¿Alguna vez nos dijo alguien que somos realmente sorprendentes?
Probablemente no, a menos que seamos de aquellos pocos bendecidos que tienen al menos, un poderoso animador en sus vidas, alguien al que realmente le importan.
Medía 1,80 cuando estaba en el séptimo grado y pesaba 68 Kilogramos. Ser “delgaducho” no estaba bien descrito; “palillo mondadientes” es un poco más preciso. Con el cabello rizado, que tenía largo, y que luchaba por mantenerlo recto, la mayoría de mis amigos me llamaban “Q-Tip” (el rapero). Pueden imaginarse cómo aquello hacía maravillas a favor de mi autoestima… bueno, la verdad no mucho.
Mi padre me recordaba que mi nacimiento no había sido planeado, y así parece ser. Tres chicos en menos de tres años: mi hermano tenía dos años e iba para tres. Mi hermana tenía un año, y le faltaban 9 días para llegar a los dos. Y yo...
Mi padre sufrió la mayor parte de su vida de lo que ahora se conoce como desorden bipolar. Serios cambios de ánimo y una variedad de actitudes que no me ayudaban (ni a nadie). Constantemente me recordaba que yo era un “accidente”, y con el abuso psicológico constante al que me sometía, me sentía más como un intruso que como un niño.
Al crecer, comenzar a descubrir mi desarrollo personal y qué podía hacer para sanar mi pasado y crear mi futuro, comencé a desarrollar nuevas creencias sobre mí mismo.
Lo que descubrí cambió mi vida… descubrí que los hechos probaban que yo no era un “accidente”, sino que realmente mi vida era y es, un milagro.
Descubrí, al leer varios libros sobre desarrollo personal, que las probabilidades de que yo fuese concebido eran de decenas de millones contra una. De hecho, aprendí que había vencido a entre 10 y 90 millones de otras “semillas”, que luchaban por fertilizar un huevo.
Descubrí, al leer varios libros sobre desarrollo personal, que las probabilidades de que yo fuese concebido eran de decenas de millones contra una. De hecho, aprendí que había vencido a entre 10 y 90 millones de otras “semillas”, que luchaban por fertilizar un huevo.
Decenas de millones de candidatos posibles y solo uno iba a obtener la cita, es más, los demás iban a morir.
No era solo una carrera por ganar afecto… era una batalla por la vida.