jueves, 10 de julio de 2014

¿Qué hacemos con el sufrimiento?

“A Dios clamé estando en angustia, y Él me respondió”.  Salmo 120:1
Esta es la expresión de un hombre de Dios de corazón quebrantado. Puede ser también la tuya atravesando momentos de sufrimiento o quebranto.
El sufrimiento es parte de la vida. Posiblemente, todos los seres humanos lo necesitamos y sin duda, lo experimentamos en algún momento de nuestro andar por este mundo. Es a través de él como entendemos que hay un ser Soberano, que entiende lo más profundo del corazón del hombre y de la mujer. Ese ser es Dios, a quien podemos acudir en busca de auxilio.
Es a través del sufrimiento como afloran nuestras asperezas, nuestras actitudes, nuestras motivaciones, nuestro egocentrismo.
Y en el sufrimiento, las lágrimas brotan de nuestros ojos y son una expresión del alma por el dolor que sentimos. Puede manifestársenos por varias causas: enfermedades terminales, discapacidades, muerte, abusos, rechazos, malas noticias, separación, desobediencia a la ley divina... Ante el mismo, necesitamos tomar decisiones y dependiendo de ellas, al final veremos los frutos.
Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33.
¿Qué hacemos con el sufrimiento?Tenemos que enfrentarnos al sufrimiento.
Bárbara Johnson, escritora de best seller, humorista y oradora de conferencias muy solicitada, es una mujer que ha experimentado mucho dolor por el accidente devastador, que casi dejó a su esposo ciego y comatoso, casi como un vegetal; por las muertes violentas de dos de sus cuatro hijos y, finalmente, el descubrimiento de la homosexualidad de otro.
Tengo unos amigos, quienes se enfrentan al dolor de ver a su pequeñita hija de 4 años, postrada en una cama como un vegetal. Después de verla sana, alegre, correteando en su casa, de pronto, una fiebre alta atacó su cerebro dejándola en tal estado de gravedad.
Unos expresan dolor; otros, ira, enojo; otros culpan a Dios, a la gente, a las circunstancias o a sí mismos; otros caen en depresiones; y otros deciden terminar con su vida y se suicidan.
Pero, nos preguntamos, ¿son normales tales reacciones? Demos gracias a Dios porque nos ha hecho con emociones y podemos llorar, reír, gritar, etc. La cuestión es que, además de que Dios nos ha dado emociones, también nos ha dado dominio propio y es con él, como tenemos que hacer un alto y reflexionar acerca de nuestras reacciones frente al sufrimiento.
Experimentar sufrimiento en algún momento de nuestra vida, nos debe llevar a hacernos algunas preguntas: ¿Es mi culpa? ¿He desobedecido las leyes humanas o las divinas? ¿He descuidado lo que Dios me ha dado? o ¿es por culpa de otros, cuyas palabras y acciones han hecho pedazos mi vida? ¿Es por el rechazo de algún ser querido en la familia? o ¿es porque somos perseguidos y porque nos difaman?  ¿Es porque otros se aprovechan de nosotros, nos usan, o porque es difícil llevarse bien? ¿Es porque las circunstancias adversas de la vida me han tocado?
Cualquiera que sea la respuesta, y dependiendo de nuestra actitud, el final será provechoso si sabemos que nuestra vida está en manos de aquel, quien nos trajo a este mundo con un propósito específico: “Dar gloria a Él”

Carta a un amigo


Joven; te escribo a ti que eres fuerte, mi palabra permanece en ti y has vencido al maligno. Hijo mío, no ames al mundo ni las cosas que están en él. Si lo amas, el amor de mi Padre no está en ti, porque todo lo que hay en ese amor, no proviene de mi Padre sino del mundo. Pero el que hace la voluntad de mi Padre permanece en mí para siempre. Joven, tú tienes mi unción y conoces mi verdad.
No me niegues, no lo hagas porque si me niegas aquí en la tierra, yo te negaré en el cielo y no tendrás parte conmigo, así que testimóniame y dile a otros lo mucho que te amo. Hijo mío, tú sabes que lo que has oído desde el principio aún permanece en ti, por eso mi niño, yo te daré la vida eterna.
Te escribo esto para que nadie te engañe. Recuerda que mi unción está contigo, yo te he llenado de mi presencia y no te dejaré. Permanece en mí porque yo soy justo. Clama a mí y yo te responderé.
Hijo mío, que nadie tenga en poco tu juventud, sé ejemplo para otros, déjate usar por mí y verás mi gloria. Yo te amo y tú lo sabes, fue tan grande mi amor por ti que di mi vida en aquella cruz y si tuviera que hacerlo nuevamente, lo haría.
No descuides el don que hay en ti. Recuerda mi llamado, pues ese llamado que te hice, al igual que los dones que te he dado son irrevocables, así que, haz lo que te he enviado a hacer. Eres una flor de mi jardín.
Recuerda que nadie te amará como yo. Espera en mí porque no tardo. Te amo y te amaré siempre. 
Tu amigo fiel, JESÚS.

La última tentación - Tentado en la presunción (4)

“Entonces el diablo… le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, lánzate abajo, pues escrito está: a sus ángeles te encomendará y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.” (Mateo 4:5-7)
Jerusalén en ese tiempo, se miraba como el centro del mundo, y los judíos creían que el templo estaba en el centro de la ciudad, a su vez el centro del mundo. No había pináculo en el templo de Jerusalén, más bien se sugiere que el diablo lo llevó a una parte alta del templo. De esta manera tentó a Jesús para que usara la presunción de lanzarse, y así forzar la mano de Dios para que lo salvara. Los judíos amaban las señales y milagros espectaculares, y esa era una oportunidad para que Jesús presumiera en cuanto a cómo Dios lo amaba. Pero con autoridad, Jesús le dijo: “No tentarás, o pondrás, a prueba al Señor tu Dios”, citó Deuteronomio 6:16.

Los hijos de Dios no podemos caer en la tentación de querer que Él haga los milagros que a nosotros se nos ocurran y asumir el papel de hijos presumidos que a veces, hasta dan órdenes a Dios. Con su actitud, Jesús nos enseña que Dios es Dios, que no puede ser manipulado por su pueblo ni con oraciones, ni con ofrendas ni con servicios que le hagamos. Estamos aquí para servirlo a Él. Dios no es nuestro sirviente. No podemos usar nuestra tarjeta de crédito para comprar todo lo que queremos, mientras decimos muy religiosamente: “Dios me respaldará”; “no me dejará avergonzado”; “el proveerá”. Eso es presunción. Los líderes frágiles toman caminos de presunción y luego esperan que Dios los respalde. Los verdaderos líderes se mueven con seguridad, pero con temor a Dios.

Descansa

Se cuenta la historia de un prisionero condenado a muerte, al que se le vendaron los ojos, se le dijo que le iban a cortar la arteria del brazo y que un grupo de médicos estaría observando cuánto tiempo tardaría en morir.
Seguidamente, se le pasó una navaja por la piel sin hacerle ningún corte, y se dejó correr agua a través de un tubo, la cual iba cayendo en una vasija puesta debajo del brazo.
Los doctores entre tanto, comentaban sobre la futurible debilidad del pulso y el supuesto estado del prisionero, a medida que se desangrase.
El preso lo oyó y creyó tan confiadamente en todo lo que los doctores aseguraban, que su sistema nervioso se vio afectado de tal forma que su corazón acabó paralizándose, y pensando que se estaba desangrando realmente, murió de ansiedad y miedo.
Todos hemos pasado por momentos de ansiedad, presión, estrés, frustración, tensión y hemos sentido que todo el peso que soportábamos nos estaba destruyendo.
El estrés es simplemente, una respuesta fisiológica del organismo, como defensa a una situación que se interpreta como amenazante. No sabemos cómo pero es algo necesario para la supervivencia. Sin embargo, cuando se sobrecarga, cuando el estrés es agobiante, empiezan a aparecer las enfermedades, los problemas de memoria, las alteraciones de ánimo, un cansancio excesivo, depresión y otros síntomas más.
En ocasiones es muy difícil no sentirse ansioso, y cuando las circunstancias desbordan nuestra capacidad y nuestras fuerzas, lo mejor es descansar.

¿Qué te Falta? - Crecimiento personal-espiritual

“El que no mira adelante, atrás se queda” - refrán.
¿Qué me falta para tener un mejor futuro con la bendición de Dios? Es una pregunta interesante. Hay muchos que no se atreven a hacer esta pregunta, su mirada aún está en el pasado y se están quedando atrás, pensando y deseando un futuro mejor, sí, pero no se atreven a dar el paso de avanzar.
Comencemos desde el inicio; en la Biblia hay un libro llamado Génesis, en el que se muestra la historia de la creación y encontramos que Dios hizo al hombre, Adán, y este tenía todo lo que necesitaba y estaba contento y feliz allí, en el paraíso. Sin embargo, Dios dijo que no era bueno que el hombre estuviese solo y que le daría ayuda idónea. Dios sabía que a Adán le faltaba una parte en su vida, pero Adán no lo sabía, así que Dios produjo en Adán el querer como el hacer.
Es interesante que Dios primero hizo los animales y la tarea de Adán era el ponerle los nombres a los mismos. Quizá Adán comenzó a notar la diferencia entre un toro y una vaca, que algunos eran machos y otros hembras, y entonces fue cuando Adán se percató que algo le faltaba. Dios despertó el deseo y lo hizo caer en sueño profundo, y mientras dormía, le sacó una costilla e hizo de allí a la mujer. Todo surgió a partir de que al hombre le faltaba algo.
¿Qué te falta para ser feliz? ¿Qué deseos, Dios ha despertado en ti?
Así como Adán, hay veces que nos damos cuenta de que algo falta en nuestras vidas, hay un cierto grado de insatisfacción, de descontento en el hogar, en la familia, en el trabajo o negocio, inclusive hay muchos descontentos en el ministerio. ¡Normal!, como seres humanos tenemos muchas necesidades y no solamente fisiológicas, aunque muchos se conforman con tener estas satisfechas, pero también hay necesidades de seguridad, afiliación, reconocimiento y autorrealización (de acuerdo a la teoría de la motivación humana). Cuando estas necesidades están cubiertas, podemos decir que tenemos una vida equilibrada y extraordinaria.