lugar del crujir de dientes que dice la Biblia.
Esto les va a sorprender a ustedes.
Muchos de los que estaban allí, me miraron y se sorprendieron al ver que estaba en la misma condición que ellos, y el diablo me dijo con furia: “Mira, ¿ves estos de aquí?” Y pude contemplar la cantidad inmensa de gente que estaba en ese lugar.
Me dijo el diablo”: estos fueron pastores, diáconos, maestros, lideres, ¿ves donde vinieron a parar? Me mostró otro grupo de brasas y en ellas dijo: ¿ves a estos otros? Conocieron la palabra de Dios y a dónde vinieron.
“¿Tú quieres seguir adelante? Haré todo lo posible para que tu ministerio sea frustrado”
Pero en ese momento, el Señor me llenó del Espíritu Santo, y le dije al diablo: “sí, voy a seguir adelante en el ministerio”, porque Dios me dijo un día: “ese ministerio será prosperado porque yo lo quiero así y no habrá ningún demonio que pueda destruirlo.”
En ese momento, el diablo fue reprendido en el nombre de Jesús, y hablando en lenguas me acerqué. Se enojaba, batallaba, se llenaba de furia al oír lo que yo hablaba. Mientras esto ocurría, algunos de ellos se acercaban y me decían:
“Anda y diles a los pastores, ancianos, diáconos, y a todos los que han oído la Palabra, que con Dios no se juega, por eso estamos aquí, en el lugar más profundo del infierno porque nosotros conociendo la verdad no la guardamos, y no hicimos caso del amor que tuvo con nosotros.
Uno de aquellos me dijo: “diles a todos los que puedas, que existe un infierno, un lugar de tormento eterno. Que este es un lugar verdadero.”
Otro me decía. “Ya no tengo esperanza, pero otros sí pueden consagrarse a Dios para que no vengan a este lugar de tormento eterno.”
Mientras estas almas hablaban conmigo, el diablo se llenó de ira y comenzó a martirizarlos uno a uno. ¡Callen!, decía, ¡no digan nada! Ya que él era el amo y señor de todos y tienen que obedecerle y les maltrataba peor que a las bestias.
Otro me decía que aquí se recibe el peor castigo, y todos estaban ansiosos por enviar mensajes a los que estamos con vida en este mundo.
Después de conocer como es el infierno, todas las cosas que ahí me mostró, el Señor me habló y me dijo “vámonos de este lugar”, ya has visto con tus propios ojos como es el infierno, cómo sufren las almas y el trato que el diablo les da en este lugar. Será así por toda la eternidad.
Amigos y hermanos, de pronto comencé a salir de ese lugar, fue tremendo estar allí en ese lugar, no hay palabras para describirlo.