lunes, 14 de abril de 2014

Rompiendo La Esclavitud De Las Deudas

Me crié en un hogar donde todo se adquiría a crédito. Cada semana llegaba alguien a la puerta de mi casa a cobrar algo. Era una situación angustiosa escuchar: no tengo hoy para pagar y después escuchar amenazas por parte de los acreedores.
Los años pasaron y en ese ambiente me dejé envolver, pues en mi etapa de joven, teniendo ya un trabajo, comencé a adquirir mis cosas personales... a crédito. Ningún fin de mes tenía la satisfacción de recibir íntegro mi sueldo, pues al hacer las cuentas, todo se iba en pagar lo que había comprado a crédito y no podía disfrutar de mi sueldo para otras cosas.
Me casé con un hombre que no tenía esta posición y que venía de un hogar donde no se le debía a nadie. Por supuesto, esto generó entre nosotros, conflictos que nos quitaban la paz.
Un día, gracias a Dios, pude romper con esa esclavitud de la deuda; me senté junto a mi esposo, e hicimos un presupuesto, organizando nuestras entradas y salidas.
Además, otro aspecto que ha funcionado en nuestro matrimonio ha sido el ahorro. Juntos, comenzamos a tomar el hábito de ahorrar y pensar en el futuro.
Tenemos la mente en Cristo, y podemos ser sabios en la administración de nuestras posesiones. Podemos decir NO a ciertas compras impulsivas, preguntarnos si lo que deseamos es necesario, si podemos vivir sin ello y no caer en la trampa del consumismo, haciendo mal uso de las tarjetas de crédito.
La Biblia dice: Del Señor es la tierra y Su plenitud, el mundo y los que en él habitan. Entonces nada es nuestro y no tenemos que ser esclavos de las deudas, queriendo adquirir cosas y más cosas. Recordemos que vinimos a este mundo sin nada, y sin nada volveremos a la tierra de donde fuimos sacados.
Dios  ha prometido suplir todas nuestras necesidades conforme a Sus riquezas en gloria, en Cristo Jesús.
Por lo tanto, rompamos con esa esclavitud de las deudas, y vivamos una vida de paz y tranquilidad sin deberle nada a nadie.

Seguiré el Ejemplo de Jesús

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Juan 8:12
Con estas palabras el Señor me aconseja a imitar su vida y sus hábitos. Si deseo ser iluminado y libre de toda ceguera en el corazón, necesito imitar y seguir al Señor en todos sus caminos.
La enseñanza de Cristo es óptima, infinitamente mejor que todo el consejo de los santos, y quien se abre al Espíritu Santo encontrará el maná oculto en Él. Hay muchos que oyen el evangelio frecuentemente, pero muy pocos siguen el ejemplo de Jesús. Pero quien desee ser un instrumento de Dios, necesita decorar su vida entera con la persona de Jesús, y por ello es importante seguirle e imitarle.
¿De qué me serviría aprender la Biblia entera de memoria y los principios de todos los filósofos, si no conozco los principios de la gracia, no participo del amor de Dios, y si no imito en mi diario a caminar, al Señor Jesús?  Él es la razón de toda la existencia humana y a Él puedo seguir y acudir con confianza y devoción total.

Jamás digas que No Puedes

A Bob siempre le gustó armar y desarmar. Cuando era niño y recibía un regalo la mañana del día de Navidad, era casi seguro que antes que cayera la noche lo habría desarmado para ver cómo funcionaba. Y casi siempre, lo volvía a armar y seguía funcionando. Era un genio para estas cosas.
Una vez, su mamá estaba hablando por teléfono, y él y unos amiguitos estaban brincando en la cama, cuando de pronto oyeron un ruido como si algo se hubiera roto. Efectivamente, el marco de la cama se había resquebrajado y yacía en el suelo. Antes de que su mamá terminara de hablar por teléfono, él había estudiado el problema y lo había reparado de tal modo, que parecía como si nunca se hubiera roto.
Como era natural, cuando llegó a la escuela intermedia y secundaria se apuntó a todos los cursos que pudo en artes industriales. "Tuve unos profesores estupendos", recuerda. "Incluso había uno que abría el taller los días de fiesta, para que pudiera trabajar en mis proyectos".
Otro de los intereses de Bob era la música.
Cuando estaba en la secundaria, decidió que quería tener una buena guitarra de doce cuerdas. Había empezado a tocar cuando estaba en el tercer grado, después de que un vecino le regalara una guitarra barata, que por supuesto abrió para ver cómo estaba construida. El único problema era que Bob no tenía dinero para comprar el instrumento que quería. Eso no es problema, se dijo, la haré yo mismo. Y la hizo ¡como su proyecto de trabajo manual de curso! De hecho, mientras estuvo en la secundaria, no hizo una guitarra sino tres, y un banjo.

La Agonía Del Espíritu

Se entiende por agonía el estado previo a la muerte, una pena o aflicción extrema, un agotamiento que indica el final de algo, angustia o dolor intensos, decadencia de un movimiento...
Todo lo anterior demuestra lo que implica la palabra agonía. Agonía viene de la palabra griega “ago”, la cuál describía el lazo que se ponía en el cuello de un animal para guiarlo.
El Apóstol Pablo, escribiéndoles a los Romanos les dice: “Los que son guiados por el Espíritu, estos son hijos de Dios”, la palabra que Pablo usa como “guiados”, es “ago” o “agonía”.
No es fácil ser dirigidos por el Espíritu Santo. La razón es porque nosotros, los seres humanos, queremos andar en nuestros propios caminos, pero cuando somos hijos de Dios, ya no podemos andar en nuestros caminos, porque el Espíritu Santo nos arrastra para llevarnos al camino correcto, y eso produce agonía.
Es un dolor del alma, pero sabemos que los resultados, si obedecemos, son óptimos.
Que este día sea una oportunidad para retomar nuestra decisión de obedecer al Espíritu Santo y seguirlo, aunque esto produzca agonía.

¿Qué debo hacer si me me siento tentado?

¡No hay tentación imposible de superar! ¡Cuando Dios está de tu lado eres más que vencedor!
Todos dirimimos una lucha constante, una lucha diaria en contra de lo que nuestra naturaleza pecaminosa desearía hacer, pero que sabemos que ofende a Dios. Pero ahora que vivimos para Dios, todo cambia, ahora ya no vivimos para satisfacer nuestros deseos pecaminosos, sino para negarnos a ellos y así agradar a Dios.
Hay hábitos que, a lo mejor, antes practicábamos y sabíamos que desagradaban a Dios, y que ahora tratamos de evitarlos; no podemos negar que la sensación de volver a esos hábitos a veces aparece de la nada, como si después de mucho tiempo, volviésemos a sentir la inclinación a hacer lo que dejamos de hacer, y entonces, es cuando se libra la batalla entre el querer hacer lo malo y evitar hacerlo. 
¡No hay tentación imposible de superar! ¡Cuando Dios está de tu lado eres más que vencedor!Pero la Biblia nos da un consejo muy sabio para estas ocasiones:
“No se dejen vencer por el mal. Al contrario, triunfen sobre el mal haciendo el bien.” Romanos 12:21 (Traducción en lenguaje actual)
Hay hábitos que, de tanto practicarlos, sabes bien que no te sentirás contento; al contrario, te traerán consigo frustración, desánimo, sentimiento de culpa y otros que tú mismo conoces. La mayoría de nosotros sabemos que hacer lo incorrecto nunca nos hará felices, pero aún así insistimos en pensar y, a veces, hasta en llevar acabo lo malo.
Quizá recientemente te hayas sentido inclinado a volver hacer aquello que, dejaste de hacer hace tiempo, porque comprendiste que estaba mal. Quizá la tentación haya sido muy fuerte, sin embargo, eso nunca será razón para caer en eso que, sabes bien, que no es correcto.