miércoles, 30 de abril de 2014

¿Qué significa orar en el nombre de Jesús?

El orar en el nombre de Jesús está enseñado en Juan 14:13-14, “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” Algunos aplican equivocadamente este verso, creyendo que si dicen “en el nombre de Jesús” al final de la oración, dará como resultado el que Dios conceda siempre lo que se le pide. Esencialmente, tratan las palabras “en el nombre de Jesús” como una fórmula mágica. Lo que es esencialmente antibíblico.

Por el contrario, orar en el nombre de Jesús significa orar con Su autoridad y pedir a Dios el Padre, actuar sobre nuestras oraciones, porque venimos en el nombre de Su Hijo, Jesús. Orar en el nombre de Jesús significa lo mismo que orar de acuerdo a la voluntad de Dios. “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15). Orar en el nombre de Jesús es orar por las cosas que honrarán y glorificarán a Dios.

¿A qué vino Jesús?

Jesús vino a la tierra a realizar una obra específica, sorprendentemente sencilla… “dar testimonio acerca de la verdad”. (Juan 18:37.)
Proclamó la verdad sobre las maravillosas cualidades y el propósito de su Padre Dios, para con nosotros, vino a darnos alegría a nuestros días, vino a dar salud al enfermo, vino a enseñarnos a amar de una forma constante y no variable, vino a hacernos sentir lo que el Padre celestial siente por nosotros sus hijos, vino a recordarnos que no somos perfectos y que como seres humanos cometemos errores; vino a recordarnos que con orgullo y egoísmo no conseguimos nada; vino a recordarnos que la mejor decisión que podemos tomar cada día es perdonar; a recordarnos que hay un tiempo para todo; a recordarnos que la ira destruye pero que el amor lo cubre todo; a enseñarnos a dominar los momentos de frustración; a enseñarnos a superar el miedo y la incapacidad; a enseñarnos a confiar completamente en Dios y a creer cada una de sus promesas; vino a recordarnos que la fidelidad de Dios es grande y que sus misericordias y bondad son incomparables; vino a recordarnos que al que crea en Él todo le es posible y que el Espíritu Santo es nuestro mejor maestro; vino a traer unidad en la familia, a mostrarnos cuánto nos ama Dios, vino a recordarnos lo débiles que somos y lo fuertes que somos en Él, vino a traer perdón por nuestras culpas.
Pero sobre todo vino por TI, para darte amor eterno, para enseñarte y enseñarnos el camino, la verdad, la vida en abundancia y eterna sólo creyendo en Él.
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16.

Dadivoso o Avaro

Henrietta Green fue la mujer más rica del siglo XIX. A su muerte en 1916, su fortuna era de casi 200 millones de dólares.
Esa fortuna acumulada se debía a que, durante su vida se negó rotundamente a ayudar a los más necesitados, incluso si eran miembros de su familia. La avaricia de la mujer era tal, que entre sus empleados se contaba la historia, de que una vez una de sus hijas se rompió una pierna, y en lugar de pagar el tratamiento, ella la llevó a un hospital gratuito para gente de bajos recursos. Lo triste es que tras su muerte, gran parte de esa fortuna fue despilfarrada por sus descendientes.
Otra historia muy distinta es la de Roberto Arthington; aunque era un notable hombre de letras, graduado en la Universidad de Cambridge y con un trabajo bien remunerado, vivió gran parte de su vida en un cuarto pequeño. En un momento determinado, decidió ofrendar 500.000 libras esterlinas para las misiones. Después de su muerte, encontraron un pedazo de papel en el que había escrito lo siguiente: “Con todo gusto haría mi cama en el suelo, tendría un cajón en lugar de una silla y usaría otra caja como mesa, en lugar de permitir que los hombres perdieran su salvación, a causa de mi negligencia en darles el evangelio.”
Ambas historias reales tiene personajes muy distintos. Por un lado, la avaricia de la dama era desmedida como ninguna otra, y las personas allegadas la recuerdan con historias siempre tristes por su forma de ser. Pero a Roberto siempre le recordarán sus amigos como un hombre dadivoso, que supo compartir no sólo el dinero que tenía, sino también el evangelio de la salvación.
Hechos 20:35 “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.”

No te conformes con menos…

Si hay algo que nos caracteriza como seres humanos, es tener miedo a la incertidumbre. Cuando no tenemos la certeza de algo, nos entra un miedo paralizante que hace que, nuestra cabeza dé vueltas y vueltas, tratando de encontrar un lugar en donde algo sea cierto. En la mayoría de los casos no ocurre, ya que la vida suele darnos muchas posibilidades pero pocas certezas de éxito. Ante lo expuesto, cada vez que aparece una buena oportunidad, la aprovechamos por miedo a que sea la última o que no se vuelva a repetir.

Ésto tiene algunos riesgos. Si me quedo en algún lugar porque es la mejor oportunidad que creo que voy a tener, no me arriesgo y al no arriesgarme, hay aprendizajes que me voy a perder. Ahora bien, si creo que, de verdad, esa oportunidad es la que siempre esperé y que me hará sentir y estar bien, no hay ningún problema. Lo realmente complejo es “quedarse”, aún sabiendo que eso no es lo que se espera o desea. 

Pensemos en el siguiente escenario ficticio: supongamos que quiero casarme y los años van pasando y pasando, y aún no he encontrado  al “hombre de mis sueños”. Pero un día alguien me declara su amor y yo, sin estar enamorada de él, acepto casarme porque creo que será mi última oportunidad. No le amo, no le admiro y no tiene NADA de lo que yo necesito para sentirme realizada como mujer, pero aún así, me caso. A pesar de estar ya casada, que era lo que quería, no soy feliz con esa persona, y me CONFORMO porque “al menos no estoy sola”. Sé que puede leerse como muy extremo el ejemplo, pero seguro que, aún así, no es muy alejado de la realidad y puede ocurrir algo parecido en muchas áreas de nuestra vida.

El conformismo es algo que nos aleja de nuevas posibilidades y no nos permite tomar riesgos. Si yo vivo la vida conformándome con “lo que me tocó” o con “lo que hay”, no podré alcanzar grandes metas ni atreverme a luchar por lo que realmente quiero. Debemos ser totalmente rígidos con nuestros sueños, pero flexibles con el camino para lograrlos. NUNCA te conformes porque pienses que es lo mejor que puedes conseguir; si tú en tu vida estás dispuesto a dar el todo, no te puedes conformar con el 80 o el 85%, porque no serás feliz… y porque no te mereces eso.

Promesas en tiempos difíciles


El Señor no dejará padecer hambre al justo;
Mas la iniquidad lanzará a los impíos.
Proverbios 10:3

Confía en El Señor, y haz el bien;
Y habitarás en la tierra,
y te apacentarás de la verdad.
Salmo 37:3

Mejor es lo poco del justo,
que las riquezas de muchos pecadores.
Porque los brazos de los impíos serán quebrados;
Mas el que sostiene a los justos es el Señor.
Salmo 37:16-17

El Señor conoce los días de los justos,
y la heredad de ellos será para siempre.
No serán avergonzados en el mal tiempo,
y en los días de hambre serán saciados.
Salmo 37:18-19

Joven fui, y he envejecido,
y no he visto justo desamparado,
ni su descendencia que mendigue pan.
Salmo 37:25

Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
Filipenses 4:19

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia,
y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6:33

Deléitate asimismo en el Señor,
y él te concederá las peticiones de tu corazón.
Encomienda al Señor tu camino,
y confía en él; y él hará.
Salmo 37:4-5

Porque sol y escudo es nuestro Dios;
Gracia y gloria dará el Señor.
No quitará el bien a los que
andan en integridad.
Salmo 84:11

No os afanéis por vuestra vida…
...qué habéis de comer o qué habéis de beber;
ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
¿No es la vida más que el alimento,
y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo, que no siembran,
ni siegan, ni recogen en graneros;
y vuestro Padre celestial las alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
Mateo 6:25,26

He aquí el ojo del Señor está sobre los que le temen,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus almas de la muerte,
y para darles vida en tiempo de hambre.
Salmo 33: 18-19

El Señor es mi pastor;
nada me faltará.
Salmo 23:1