Conozco una persona que realiza un trabajo a domicilio, haciendo un servicio de arreglos y cuidados para la mujer, ya sea como pedicura, manicura, peluquera, etc. Ella se enfocaba a tan sólo ir y cumplir su trabajo, atender a su cliente y retirarse, pero no se imaginaba que Dios la usaría para bendecir familias que no conocen de Dios, e incluso en preparar el corazón de las personas para enfrentarse a situaciones difíciles.
La experiencia que más le sorprendió, y que se dio varias veces, fue cuando era llamada para atender a ancianitas. Los familiares le llamaban para que les asistiera, pues estaban enfermas y tan cansadas que no tenían fuerzas. Las ancianitas, como la mayoría de sus clientas, le contaban sus historias y compartían anécdotas. La profesional veía el vacío que esas mujeres sentían, y notaba que necesitaban conocer a Dios, así que oyó lo que el Espíritu Santo le decía, habló con ellas y puedo hacer que conocieran a Dios en esos pequeños momentos. Tiempo después, cuando las familias le requerían otra vez para esas casas, se encontraba con la sorpresa de que las ancianitas, con las que había hablado y atendido, habían partido a la presencia de Dios de forma natural, después de su visita.
Esto es lo que más llama la atención: Dios usó a esta persona para que fuera canal de bendición, para que sus clientes recibieran a Cristo en sus corazones antes de partir a otra vida. Una persona ajena, que sólo iba a cumplir con su trabajo, fue el instrumento menos pensado para que pudieran conocer al ser más importante de sus vidas.