sábado, 19 de abril de 2014

En Un Pedestal - Liderazgo

“Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12).
¿Hemos construido algún pedestal últimamente? En las últimas dos décadas, los noticieros y periódicos han estado llenos de informes de pecado en todos lugares, sobre todo en política. Los ministros han caído con regularidad vergonzosa, lo cual no nos pilla de nuevos. El dedo justo de hoy, a menudo se vuelve mañana en sospechoso de impropiedades. Sólo las revelaciones de los líderes políticos compiten con los escándalos religiosos, en cuanto a las primeras planas. 
No estamos seguros de cómo ve el ciudadano medio estos escándalos. Ciertamente, los medios periodísticos parecen deleitarse con sus revelaciones. Y los periodistas consiguen material para cientos de nuevas rutinas. Pero como persona que digo, y siento, ser cristiano, nacido de nuevo, me siento molesto. Cuando estos cristianos, si lo son, de alto perfil, son acusados, siento como si las piedras me fueran lanzadas a mí. Sus errores, probados o presuntos, parecen acusarnos a todos. En fin, puede que haya más gente que se identifique con estos sentimientos.
Si nosotros, la comunidad evangélica, somos honestos, a pesar de los pesares, tendríamos que admitir que somos parte del problema. O sea, al colocar a estos hombres en pedestales, les hemos hecho demasiado grandes y susceptibles a las tentaciones del poder y el orgullo. Cuando en realidad, son seres humanos falibles y pecadores, como usted y como yo. Pensemos cómo nos iría a nosotros, si nuestras inconsistencias y secretos fueran exhibidos: palabras airadas, chismes, deseo de cosas, pensamientos asesinos... Sin embargo, elevamos a otros con dones especiales; les asignamos a las nuevas celebridades un estatus de casi adoración. 
Hace tiempo leí: “No pongan su fe en nosotros o en otro ser humano. Si nos observan durante demasiado tiempo o con suficiente cercanía, les vamos a fallar”. “En vez de eso, mantengan sus ojos en Cristo; Él nunca fallará”. 

Yo te busqué

Habitualmente escuchamos la frase: “Yo perdono, pero no olvido”. Esto nos lleva a la reflexión de preguntarnos, si realmente se trata de perdón o simplemente es algo que se dice "de boca para afuera", sin sentirse realmente. 
Sí al perdón, aunque olvidar la afrenta será físicamente imposible para nuestra mente. Nunca podremos borrarla totalmente, pero sí podemos perdonarla.
papaEl perdón no es un sentimiento, sino una decisión, por lo que esperar a sentirlo para perdonar, puede transformarse en una expectativa inútil. Se trata de tomar la decisión de amar sabiendo que hay respaldo de Dios, cuando de verdad queremos agradarle.
Muchas veces, la persona ofendida se siente con el derecho de exigir una disculpa de parte del ofensor, teniendo una actitud intransigente, hasta que la otra persona dé un paso que demuestre su arrepentimiento. Pero durante este tiempo de espera, permanece en amargura y dolor por la herida que le ha causado.
Mas estamos llamados a ser pacificadores. Si Dios mismo, que es perfecto y el único capaz de juzgar el apartamiento del hombre a causa del pecado, no se puso en una posición intransigente sino que Él mismo proveyó el camino de la reconciliación, cuánto más debemos nosotros imitar este ejemplo y procurar la paz.
La Biblia dice en 2 Corintios 5:19 “Pues Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando más en cuenta el pecado de la gente. Y nos dio a nosotros este maravilloso mensaje de reconciliación.”(NTV). Dios buscó reconciliarnos con Él por medio de Jesucristo; a pesar de que los seres humanos decidimos apartarnos de Él, a causa de nuestros pecados, Cristo fue nuestro ejemplo de la reconciliación.

Dolor del alma

Las crisis de la vida conllevan dolor del alma. Y el dolor del alma nos lleva a buscar respuestas.
María me compartía el dolor de su alma por la ausencia de su esposo. Este hombre se había ido de su casa dejándola sola con sus hijos, para irse de aventura con otra. Ella no podía dormir y el dolor de su alma era intenso, derramando lágrimas sin cesar. Hasta que, descubrió que llorar le hizo bien, pero además, tomó la decisión de ir a Dios y buscar Su Consuelo.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. 2 Corintios 1:3,4.
Muchas veces, nuestra alma se duele por diversos motivos: Cuando muere un ser querido, o cuando el dictamen médico dice que tenemos una enfermedad incurable, cuando perdemos el trabajo, cuando nos insultan, nos rechazan, hablan mal de nosotros mintiendo, cuando las cosas no nos salen bien, cuando nos sentimos impotentes ante una situación,... y nos preguntamos ¿hasta cuándo durará este dolor del alma?
Pero, ¿sabías que las lágrimas limpian los cristales del alma, y que llorar es terapéutico, tiene efectos sanadores, liberadores?
Es bueno llorar, pero todo tiene su tiempo. Ahora necesitas parar y reconocer que no estás sola(o), El Señor te dice: Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Por qué vas a temer al hombre mortal si el hijo del hombre está a tu lado?

Quiero darte las gracias

Hoy te quiero decir: ¡Gracias, DIOS!

Gracias  Por todo lo que me has dado en abundancia, salud, felicidad, prosperidad.
Gracias  Por las duras lecciones que viví, que me han ayudado a conocerme mejor y a conocer mejor a los demás.
Gracias  Por los fracasos vividos, por la obligación de no sentarme nunca sobre mis laureles, por la necesidad de comprender el fracaso de los demás y ofrecerles la ayuda que necesitan en esos momentos.
Gracias  Por todas las ocasiones que se me presentaron para cultivar la paciencia, la tolerancia, y la esperanza.
Gracias  Por los múltiples descubrimientos de la realidad y la verdad...
Gracias  Por las oportunidades que aproveché, las soluciones que encontré, las capacidades que desarrollé, las victorias que he obtenido, los días maravillosos que he vivido.
Gracias  Por los padres que conocí, los amigos que encontré, los profesores que me enseñaron, los libros  que he leído, los viajes que he realizado, las comidas que me han deleitado.
Gracias  Por los paisajes que he admirado, el sol que me ha calentado, las flores que he contemplado, el aire que he respirado.
Gracias  Por la conciencia cada vez más grande, de que un SER ESPECIAL vela por mí a pesar de mis errores, me protege a pesar de mis debilidades, me ama a pesar de mis defectos, y me da soluciones a pesar de mis obstinaciones.

Y gracias  Por la alegría de constatar simplemente que yo estoy 
Viva/o 

Siguiendo los pasos de Jesús

Leemos en la Biblia: Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. 1ª Corintios 13.13
Estas son las características más importantes de un verdadero cristiano, siendo el amor la más relevante de ellas.

Y también leemos:19 En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestros corazones confiados delante de él; 20 en caso de que nuestro corazón nos reprenda, mayor es Dios que nuestro corazón, y él conoce todas las cosas. 21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, tenemos confianza delante de Dios; 22 y cualquier cosa que pidamos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él. 23 Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros, como él nos ha mandado. 24 Y el que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y por esto sabemos que él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado. (1 Juan 3:19-24)

Vemos que, el amor tiene como consecuencias la fe y la esperanza. Las dos se derivan del amor, la característica más importante. De hecho leemos que El primer mandamiento y seguramente el más importante es:"Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo". De este derivan el resto de los mandamientos de la ley de Dios, y si lo cumplimos, cumpliremos todos. 

¿De quién aprendemos esto? De Jesús, quien muestra su amor cuando se apareció con su característica humana. Es el Maestro, el Rey, nuestro sumo Sacerdote, que vino para revelar a Dios, para restablecer la voluntad de Dios, para perdonar nuestros pecados al ofrecer su sacrificio perfecto; sacrificio que satisface la justicia de Dios. Todos son actos de servicio amoroso. Y su enseñanza es dada sin discriminar a los humildes, a nadie, es para todos.