domingo, 8 de junio de 2014

Es más que un trabajo - Reflexiones

Un joven muchacho entró apresuradamente a una estación de servicio y preguntó al encargado si tenía un teléfono público.
El encargado asintió con la cabeza. -¡Claro, allí está! 
El muchacho introdujo algunas monedas, marcó un número y esperó la respuesta. Finalmente, alguien contestó. -Perdone que le moleste señor, dijo con voz profunda, ¿podría serle útil un muchacho honesto, buen trabajador, para trabajar con usted?
El encargado no pudo evitar oír la pregunta. Después de unos instantes, el muchacho continuó:  -¡Oh, vaya!, ¿usted ya tiene un muchacho joven, honesto y buen trabajador? Bueno, está bien. Gracias igualmente. Con una amplia sonrisa, de oreja a oreja, cortó la comunicación y volvió a su coche cantando eufóricamente.
-Eh, permíteme un minuto, le llamó el encargado de la estación. No pude evitar escuchar tu conversación. ¿Por qué estás tan contento? Yo pensé que el hombre te había dicho que ya tenía a alguien y no te necesitaba. El muchacho sonrió.
- Bueno, verá usted, yo soy el muchacho honesto y trabajador. ¡Solamente estaba controlando mi trabajo!
Colosenses 3:23
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.
Es seguramente, uno de los versículos de la Biblia, de los que más me identifico.    M.G.L.

¿Por qué hago lo que hago? - Crecimiento personal-espiritual

“Es más fácil desintegrar un átomo que un pre-concepto” - Albert Einstein.
Hay un dilema que muchas personas tienen en la vida y es que, comienzan a cuestionarse si aquello del pasado podrían haberlo hecho de otra manera y surge en ellos, sin pretenderlo, lo que se llama “paradigma”. Quizá para muchos, sea un término nuevo, sin embargo, vivimos con muchos paradigmas.
Un paradigma es un modo de ver la realidad, que nos hace apoyarnos en él porque nos sirve de marco o modelo de referencia. Casi siempre, el modo en que vemos las cosas (paradigmas) es la fuente del modo en que pensamos y del modo en que actuamos. Todos pensamos que vemos las cosas tal como son, que somos objetivos, pero no es así. Vemos el mundo no como es, sino como nosotros queremos ser”. O lo que es lo mismo, veo el mundo de acuerdo a como soy, o de acuerdo a lo que yo piense de mí. ¿Qué pienso de mí? ¿Pienso que soy un ganador en la vida o un perdedor? De acuerdo a lo que yo piense, de esa manera voy a actuar.
Tenemos muchos paradigmas, inclusive hasta para relacionarnos con Dios, que no nos permiten alcanzar nuestro verdadero potencial y mucho menos, disfrutar la vida en plenitud.
Hace siglos se pensaba que la Tierra era el centro del universo, que todo giraba alrededor de la tierra, pero luego se descubrió que era al contrario, que giraba alrededor del sol. 
Otro paradigma que se rompió era que, para ser salvo había que ser bueno, y Jesús, un excelente maestro, lo rompe y le dice al ladrón que estaba a su izquierda, que estaría con Él en el paraíso. En consecuencia, para ser salvo sólo hay que creer en Jesús quien es el camino, la verdad y la vida.
¿Cuáles son los paradigmas que tienes acerca de ti?
Algunos de lo más comunes son: “No puedo cambiar”, “No puedo lograrlo”, “Funciona para otros pero no para mí”, “Soy torpe”, “Soy un fracasado”…
Hoy es un buen día para romper con los paradigmas que hay en tu vida. Tú puedes elegir cambiar y comenzar a vivir de nuevo.
Hay una reflexión que muchos conocen, y es la de los cinco monos, que ilustra muy bien esto de los paradigmas.
Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro pusieron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo.
Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera los otros le golpeaban, hasta que llegó un momento en que ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos, y lo primero que hizo el nuevo individuo fue ir a subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le propinaron una gran paliza. Después de algunas palizas más, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera, aunque nunca supo el por qué de tales palizas. Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. Incluso el primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho, le volvieron a golpear. El cuarto y finalmente, el quinto de los veteranos fueron sustituidos. Los científicos se quedaron entonces, con un grupo de cinco monos que, aunque nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentase llegar a las bananas.
Si les preguntásemos a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentaba subir la escalera, con seguridad la respuesta sería: “No sé, aquí las cosas siempre se han hecho así.”

Dios Sin Límites - Relación Con Él

Dios es Dios grande y sublime. Nada le detiene y nada le limita. No le puedes encerrar en una estructura religiosa pues no se pliega a los requerimientos humanos.
Sin embargo, su grandeza ha sido, y es tan sublime, que Él mismo se ha puesto límites. Su límite es que no convive con el pecado ni con el egoísmo, ni con la vanidad.
Dios siempre nos sorprende, y no le pide permiso a nadie para hacer su voluntad y ejecutar su soberanía. No le detiene el tiempo ni el espacio, ni siquiera nuestras exigencias vanidosas. Sorpresivamente, se acerca al hombre para rescatarle y cambiarle. Dios espera que aprendamos de Él, a saber vivir con los límites que nos ha puesto, mientras disfrutamos de una relación directa con Él como Dios sin límites.
“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Filipenses 2:6-11

Algunas formas modernas de idolatría

Todas las diversas formas de idolatría moderna tienen una cosa en común, una característica propia: uno mismo. La mayoría de la gente ya no se arrodilla ante ídolos e imágenes, pero se adora ante el altar del dios, que presuponen, son ellos mismos. Esta marca de la idolatría moderna toma diferentes formas.

En primer lugar, adoramos ante el altar del materialismo, que alimenta nuestra necesidad de aumentar nuestro ego a través de la adquisición de más "cosas"; nuestros hogares están llenos de toda clase de bienes, construimos casas más y más grandes, con más armarios y espacios de almacenamiento para guardar las cosas que compramos, muchas de las cuales incluso no hemos pagado aún; la mayoría de nuestras cosas tiene una "obsolescencia programada" inherente en ellas, por lo que son inútiles al
 poco tiempo, y así las colocamos en el garaje o en otro espacio de almacenamiento. Y nos volvemos a apurar en comprar esa cosa, ropa o aparato más nuevo,... y todo el proceso vuelve a empezar. Este deseo insaciable para más, mejor y nuevo, no es nada más que codicia. El décimo mandamiento nos dice no caer víctimas de la codicia: “No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca.” (Éxodo 20:17). Dios sabe que nunca estaremos alegres satisfaciendo nuestros deseos materialistas, porque el materialismo es una trampa de Satanás para mantener nuestro enfoque en nosotros mismos y no en Dios.

En segundo lugar, adoramos ante el altar de nuestro propio orgullo y ego. Esto, a menudo toma la forma de una obsesión por acabar carreras y obtener nuevos cargos. Millones de hombres y mujeres pasan de 60 a 80 horas a la semana en el trabajo. Incluso los fines de semana y durante las vacaciones, nuestros ordenadores están zumbando y nuestras mentes girando, con ideas de cómo hacer nuestras empresas más exitosas, cómo conseguir ese ascenso anhelado, cómo conseguir ese aumento de sueldo, o cómo cerrar el próximo trato. Mientras tanto, nuestros hijos adolecen de la atención y amor necesarios. Nos engañamos pensando que estamos haciéndolo todo por ellos, para darles una vida mejor. Cuando la verdad es que lo estamos haciendo por nosotros mismos, para aumentar nuestra autoestima al aparecer más exitosos ante los ojos del mundo. ¡Es de locos! 

Pero todos nuestros trabajos y logros no serán de ninguna utilidad para nosotros después de morir, como tampoco la admiración del mundo, porque estas cosas no tienen ningún valor eterno. Como el rey Salomón dijo, "pues hay quienes ponen a trabajar su sabiduría y sus conocimientos y experiencia, para luego entregarle todos sus bienes a quien jamás movió un dedo. ¡Es absurdo y un mal enorme!, pues, ¿qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!" (Eclesiastés 2:21-23).

En tercer lugar, idolatramos la humanidad y, por extensión, a nosotros mismos, a través del naturalismo y el poder de la ciencia. Esto nos ilusiona con la idea de que somos los señores de nuestro mundo y aumenta nuestra autoestima con proporciones casi divinas. Rechazamos la Palabra de Dios y Su descripción de cómo Él creó los cielos y la tierra, y aceptamos el sinsentido de la evolución y el naturalismo. Abrazamos a la diosa del ecologismo y nos engañamos pensando que podemos preservar la tierra indefinidamente, cuando Dios ha declarado que la tierra tiene una vida útil limitada y durará sólo hasta el fin de los tiempos. En ese momento, Él destruirá todo lo que ha hecho y creará un cielo y una tierra nuevas. "Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios? Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán con el calor de las llamas. Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia.” (2 Pedro 3:10-13). Como este pasaje dice muy claramente, nuestro foco no debería estar en adorar el ambiente sino en llevar vidas santas, mientras esperamos ansiosamente el regreso de nuestro Señor y Salvador. Sólo Él merece ser adorado.

La oración de Pascal

Blaise Pascal (1623-1662), científico, filósofo y escritor francés, realizó importantes contribuciones a la ciencia y a la fe. Tanto es así, que de los conceptos establecidos por él se derivó un lenguaje de programación usado hasta fines del siglo XX, la invención de las calculadoras mecánicas y algunos importantes principios relacionados con la mecánica de los fluidos que, aún hoy en la actualidad, son de aplicación en la ingeniería hidráulica. Pero su mayor y más trascendental contribución a la humanidad, no provino de sus conocimientos académicos, sino de su encuentro con Nuestro Señor Jesucristo.

Pablo, el apóstol, el mismo de la Biblia, tenía extensos conocimientos. Había sido educado en las mejores escuelas. Hoy en día, se podría decir que “estudió en las mejores universidades”. Sin embargo, su mayor aporte a la raza humana no provino de sus conocimientos, ni de su educación académica, sino de un encuentro con Nuestro Señor Jesucristo.