sábado, 14 de junio de 2014

El milagro de la vida


“Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien”. (Salmos 139: 14)
La vida es un milagro. Siempre, cuando estamos arriba y abajo, en los buenos y en los malos momentos siempre sigue siendo hermosa. Es vibrante, llena de emociones y colores que son grises y opacos o los más intensos y alegres. Vivir es sentir, y sentir implica que a veces te dolerá y otras que disfrutarás de esas emociones. La vida puede tener la fragancia de un grato perfume, y otras veces parece que ese perfume no se asienta con nosotros y que hasta nos apesta. Es una escalera que a veces queremos subir y otras no, pero que sabemos que si queremos llegar a algún lugar, tenemos que subirla y afrontar los riesgos que vengan. 

Más que respirarla, la vida hay que disfrutarla, beber de su néctar, embriagarnos de sonrisas, compartir con otros, ayudar al que lo necesite. No hay que vivirla con máscaras ni disfraces, no hay que disfrazarse, sino que hay que tratar de ser fiel a sí mismo y a su esencia, presentarse ante el mundo tal como se es. A veces se debe afrontar injusticias, pero sabiendo que lo que se siembre, tarde o temprano se cosechará. 

La vida es amor, y el amor aunque a veces duele, es lo más bonito que se puede experimentar y sentir interiormente. El amor te transforma, te hace ser mejor, te lleva a romper límites y barreras, te anima, y te renueva las células y fibras de tu ser. El que no ha amado no puede sentir el milagro de la vida, no le encontrará el sentido a muchas cosas que nacen en el corazón. 

Dominio en el Espíritu


Declaro que tengo dominio por el Espíritu de Dios.
Todo lo que ate será atado y todo lo que desate será
desatado. (Mateo 16:19)

Soy un hijo/a de Dios y Él me hecho rey y sacerdote (Apocalipsis 1:6)
Tengo linaje real (1 Pedro 2:9) y fui comprado por precio de sangre,
el precio más alto del universo (1 Corintios 6:20)

Declaro que, como rey que soy por Dios y embajador de Cristo
en la tierra, voy a gobernar y sojuzgar en el espíritu para 
someter toda fuerza de las tinieblas que quiera operar en
mi vida, en mi familia, trabajo, finanzas y ministerio (2 Corintios 5:20)

Declaro que como heredero de Dios y coheredero con Cristo,
voy a recibir y efectivar todas sus bendiciones, en el nombre
de Jesucristo de Nazaret, y cancelo todas las maldiciones sobre
mi apellido y descendencia para siempre, amén. (Romanos 8:17)

Tengo autoridad porque Dios me ha delegado de su autoridad,
y voy a ejercerla cada día. Soy más que vencedor y cumpliré
con el destino de gloria que Dios ha preparado para mí.

Nada hay imposible para Dios, y con mi fe puesta en Él,
nada me será imposible a mí (Mateo 17:20). Todo lo que diga
será hecho y todo lo que emprenda me saldrá bien.

Tengo un cetro de poder y autoridad en mi mano izquierda; 
y en mi derecha una espada con poder espiritual. Ésta es la espada
del espíritu, que es la palabra de Dios, para cortar toda obra de 
maldad, todo mal pensamiento y fortaleza mental, toda angustia
y ansiedad, toda preocupación y necesidad. Llevaré esta espada en
todo tiempo y la usaré sin dudar. La ejecuto ahora con mis palabras
y declaro que tengo autoridad.

Mi nombre esta escrito en el libro de la vida y ningún arma forjada
contra mí prosperará. En los altos lugares celestiales mi espíritu está
para ejercer dominio y autoridad. Juntamente con Cristo estoy

y en Él me muevo. Jamás me fallará.

Gracias Dios Padre, porque soy tu hijo/a, y como tal, practico
la justicia de tu reino y como justo, siete veces me podré caer
pero me volveré a levantar. 

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece, porque ya no lucho
con mis fuerzas, sino con la fe del Hijo de Dios. Porque ya no 
vivo en la fuerza de mi carne, ya que Cristo vive en mí.

Tengo la certeza de una gloria presente y la esperanza cierta, futura,
de la gloria más grande que pueda existir, que es estar en las
moradas eternas de mi Padre celestial viviendo con Él, en Él
y por Él, por los siglos de los siglos, amén.

Muchas gracias, Padre

¿Qué sucede después de la muerte? - ¿Es real el infierno? ¿Es eterno el infierno?

¿Qué sucede después de la muerte?
La pregunta acerca de lo que sucede después de la muerte da lugar a confusión. La Biblia no es explícitamente clara acerca de cuándo una persona va a alcanzar su destino eterno definitivo. La Biblia nos dice que después de la muerte, una persona es llevada al cielo o al infierno según él/ella haya recibido a Cristo como su Salvador. Para los creyentes, después de la muerte significa estar ausentes del cuerpo y presentes con el Señor (2ª Corintios 5:6-8Filipenses 1:23). Pero para los no creyentes, después de la muerte significa el castigo eterno en el infierno (Lucas 16:22-23).
Es difícil entender lo que sucede después de la muerte. Apocalipsis 20:11-15 describe a todos aquellos no creyentes en el infierno, siendo arrojados al lago de fuego. Apocalipsis, capítulos 21-22 describen un nuevo Cielo y una n
ueva Tierra. Por tanto, parece que hasta la resurrección final después de la muerte, una persona reside en un cielo e infierno “temporales”. El destino eterno de una persona no va a cambiar, pero la “localización” precisa del destino eterno de una persona sí. En algún momento después de la muerte, los creyentes van a ser enviados al Nuevo Cielo y a la Nueva Tierra (Apocalipsis 21:1). Y en algún momento después de la muerte, los no creyentes van a ser arrojados al lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15). Estos son los destinos eternos finales de toda la gente basados totalmente, en si una persona ha confiado sólo en Jesucristo para la salvación de sus pecados.

Nuestra Cita


Hola, ya estoy aquí, ¿puedo pasar?,
traté de ser puntual en nuestra cita,
qué bonito es saber que has estado esperándome para que hablemos,
¡tengo tantas cosas que decirte...!

Hoy aprendí mucho en tu casa,
aprendí que si hay barreras que nos impiden trabajar para ti,
las debemos derribar con optimismo porque eso nos hará fuertes;
aprendí que si me siento como un árbol seco,
contigo seré como un árbol plantado junto al agua,
me harás reverdecer porque un día Tú recogerás mis frutos.
Aprendí que no debo sentirme más grande que los demás,
que debo ser humilde como Tú, Jesús.
 

¿Sabes?, es muy difícil tratar de imitarte,
pero día a día me esfuerzo por agradarte,
no soy perfecta, Tú lo sabes,
pero te amo; también lo sabes.

He aprendido que con cada prueba, obstáculo o barreras,
debo siempre apoyarme en ti y tener paciencia, pues Tú estás
al mando y me estarás moldeando hasta lograr convertirme
en tu mensajera. Que cómo ser la que Tú deseas, si no moldeas mi ser.
Ahora puedo comprender lo que ayer me confundía,
gracias te doy por hacerme tu escogida. 
Quiero ser un barro fino en tus manos, 
para que le des forma a mi vida y agradarte a ti. 
Gracias por todo tu amor, Señor.

Bueno, me despido, pero mañana vuelvo a tu nido,
para compartir contigo lo que he aprendido.

El Anillo - Reflexiones

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarle, le dijo: ¡Cuánto lo siento muchacho!, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…. y haciendo una pausa agregó: si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después, tal vez te pueda ayudar.
- E…encantado,- maestro,- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos le miraban con poco interés, hasta que el joven dijo lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionó la moneda de oro, algunos rieron, otros daban la vuelta a la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que, una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
Con ánimo de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, abatido por su fracaso montó en su caballo y regresó.