martes, 27 de mayo de 2014

Procrastinando cambios

La procrastinación es la conducta reiterada de evitar, consciente o inconscientemente, lo que se percibe como desagradable, incómodo o difícil. O lo que es lo mismo, en más de alguna ocasión has estado a punto de realizar alguna actividad, que posee las características antes mencionadas, y te has demorado mucho tiempo en comenzar.
No es difícil recordar mis tiempos de estudiante cuando tenía que preparar extensas evaluaciones un domingo por la tarde. Comenzaba quejándome de lo mucho que tenía que leer y cuando el sol entraba por mi ventana era aún peor, porque pensaba en todas las actividades al exterior de mi dormitorio, que podría estar realizando y que, obviamente, eran mucho más divertidas que sentarme a leer. Luego continuaba ordenando alguna sección de mi armario, desechando papeles antiguos, o pintándome las uñas, todas acciones para evitar el estudio. Incluso en el momento mismo del estudio, comenzaba a completar mi agenda con las evaluaciones pendientes o lo que debía realizar el lunes. En consecuencia, procrastinaba toda mi sesión de estudio porque me resultaba desagradable, muy desagradable.
Pero no sólo en tareas como éstas podemos procrastinar, también podemos hacerlo en nuestros propios procesos de cambio. Si hay alguien que debe conocer bien como somos, somos nosotros mismos. Mal que nos pese, vivimos TODA la vida con nosotros mismos, por tanto, accedemos a información confidencial que, incluso, nuestros propios padres desconocen ni les revelaremos. En este conocimiento profundo que tenemos de nosotros mismos, sabemos que hay cosas que debemos cambiar para tener la clase de vida que queremos y ser la clase de persona que queremos ser. Cuando nos tenemos que enfrentar a estas cosas o situaciones que tenemos que cambiar, nos resistimos a hacerlo, evitándolas a toda costa diciéndonos porque “soy así”, “el Señor me hizo así”, “mi papá también era así”, “el que me quiera tendrá que aceptarme así” y una serie de frases de disculpa similares, que avergüenzan al más pintado. En este proceso en que nos damos cuenta de los cambios necesarios y no los hacemos, estamos procrastinando el cambio. Nos resulta incómodo, desagradable o difícil hacerlo, por lo que lo evitamos activa o pasivamente.

¿Tienes la posibilidad de ayudar?

¿A que muchas veces nos negamos a hacer el bien, teniendo la posibilidad de brindar una ayuda? En ocasiones nos incomoda cuando nos piden que les prestemos algo o que les hagamos un favor muy especial, y entonces, preferimos decir “no puedo” o “mejor mañana”, para salir del compromiso en lugar de tomar la decisión de ayudar.
Pero la Biblia dice “No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo. No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve, y mañana te daré, cuando tienes contigo qué darle.” Proverbios 3:27 – 28 RV1960
En la palabra de Dios aprendemos que, Él desea que seamos serviciales con nuestro prójimo, con aquel que necesita de nosotros. En una oportunidad le preguntaron, ¿Quién es mi prójimo? A lo que Jesús respondió con una historia:
“Un hombre judío bajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por ladrones. Le quitaron la ropa, le pegaron y lo dejaron medio muerto al costado del camino.
Un sacerdote pasó por allí de casualidad, pero cuando vio al hombre en el suelo, cruzó al otro lado del camino y siguió de largo. Un ayudante del templo pasó y lo vio allí tirado, pero también siguió de largo por el otro lado.
Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él. Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él. Al día siguiente, le dio dos monedas de plata al encargado de la posada y le dijo: “Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí”.
Ahora bien, ¿cuál de los tres te parece que fue el prójimo del hombre atacado por los bandidos? —preguntó Jesús.
El hombre contestó: El que mostró compasión.
Entonces Jesús le dijo: Así es, ahora ve y haz lo mismo. Lucas 10:30-37 NTV
Muchos esperaban que el sacerdote o el que trabajaba en el templo serian quienes ayudaran a aquel hombre, sin embargo la ayuda fue de quien menos esperaban. En aquellos tiempos, el samaritano era muy menospreciado y criticado, especialmente por los judíos, pero Jesús lo pone como ejemplo, al haber obrado conforme al corazón de Dios.

¡Escogidos!

Entonces Betsabé se inclinó ante el rey, con su rostro a tierra, y haciendo reverencia al rey, dijo: Viva mi señor el rey David para siempre. 1º Reyes 1:1-31
DURMIENDO CON EL REY
Son los últimos días de la vida del anciano rey David. Su cuerpo ha perdido energía y vitalidad, y por más que se abrigue no logra entrar en calor (verso 1). ¡Vive muerto de frío!
¿Qué loca idea se les ocurre a los siervos para “calentar” al rey? (versos 2-3). Dormir en la misma cama con alguien (sea hombre o mujer), activa tus hormonas y despierta deseos y fantasías sexuales. Y salvo alguna excepción muy puntual, no es conveniente que lo hagas. Cada uno a dormir a su camita. No te expongas a situaciones factibles de ser muy difíciles de controlar. Prevenir es siempre mejor que lamentar.
Devocional - ESCOGIDOS!!Bueno, eso de la excitación, a David ya no le pasaba. Era ya muy viejo para “calentarse” sexualmente con una chica. Por eso el verso 4 dice que “el rey nunca la conoció”. O sea, “nunca la conoció sexualmente”. Nunca hizo el amor con ella, nunca la acarició o tocó eróticamente. Era otra la razón por la cual buscaron a la hermosa Abisag para que durmiera con el rey. En la antigüedad había una creencia: el contacto con una chica virgen tenía poderes restauradores. Creían que la energía y vitalidad de una virgen (y si era hermosa mucho mejor), pasarían a la persona anciana y ésta recuperaría su vitalidad. 
Para las chicas: Si tú fueras la hermosa Abisag, ¿qué sentirías al tener que dormir con el viejo rey todas las noches?
¿Te sentirías privilegiada por haber sido elegida? ¿Sentirías rechazo por ese hombre viejo, que no sabes cómo reaccionaría? ¿Soportarías sus olores de anciano y su piel arrugada? ¿Lo soportarías por los beneficios secundarios (vivir en el palacio, comer bien, vestir bien), pero deseando que se muriera pronto? ¿O acaso le honrarías por ser el rey, independientemente de su edad y condición? ¿Cuál sería tu reacción? ¿Cuál sería tu actitud?
Veamos la pregunta de otra forma. Tú y yo hemos sido escogidos para servir al Rey de reyes y Señor de señores: Jesús. Escogidos para estar en su presencia, para honrarle, para obedecerle, para amarle. Somos privilegiados por servirle, por estar en su reino y por vivir bajo su gobierno. ¿Sí o no?

El Auto-Sabotaje en el Matrimonio

El auto-sabotaje es una acción destructora que ocurre por la falta de control emocional.
El sabotaje es una acción deliberada dirigida a debilitar a un enemigo, mediante la subversión, la obstrucción, la interrupción o la destrucción material. El objetivo es destruir al enemigo. Y el auto-sabotaje es una acción en la que actuamos como nuestros propios enemigos, causándonos daño a nosotros mismos. 
Construir una relación matrimonial saludable es un proceso en el que se invierte mucho tiempo, esfuerzo, incluso sacrificios para lograr la anhelada estabilidad emocional. Sin embargo, con el auto-sabotaje podemos dañarla seriamente y hasta destruir esa relación.
Si causamos daño a nuestro matrimonio, nos estamos auto-saboteando. Un desliz sentimental, una palabra dañina, una reacción grosera, una confesión fuera de tiempo, una explosión emocional, una mentira; son ejemplos de acciones de auto-sabotaje.
Un problema no resuelto adecuadamente, un conflicto por diferencia de opiniones, una falta de perdón, el egoísmo y el orgullo, son situaciones que pueden originar un auto-sabotaje. El dolor causado por la insatisfacción en la relación matrimonial, a la que no se le busca solución, es una tentación al auto-sabotaje. Entonces, la causa del auto-sabotaje en el matrimonio es, por lo general, una insatisfacción emocional que no se sabe controlar y termina convirtiéndose en una amenaza a una acción de auto-sabotaje.
Todos los matrimonios del mundo tenemos amenazas de auto-sabotaje muchas veces en la vida, pero dependiendo de nuestra madurez emocional, así será nuestro riesgo de caer o no en ellas. No podemos pretender evitar todas las insatisfacciones emocionales en una relación, pero sí podemos decidir cómo vamos a reaccionar ante ellas. Controlar las reacciones emocionales no es una actitud muy fácil de lograr, y es aquí donde tenemos que reconocer que necesitamos una fuerza extraordinaria en nosotros. Esa fuerza proviene del espíritu, cuando tenemos una conexión espiritual con nuestro Padre Celestial. Dios nos creó con esa necesidad de conectarnos a Él, para poder manejar nuestras reacciones emocionales.

Río Congelado - Reflexiones

Un viajero muy cansado llegó a la orilla de un río y se percató de que no había un puente por el que se pudiera cruzar. Era invierno y la superficie del río se hallaba congelada. Oscurecía y deseaba llegar pronto al pueblo que se encontraba a poca distancia del río, mientras hubiera suficiente luz para distinguir el camino.
Se preguntó si el hielo sería lo suficientemente fuerte para soportar su peso. Como viajaba solo y no había nadie más en los alrededores, una fractura o una caída en el río congelado significaría la muerte, pero, por contra, pasar la noche en ese hostil paraje representaba también el peligro de morir por hipotermia.
Por fin, después de muchos titubeos y miedos, se arrodilló y comenzó, muy cauteloso, a arrastrase por encima del hielo. Pensaba que, al distribuir el peso de su cuerpo sobre una mayor superficie, sería menos probable que el hielo se quebrara bajo su peso. Después de haber recorrido la mitad del trayecto de esta forma lenta y dolorosa, de improviso, escuchó el sonido de una canción detrás de sí.
De la oscuridad de la noche, salió un carruaje tirado por cuatro caballos, lleno de carbón y conducido por un hombre que cantaba con alegría, mientras iba totalmente despreocupado por su camino.
Allí se encontraba nuestro temeroso viajero, arrastrándose con manos y pies, mientras, a su lado, como un viento invernal, pasaba el alegre y confiado conductor con su carruaje, caballos y su pesada carga por el mismo río.