domingo, 29 de junio de 2014

Cosas que pueden paralizar tu vida (3) - Las excusas te paralizan

Y hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, un estanque que en hebreo se llama Betesda y que tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua; porque un ángel del Señor descendía de vez en cuando al estanque y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera. Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado allí y supo que ya llevaba mucho tiempo en aquella condición, le dijo: ¿Quieres ser sano? El enfermo le respondió: Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras yo llego, otro baja antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda. Y al instante el hombre quedó sano, y tomó su camilla y echó a andar. –Juan 5:2-9 

Las excusas son el refugio de los que no quieren asumir sus responsabilidades en la vida. Son mentiras con las que queremos convencernos de no hacer algo o para evadir responsabilidades. Han existido en la humanidad desde el inicio del ser humano; la excusa de Adán fue “la mujer que me diste”, la excusa de Eva: “la serpiente que creaste”, la excusa del paralítico: “otro me gana”, aunque sería casi una entelequia, en este caso concreto, pensar que fuera posible. En esta actitud de excusarse ante todo vemos un estado de conformidad. El paralítico de Betesda podía decir con seguridad, que él no podía hacer nada porque siempre había otro que le ganaba; pero ante Dios no hay excusa que valga. Notemos estas frases típicas que parecen excusas válidas, pero en el fondo no lo son. “No tengo tiempo”. ¿Para qué mentir? Muchas veces quieren significar lo mismo que decir “no tengo ganas”. Es curioso que la gente más ocupada sea precisamente la que encuentra tiempo para hacer otras cosas.
“Mi salud no me acompaña”. ¿Estás seguro? Piensa en los grandes hombres y mujeres de la historia, que podrían haber usado esta excusa para no hacer lo que hicieron. 
“No tengo edad para eso”. Pero si no tuviste la edad a los veinte, tampoco la vas a tener a los cuarenta. Hay jóvenes de setenta años y viejos de treinta. Solamente es demasiado tarde cuando piensas que es demasiado tarde. 
“Me falta capacidad”. ¿No será más bien que te falta voluntad y constancia? Porque la constancia, la perseverancia, es el 90% de lo que después llamamos habilidad. La gracia es hacer trabajar más la inteligencia para la capacidad que se tiene. 
“Tengo mala suerte”. ¿De veras lo has intentado? No busques suerte si no ha habido planificación, optimismo, lucha. Las dificultades hay que aprovecharlas para aprender, y los fracasos, como lección para empezar de nuevo. 
“Tengo miedo”. La indecisión y el aplazamiento de las decisiones solo hacen crecer el miedo. No hay que dilatar inútilmente lo que sabes que tendrás que afrontar tarde o temprano. Habla con esa persona, ve adonde tienes que ir, toma esa decisión de una vez. Te quitarás un peso de encima y adquirirás nueva confianza en ti mismo. La próxima vez que seas víctima de esta enfermedad y quieras usar una excusa de estas, piensa primero: “¿A quién quiero engañar?” 

Llenos de frutos de justicia

Filipenses 1: 11 llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

Pablo continúa su oración por sus hermanos en Cristo, para que vivan una vida que testifique su esperanza de la segunda venida del Señor, una vida llena de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

Los filipenses debían dar una rica y abundante cosecha de frutos espirituales, como todos los creyentes que deben estar llenos de frutos de justicia. Estos frutos indican una relación correcta entre Dios y el creyente. Son por medio de Jesucristo, no son frutos que nazcan del creyente, nadie puede producirlos, vienen por mediación del Señor.
La petición de Pablo en su oración, es que el amor en los creyentes abunde más en conocimiento y comprensión, para que aprueben lo mejor, para que sean sinceros e irreprochables para el día de Cristo, y estén llenos de frutos de justicia. Todo esto es para gloria y alabanza de Dios. Los frutos vienen por medio de Jesucristo, y no buscan la glorificación y la fama humana, sino la gloria y alabanza de Dios.

Todo viene de Dios y todo regresa a Dios, para su gloria, para alabanza de Él. Las bendiciones de Dios, los frutos que vienen del Señor, lo que desciende de Dios, todo debe volver a Dios en gloria y alabanza. El hombre ha sido creado para gozar su relación con Dios y glorificar a Dios.

El pasado me persigue

Hay personas que intentan huir de su pasado, unos dicen no poder superarlo, otros malviven con el dolor de sus recuerdos, el caso es que para ellos, el pasado es un monstruo enorme difícil de superar.
Pero, ¿por qué no logran superar el pasado?
Normalmente, cuando por alguna razón no cerramos un ciclo, éste permanecerá abierto impidiendo que iniciemos otro. La falta de perdón a sí mismo y a los demás, es el principal motivo de que duela el pasado; aferrarse a algo que ya no es vigente, que ya pasó o que ha cambiado, no nos deja ver al frente. Otras veces, hacemos que nuestro pasado pese tanto que nos es imposible avanzar a algo nuevo, porque nos sentimos atados, atrapados, imposibilitados por acabar algo que ya no da para más, que ya no tiene futuro.
Recordar es volver a vivir… pero, ¿en realidad queremos volver a vivir algo que nos duele?, ¿vale la pena rememorar lo que nos hace daño? Es cierto que Dios nos hizo seres con sentimientos, pero también lo es que nos dio la capacidad de dominarlos, de hecho una persona que se mueve por sentimientos es alguien inconstante. 

Honra a tus padres

En una ocasión, una mamá me comentó que su hijo la había sorprendido al decirle que quería irse de su casa. Mientras le ayudaba a empaquetar, le hizo recapacitar sobre su precipitada decisión, diciéndole que esperaba que encontrara un lugar como su hogar, que lo pensara muy bien e hiciera cuentas, que pensara si quería independencia porque uno de sus amigos le había dicho que se fuera a vivir con él, que éste solo le apoyaría un tiempo y luego le pediría que se fuera de su casa porque no podría ayudar con los gastos... Al final terminaría yéndose a vivir solo a un cuarto donde tendría que pagar todo: alquiler, luz, agua y el imprescindible teléfono que no usaba en su casa, sino que se aprovechaba, abusaba, además de la comida, el transporte, etc. Cuando su maleta ya estaba casi lista, le dijo que con ellos lo tenía todo, que trabajan de sol a sol para que no le faltara nada y que lo hacían porque lo amaban.
Cuántos de nosotros hemos actuado igual que este muchacho, porque queríamos independizarnos y no queríamos escuchar más los sermones de nuestros padres, sin darnos cuenta que ellos solamente querían nuestro bien.
La Palabra dice: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” Efesios 6:2-3
En ocasiones, escuché a muchos papás decir que sus hijos los abandonaron, que se olvidaron de ellos, que no los iban a visitar ni los llamaban. No olvides nunca que ellos dieron todo por nosotros, incluso en ocasiones se privaron de comer para que nosotros pudiéramos alimentarnos.
¿Y qué estamos haciendo ahora por ellos? ¿Te das cuenta de que no estamos haciendo lo correcto?, abandonar a nuestros padres ahora que nos necesitan, o no tener paciencia como ellos como la tuvieron con nosotros. Estamos tan ocupados en nuestras propias actividades que no tenemos tiempo para compartir con ellos.
Honra a tus padres como lo manda Dios, ámalos porque no sabes hasta cuándo estarán a tu lado. Ellos te dieron mucho amor y cariño cuando estabas a su cuidado, y ahora te toca a ti devolverles todo lo que ellos te dieron, porque lo necesitan.